CAPÍTULO 57

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ARIA

Mis parpados tiemblan ante el contacto de la luz cegadora que me despierta de pronto. Los abro como puedo, solo por el pánico de que sea él el que entre por la puerta para volver a destrozarme.

Mi garganta arde por la sed, y mi ropa está húmeda entre una mezcla de sudor y allí donde me he tenido que hacer mis necesidades casi a punto de explorar.

Hace días que no evacuo, solo porque no me dan qué evacuar.

El hambre me destroza las tripas, y el solo hecho de pensar en comida casi me hace perder la cabeza.

Dos días sin beber, o por lo menos eso creo. Si siguen sin darme agua moriré aquí mismo por deshidratación.

Me arremolino en el suelo cuando noto una presencia acercarse, envolviendo las piernas como puedo sin fuerza.

Sin embargo no es quien yo creía.

Una sombra borrosa aparece por la puerta, con los pies pisando ligero, tanto que parece que anda sobre nubes de algodón. Su ropa es negra, al igual que su cabello liso revuelto.

Se acerca con parsimonia, casi como si flotase, y juraría ver que la luz atraviesa su rostro.

Me intento recomponer en el sitio, acercándome a la pared para que esta pueda sujetar mi peso.

Se agacha, y no puedo hacer otra cosa que entornar los ojos con curiosidad solo para intentar descifrar su hermoso rostro.

Sus ojos azules se fijan en los míos nublosos, y su color imponente me hiela la sangre de repente.

—¿E...¿Ethan?—Susurro sin fuerzas, con un hilo de voz que apenas yo escucho.

Niego con la cabeza cuando asiente y pone su mano en mi mejilla y de repente quiero llorar por no poder sentir su piel sobre la mía.

La intento agarrar, pero esta se desvanece entre mis dedos como cuando intentas coger agua sin cerrar la mano.

Quiero llorar cuando su mirada parece tan real sobre la mía, pero no tengo agua suficiente en el cuerpo para hacerlo. Sin embargo, duele igual.

—No eres real.—Susurro con dolor sobre mis palabras.—No puedes serlo.

Su silueta no dice nada, y eso solo confirma mi teoría. Estoy delirando por la falta de combustible en mi cuerpo, y eso solo me hace saber que ya no me queda mucho para irme, para morir.

Cierro los ojos con fuerza sobre su mano y cae una lágrima. Una sola lágrima. Todo el líquido que podía quedarme en el cuerpo se lo he otorgado a la persona que me ha hecho ver que el mundo continuaba tras la pérdida de mi familia. El único que me hizo sentir como si la vida valiese para algo más que para sufrir. El único que me daba una razón para levantarme por las mañanas y seguir luchando.

Él intenta limpiarla, pero tal y como esperaba la lágrima siguió hasta llegar a mi cuello traspasando sus largos dedos.

—No quiero irme, Ethan. No quiero hacerlo.—Sollozo intentando abrazar su torso con las pocas fuerzas que me quedan.—Por favor no me dejes...No te vayas.—Por un momento, creo haber enloquecido por completo cuando siento su mano alzar mi rostro realmente, sintiendo la calidez de su cuerpo sobre mi piel fría.

—¡Aria!—Exclama una voz de repente, comenzando a moverme de un lado a otro con delicadeza.—¡Aria Hamilton!

Entonces cierro los ojos y los vuelvo a abrir. Inmediatamente retrocedo con rapidez hacia atrás cuando los ojos negros de Nicolás se fijan en los míos con preocupación.

—No me hagas daño...Por favor...—Susurro envolviendo mis rodillas con intensidad.

Aparto la mirada cuando se mete la mano en el bolsillo interior de la chaqueta, deseando no saber ni mirar qué es con lo que me va a torturar ahora. Pero no es hasta que noto pasar unos minutos sin que haga nada que me atrevo a ver lo que me ofrece.

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