9. HISOKA - parte 1

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—¡¿ESTO ERA LO QUE QUERÍAN VER?!

El grito de Hisoka enmudeció por un segundo a todos los presentes. Todos los reflectores se enfocaron en él, parado en medio de la arena y visible a todo el mundo. La niebla oscura de Nen se había disipado y se agitaba tras su espalda. Como un campeón que alza su trofeo, el luchador bañado en sangre empuñaba el corazón de Chrollo en alto. El cuerpo inerte de Lucilfer yacía a sus pies.

—¡Nooo! ¡Hijo de puta! ¡Lo voy a matar! —gritó Nobunaga desencajado, dentro del pasillo A3—. Soltame. ¡Soltame, Phinks, carajo, si no querés que te mate a vos también!

—¡Basta Nobunaga! ¡Acá nadie va a matar a nadie!

—¿Pero...? ¿En serio van a dejarlo así?

Nobunaga gritaba mientras trataba de zafarse del abrazo de Phinks. Ocultos dentro de uno de los pasillos de acceso a la arena del estadio, se encontraban todos los miembros del Gen'ei Ryodan.

—¡Calmate Nobunaga! Phinks tiene razón. No vamos a hacer nada —afirmó Feitan.

—¿En serio lo dicen? —preguntó Nobunaga a sus compañeros—. Primero Uvo, después Paku, ahora el jefe... ¿Y vamos a seguir sin hacer nada?

Mientras tanto, el aura violeta que se agitaba detrás de Hisoka se fusionó con su "Bungee Gum" y comenzó a irradiarse como tentáculos gigantescos hacia todas las salidas.

—¡Cuidado! —exclamó Shalnark, al ver la niebla oscura que se acercaba amenazante hacia ellos a toda velocidad.

Feitan reaccionó de inmediato. Abrió su paraguas y extendió un escudo de Nen que cubrió por completo la entrada al pasillo donde ellos se encontraban. El aura oscura quedó bloqueada y chocaba contra esa pared invisible sin llegar a alcanzarlos.

—¿Pero qué carajos...?

—¡¿Ven cagones?!—los increpó Nobunaga—. Ahora estamos atrapados y separados de ese hijo de puta ¿Desde cuándo se volvieron unos bebés? ¡Malditos cobar...!

¡PAAAFF!

El sonoro cachetazo propinado por Machi le dio vuelta la cara. Terminó así la larga lista de quejas e insultos. Todos los del Ryodan se quedaron mirando en silencio a la chica temblorosa de rabia, con su mano enrojecida. Afuera, los gritos de terror llenaban todo el estadio. Adentro del pasillo A3, el puñado de criminales se debatía entre sus sentimientos destrozados y la lealtad hacia su jefe.

—¿Y vos...? ¿Vos te crees que no nos duele? —dijo Machi entre lágrimas—. ¿Acaso no hiciste la misma promesa que todos nosotros? ¿No le juraste vos también al jefe que no haríamos nada, pasara lo que pasara?

Shizuku se acercó a ella y la rodeó por los hombros, tratando de calmarla.

—¿Y desde cuándo le hacemos caso, Machi? —respondió Nobunaga— ¿Acaso no fuimos a rescatarlo? ¿No murió Paku por eso? ¿Por qué ahora hay que obedecerlo?

—Nobunaga tiene razón... —dijo Phinks.

—¡Claro que sí! —agregó Nobunaga, envalentonado—. ¿Vamos a dejar que ese payaso asesino se salga con la suya?

—¡Pero ya no podemos hacer nada! —dijo Shizuku entre lágrimas—. El jefe....

—¿Nada? ¿No ven lo que hizo? ¿En serio no lo ven?

Ojos de Sangre || Hisokuro (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora