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¿Por qué esa mirada frívola?...
¿Qué hay en tí que lo hace sombrío y me hace derretir?
Exactamente...
He visto tus expresiones.
Tú pésimo carisma.
Pero, jamás una sonrisa tuya.¿Por qué?
Solo tú eres la indicada en saberlo más que yo.
Y en lo que en mi respecta, añoro que algún día sea yo quien te vea sonreír, si lo hiciste anteriormente como si fuera la primera vez; y no me arrepiento absolutamente de nada cuando cruzamos nuestras miradas en aquella oportunidad.•
Y no sabes cómo me sentí...
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El amor de niños es efímero... o es lo que muchos piensan.
Tan bonito desde la visión de un infante, a la vez tan incomodo y nervioso para un joven que recientemente se da cuenta de sus sentimientos.
Llevando a la puerta todo aquello que se atreve a entrometerse; más en una fecha de armonía y a la vez funesta... El amor.
—marita46709 (Autora)
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La noche había aparecido cubriéndo a la ciudad, y más que eso, las luces festivas contrastaba con esta, mostrando la armonía entre las dos; mientras, yo iba de regreso a casa.
Seguro que ella no se presentaría y yo no sería excepción.
Tsk.
Por supuesto que no.
Hanji y Erwin, habían hecho una cena navideña, como también invitado a todos sus familiares y amigos. Lamentablemente, yo no era para estar festejando un 24 de víspera, desde hace mucho tiempo. No recuerdo haber estado en un ambiente majestuoso de banquetes navideños, ni nada por el estilo; siempre había pensado en lo monótona que era esta fiesta.
Comida, regalos, un árbol y un nacimiento. Todo era así. Muy en el fondo me alegraba eso, pero desde las muertes de mi madre y del viejo, ya no fue lo mismo desde entonces; ocurriendo todo muy rápido y el tortuoso dolor en mi pecho, que era patente justamente en esos días.
Nadie sabía de mis dolencias silenciosas que me carcomían internamente; el tan solo cambiar la agonía de la tristeza a una sonrisa falsa, era demasiado.
Y era así.
Cuando por fin y creí dejarlo todo como un fatídico recuerdo, no había renunciado por completo todavía a esas ideas locumbetas del quitarme la vida y posteriormente, al percatarme de la estupidez que pasaba libremente por mi cabeza, me di cuenta que esos hechos, eran de unos simples imbéciles cobardes.
Tal como lo dijo alguna vez aquella azabache.
Si. Esa vez andaba como un muerto viviente en busca de alguna salida, tal como me lo había propuesto.