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Cuanto tiempo tiene que pasar.

Para que se aprecie un buen cuento de navidad?

Esta es la historia de un muchacho.
Alto, fuerte y vivaracho.

Usaba siempre un chullo de amarillo pompón.

Y un abrigo con un botón.

Craig Tucker solían llamarle.

Y la navidad llegaba a exhasperarle.

El pelinegro poco sabía.

Que pronto la navidad todo le cambiaría.

Eran las ocho en punto de la mañana.
Y el oía que con mucha saña.

Los vecinos mataban a un pobre pavo.

Y olía al cerdo horneandose de cabo a rabo.

Odiaba con todo su corazón.

A esta gente falta de razón.

Reían, hacían alboroto y gritaban.

Y Craig esto ya no lo soportaba.

Cansado, mal dormido y con fastidio.

Se dispuso a dar a los ruidosos su merecido.

Una gélida mirada desde la ventana
Dejó a cada persona asustada.

–Es el señor Tucker! – dijo una mujer consternada.

–Nos va a sacar del jardín de una patada –

Los ruidosos huyeron por donde habían venido.

Y Craig pensó que los había vencido.
Pero su esperanza poco le duró.

Cuando escucho espontáneos gritos todo se estropeó.

Tenia un nuevo vecino, uno muy peculiar.

Y cerrar su puerta solía olvidar.
Tweek amaba el café y las fechas.

Incluso siendo budista, disfrutaba las cenas hechas.

Solía cocinar muchos platillos.

Aunque Tucker no entendía el por qué de sus rodillos.

Amasando, estirando y preparando las masas.

Adornando los pasteles con algunas pasas.

El rubio era famoso por sus banquetes de primera.

Y Craig sentía curiosidad, cierto era.

Ese día en particular observo por la puerta abierta

Había muchísimos platos y hasta una ensaladera.

Pollo, pavo, bacalao y vino espumoso.
Parecía que el rubio lo tomaba con gozo.

Pero sentía un frío terrible en el corazón.

Pues él, aún partidario de la razón
Notaba que Tweek sufria en desolación...

Abotono su abrigo y se dirigió a la mesa de su vecino.

El lo miraba confundido, pero tratando de no ser mezquino.

Invito una copa al pelinegro inquilino.

–B-Buenas tardes – abordo el rubio torpemente.

Craig hizo una leve revencia impaciente.

–Parece muy solo el día de hoy y quisiera acompañarlo –

El rubio dibujo una radiante sonrisa sin ocultarlo.

–¡C-Claro! ¡C-Claro! Siéntese aquí–

Se apresuró y explicó feliz.

–Ha hecho una gran cena para usted solo... ¿Hay algún motivo en particular? –

–N-No... Nunca espero a nadie en realidad... –

El pelinegro con tristeza en su cara
Sintio que lo embargaba una sensación rara.

Su corazón le dolía al ver aquella expresión

De ese rubio que poco a poco se ganaba su comprensión.

–¿Entonces por qué cocinar tanto? ¿Por qué tanta dedicación? –

–M-Me hace sentir menos solo... M-Me calma un poco el corazón–

Su sonrisa triste le dejo preocupado.

Se sentó junto a él y pasó por sus hombros su brazo.

–Podría... Cenar a su lado cuando quiera... Si me lo permite.. –

–¡M-M-Me alegraría! Digo... Si usted insiste... –

Y a partir de ese día, cada día, cada comida.

Tweek y Craig la mesa compartía.
Porque para ellos todos los días era navidad.

Porque para ellos, en compañía del otro... Siempre habría algo que disfrutar.

Todos los días Donde viven las historias. Descúbrelo ahora