Bienvenida al mundo real, Yui-chan

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15 de Diciembre, año 2038, ubicación clasificada...

Kazuto Kirigaya, o Kirito para sus amigos más cercanos, solo podía pensar en dos lugares donde querría estar en aquel momento. Uno de ellos era el servidor virtual, en su avatar del Espadachín Negro disfrutando de sus habituales aventuras con sus amigos. Pese a que habían pasado ya más de quince años y de todas las actualizaciones por las cuales el juego había pasado, evolucionando más y más, seguía siendo su forma de pasar su tiempo libre cuando no estaba trabajando.

El otro sería, en el calor del hogar que había comprado para mudarse con su familia. No había sido fácil probarle a su suegra que era perfectamente capaz de mantener a Asuna y darle todo lo que necesitaba y mucho más. Pero lo había logrado contra todo pronóstico, y sus proyectos sobre mecatrónica estaban ganando fama por todo el mundo. Ambos vivían felices, y eran padres de un pequeño saludable y lleno de energía desde hacía siete años. Había solo una cosa que faltaba para que su vida fuese perfecta: que el pequeño Kazuyuki pudiese interactuar libremente con su "hermana mayor".

Su hijo era todavía muy pequeño para poder utilizar el equipamiento de realidad virtual y unirse a ellos en sus aventuras. A su vez, lo más que habían podido hacer era proyectar un avatar holográfico de Yui en la sala de su casa y en el Dicey Café usando el Augma, pero no era lo mismo que poder tocarse y sentirse directamente donde quisieran y cuando quisieran. Todavía era un trabajo en progreso encontrar la forma de que su hija en el mundo virtual pudiese venir al mundo real, pero él estaba seguro de que algún día se volvería posible.

Y ahora podría estar trabajando en ello, si "alguien" no hubiese elegido ese momento para llamarlo. Lo cual lo había llevado a estar volando en un helicóptero sobre aguas internacionales y sin saber cuál sería su destino. Solo que era "importante".

- No te preocupes, ya no falta mucho para llegar a nuestro destino.

Kirito se volvió hacia su compañero de viaje sentado frente a él. Sin decir nada, simplemente suspiró con resignación. Sus encuentros con Seijirou Kikuoka nunca evocaban buenos recuerdos. Siempre que lo llamaba era porque necesitaba su ayuda para resolver algún problema, el cual a menudo derivaba en consecuencias que los complicaban más de lo anticipado.

- Habías dicho que esto sería importante. – dijo Kirito. – Pero sigo sin entender por qué me llamaste a mí. Ya ahora tienes a mucha más gente a quién acudir, ¿no es así?

- Siento mucho haber interrumpido tus vacaciones de Navidad. – dijo Kikuoka, con esa sonrisa que siempre tenía y que con los años no había dejado de ser irritante a veces. – Pero mi contacto mencionó tu nombre específicamente. No quería que fuese nadie más.

Kirito se preguntaba si eso era solo un pretexto inventado, o si decía la verdad. Tratándose de Kikuoka, eso era difícil de determinar, ya que si bien por lo general no mentía, muchas veces convenientemente dejaba fuera detalles importantes hasta que estos se volvieran "relevantes".

- Estamos aproximándonos a las coordenadas de destino. – anunció el piloto. – Tiempo estimado de llegada, diez minutos.

- Bien, parece que ya no tendremos que esperar mucho. – dijo Kikuoka. – Mira, ya podemos verlo.

Kirito observó a través de la ventana del helicóptero. A su alrededor no había más que mar, a excepción de una estructura que se alzaba sobre el agua, y le recordaba bastante a la Ocean Turtle, aunque un poco más grande. En la parte superior de dicha estructura, había un logotipo que parecía una CT estilizada, y que le resultaba vagamente familiar.

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