-Y...¿Cómo te sientes? Me ha dicho un pajarito que ayer fuiste de copas.
El diván de cuero en el que estoy tendido cruje y chirría cuando me muevo.
- Sí, pero, por favor, no hablemos de ello.- Me llevo ambas manos a las sienes y con las yemas de los dedos empiezo a masajearlas trazando pequeños círculos.
-¿Resaca?- Adivina sin mucho esfuerzo.
-Y una de las buenas.-Confirmo.
- Me alegro.- Hay una pausa en la que casi puedo escuchar como una sonrisa se despliega en sus labios.
-Vale, definitivamente, necesito una nueva psicóloga.
-Ja, ja. En serio, Dante, te hacia falta volver a vivir.
-¿Tú también, Cris? ¿En serio?
-Muy, en serio.-Recalca con retitín.
-¿Has hablado con Carlos?
Cris Carraspea y pasa varias hojas de su portafolio, incómoda.
-Joder...¿Te has vuelto ha enrollar con él?
- Carlos y yo terminamos hace tiempo.- Suelta con brusquedad.
-¿Entonces...?- La insto.
-Que no hable con Carlos no quiere decir que haya perdido el contacto con María.
-Claro, la buena de María.- Mascullo por lo bajo.
-¿Has seguido teniendo esos sueños?
-Cada vez con menos frecuencia.- Respondo, evasivo.
-¿Cuándo fue el último sueño que has tenido sobre el tema?
-...
Soy reacio a compartir mis secretos con nadie, siempre he sido bastante receloso con mi intimidad, pero últimamente me cuesta más abrirme a los demás.
-¿Piensas contestarme?- El tono autoritario de Cris me hace reír. De todas las psicólogas que podía escoger, la elegí a ella por su carácter, más informal que estrictamente profesional.
Su forma de tratarme, más como una persona normal que cómo un minusválido con problemas de autoestima me infunde confianza y ánimos para continuar con la terapia.
-¿Qué esperas que te responda?
- La verdad, principalmente.
-Vale...- Carraspeo para aclararme la garganta y respiro hondo antes de empezar, me siento entumecido.- Bien... Anoche... Cuando volví del pub con Carlos... Yo... La vi. Vi a ella antes del accidente... Ella...- Me arde la cara y sé que debo de haberme ruborizado, absurdo.
-Dante... Cuéntamelo.
Inspiro por la nariz y expiro entre los labios entre abiertos.
-Estábamos juntos, en una cabaña, haciendo el amor... Y ella...- Me trabo, y aunque nunca lo admitiría, sólo tengo ganas de echarme a llorar.- Y ella me decía...- Mí voz suena más ronca de lo habitual al decir esto último con aliento tembloroso.- Me decía que me amaba.
No quiero seguir hablando, sólo quiero estar sólo, quiero beberme una botella del alcohol más fuerte que haya y olvidarme de todo lo que me oprime y me hace daño. Quiero dormirme y no volver a  despertar. Me llevo los puños a las sienes y dejó escapar el aire lentamente entre los labios.
-Dante... lo siento, lo siento tanto...
-¿Ti-tienes un cigarrillo?- Tengo la boca seca y los labios agrietados de mordermelos. Oigo la silla de Cris arrastrándose por el suelo, sus pasos sobre la tarima y después el ruido de sus manos rebuscando en su bolso. Sus pasos se vuelven a acercar a mí, oigo el "click" del mechero al abrirse y el chascar de la piedra. Oigo el sonido que hacen sus labios al chupar el filtro del cigarrillo. Los coloca entre mis dedos y yo me aferró a él como si la vida me fuera en ello. El tacto deforme y abultado me confirman que no es un simple cigarrillo, y me vuelvo a felicitar a mí mismo por haber elegido a Cris. La primera calada hace que me vibre el cerebro, dejó escapar el aire lentamente, saboreando cada voluta de humo. Un gemido se escapa de mi garganta al exhalar.
-Cris, te amo.
Cris se rie mientras se desliza a mi lado en el diván,  acomoda su cabeza en mi hombro, sus cabellos me hacen cosquillas en la cara. Nos vamos pasando el canuto. Cada calada nos abotarga más el cerebro hasta que ambos terminamos con él. Nos quedamos tumbados sobre el diván, Cris ha apoyado una mano sobre mi pecho, yo la tengo cogida por la cintura, nos sentimos tan bien... Atontados empezamos a besarnos, más por hacer algo que por ganas.
-¿Sabes, Cris?- Consigo articular entre beso y beso.- Aunque ella se volviera a enamorar de mi, no importaría.
-¿Y eso?
-Jamás podré complacerla como él.  Ya sabes.- Muevo la cejas significativamente hacia mí entrepierna.- Estoy acabado.
Sus besos saben a manzana y cannabis, sus manos saben encontrar los caminos hacia el desenfreno, pero no conmigo, le recuerdo. Se pega más a mí, frustrada, porque sabe que no podemos llegar a más.  La acaricio, la toco y la beso, deseando que con eso le baste. Por supuesto que no.
- Lo siento, Cris.
Ella suspira ruidosamente.
-Ummm... no pasa nada, Dan. Cuando llegue a casa me masturbaré.
Ambos reímos. Ella se vuelve a recostar en mi pecho.
- Lo siento.- No sé por qué lo repito, pero pienso que es lo correcto.
-Yo también.- Me confiesa ella en un susurro, pero tengo la sensacion de que no hablamos de lo mismo.
Sus labios entran en contacto mi cuello, no puedo evitar estremecerme. Ella continua, sus dientes muerden el lóbulo de mi oreja, y mi garganta emite un sonido estrangulado, mezcla de jadeo y suspiro. Echo la cabeza hacia atrás y mis manos buscan su cintura.
-¿No crees que tus manos serían más útiles en otro sitio?- Me espeta.
-Emm...- Me siento perdido, desacostumbrado como estoy en tratar con mujeres.- ¿Dónde quieres que ponga las manos?
Ella ríe contra mi cuello, entonces desliza sus labios sobre mi piel hasta mi oreja.
-Usa la imaginación. - Susurra en mi oído. No puedo evitar estremecerme.
    

             ***
Al despertar, ella, por increíble que me parezca, sigue allí. "No, definitivamente no ha sido un sueño". Gimo contra la almohada. La cabeza me va a reventar, pero me siento tan bien que no me importa.
-¿Dante...? ¿Estás despierto?
- Sí, si que lo estoy. Estoy más despierto que nunca.- El entusiasmo de mi voz es palpable.
-Vaya... Pues... me alegro.- Cris parece desorientada.- Joder, debo de ser la peor psicóloga de la historia.
-Cannabis y un revolcón, no puedo imaginar terapia más perfecta.- Cris me golpea el pecho con su puño, fingiendose ofendida. Ambos reímos.- En serio, Cris, gracias.
- Como se te ocurra volver a agradecérselo te vuelvo a pegar.
-Vale, vale...
-Mmmm...- Se revuelve entre mis brazos, perezosa.- No quiero irme, pero me espera otro paciente dentro de veinte minutos.- Dice mientras se intenta reincorporar sin ganas, freno su avance, me reincorporó en el diván y la atraigo de nuevo hacia mí.  Es raro, pero besarla , en lugar de aplacar mi hambre, parece aumentarla. Mis manos se enredan en su cuerpo y ella se inclina como una caña de bambú ante un vendaval, pero, al igual que esta planta, no se deja vencer, y tras unos besos y caricias más, se desprende de mí.
Me siento impotente al no poder levantarme y seguirla, quiero suplicarle que vuelva a hacerme tocar el cielo, pero sé que no puedo.  Oigo el zumbido que emite la cremallera de su chaqueta al cerrarse.
-Dan... ha sido increíble.
- No digas tonterías, Cris. Sé que no puedo hacer más, pero siento dejarte tan...- Me aclaro la garganta, incómodo. De verdad que me siento mal por ella.- ...Insatisfecha.
-¿Te cuento un secreto, Dan?- Mí atención se centra en sus palabras.- Ningún hombre en plenas facultades podría hacer sentir a una mujer tan deseada como tú me has hecho sentir a mí.- Me quedo atónito y mi rostro debe reflejarlo, porque Cris ríe y vuelve a inclinarse hacia mí para besarme.- Vales más, mucho más de lo que crees. Que nadie te haga olvidarlo nunca.
Oigo el contenido de su bolso tintinear y el chirriar de la puerta sobre sus goznes.
-Cris.- Su nombre sale despedido de mis labios sin que pueda evitarlo. Oigo sus zapatos deslizarse por el suelo al girarse hacia mí. - ¿ Crees que debería ir a la boda?
- Por supuesto, ve y demuestrales que no estás acabado.
- Gracias.
Los pasos de Cris resuenan en la tarima al salir al pasillo.
-¡Cris!- Debo de parecer un imbécil, aún así hago un esfuerzo por no sonar desesperado.- ¿Te gustaría... ir a la boda conmigo?
-Estaba esperando a que me lo propusieras.
Entonces la puerta se cierra y sé que nadie en el mundo puede sentirse tan mareado y feliz al mismo tiempo. Siento el corazón martillearme dentro del pecho. Parezco un adolescente que va a asistir a su primer baile de fin de curso y me siento ridículo y eufórico.
-María.-No puedo evitar el tono cantarín en mi voz. María no tarda en acudir.
-Señorito Dante...
- Traeme un sobre de ibuprofeno y un vaso de agua.
-Sí, señorito Dante.
-Y, por favor, sírvase un vasito de licor y brindemos.
María llega con su vaso de licor y el mío con la medicina. Choco mi vaso contra el suyo.- Salud, María.
Ambos nos bebemos el contenido de nuestros respectivos vasos de un trago. El tintineo del cristal sobre la bandeja metálica es música celestial para mis oídos.
-¿Bebemos por algo, Señorito?- Pregunta María con tono receloso, extrañada por mí inesperado cambio de humor.
-Por supuesto, María, pero encontraremos el motivo después.- María está confusa, y yo solo tengo ganas de reír.- Por ahora, con beber por beber es suficiente.

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