I: Triste Gris

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Eren Jaeger

Casi podía sentir el vacío arañar sin piedad el alma, la amargura también hacía de las suyas, le quitaba la poca cordura que mantenía. Pero sin duda la oscuridad se lo llevaba todo. La oscuridad infinita lo dejaba muerto y sin vida.

No podía decir nada por vergüenza, no quería que sus padres adoptivos lo llevarán con un psicólogo. No estaba en sus planes contarle a un extraño los pensamientos asfixiantes que recurrían a su mente la mayoría del tiempo.

Pero ahora todo se volvía psicótico, todo se desmoronaba como un terrón de arena. No podía detenerse, no viviendo con quien lo estaba haciendo. Porque el simple hecho de compartir un mismo techo, provocaba que temblara como una hoja seca de otoño. Verlo despertar en las mañanas sin su armadura sería y fría, le revolvía el estómago.

Nunca estuvo molesto cuando Erwin y Hanji decidieron tomarse esas pequeñas vacaciones por Europa, lo que si provocó molestia fue que lo obligaran a quedarse en la casa de Levi. Le parecía absurdo, ya no era un niño, todo lo contrario era un adulto que cursaba la universidad. Pero a los ojos de ellos, todavía seguía siendo un niño que necesitaban tener vigilado y cuidado.

Me arropó más con la manta y dejó que dolor se drene. Porque solo llorando es como puedo dejar de sentir vacío, la habitación está casi oscura a excepción por la absurda película de romance que se reproduce, el volumen cubre perfectamente mis sollozos y no puedo estar más orgulloso de ello. No hay palabras suficientes para explicar lo que siento ahora, no puedo aceptarlo pero tampoco negarlo.

Cierro los ojos húmedos con fuerza, y lo primero que veo es la mirada dura de él.

Porque estúpidamente me enamoré de Levi.

El móvil suena avisando que me han estado llamando, pero soy incapaz de contestar en este estado. Finalmente con cansancio dejo que el sueño haga de las suyas y duermo.

La oscuridad me come y yo caigo de nuevo.

🔅☪🔅

Despierto desorientado y asustado, las pesadillas no parecen dejarme en paz. Trato de levantarme, pero una mano me detiene.

Entonces me doy cuenta que Levi está sentado en mi cama.

—¿Cómo no te diste cuenta que tenías fiebre? —Regaña antes de volver a ponerme en mi frente un paño húmedo—. Y así dices ser un adulto.

No contesto, no tengo ganas de discutir. No con él, me siento débil y adormilado. Sus dedos fríos me examinan con exactitud, se toma su tiempo en hacerme un chequeo rápido. Puedo ver qué se encuentra cansado por su guardia nocturna en el hospital, tiene ojeras bajo sus ojos.

—Estas resfriado —Anuncia con el ceño fruncido—. No has estado comiendo bien, como es posible que no lo notará antes.

Cierro los ojos con cansancio y me limitó a guardar silencio, porque no puedo dejar que Levi descubra mis secretos.

—¿Qué sucede? —pregunta sin rodeos.

—No he tenido apetito —respondo restándole importancia.

Se que es mentira, pero Levi no tiene porqué saberlo.

—Estas mintiendo, mocoso malcriado —dice Ackerman con el semblante serio—. Algo sucede dentro de esa cabezita tuya.

Estoy enamorado de ti.  Eso sucede, quiere decirle pero no puede hacerlo. No si quiero seguir teniéndolo cerca.

Porque nadie le contó que amar iba doler tanto, y más cuando es un amor no correspondido. De nuevo quiero llorar, solo necesitar estar solo para sacarlo, pero Levi no se irá hasta que obtenga una respuesta que lo satisfaga.

Querido LeviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora