Y ahí estaba de nuevo, en mi cama mirando por la ventana directamente al cielo. Pensando en lo que podrías estar haciendo... respirando era una buena opción. Pero, ¿estarías pensando en mí?, ¿recordarías tan siquiera mi nombre? Era una tortura.
Cada día en el que pensaba que te habías convertido en un vago recuerdo del pasado y que "nuestro" tiempo se había acabado, que eras sólo una persona más en este gran e irónico mundo, venían a mi cabeza todas esas palabras que dije, que dijiste, que dijimos... que no.
Y como si hubiera sido ayer el primer día en que nos separamos, te extrañaba, te pensaba y me dolía. Quería de nuevo sentir tu respiración, tu pecho hundiéndose en mí, tu aliento en mi rostro, ese lugar donde más quería estar. Pero no estaba ahí, no podía estar. Me habías mandado lejos y yo no luché por quedarme.
A veces pensaba que tal vez era mi culpa, que hice algo mal, que no te quise lo suficiente o que te hice sentir mal contigo mismo, pero en realidad, yo te demostraba lo mucho que te quería sin esperar que no lo notaras. Pensaba que tú también lo sentías. ¿Por qué pensé así?, no lo sé, estupidez de adolescente, probablemente. Pero aquí, lejos de ti, en lo único que logro pensar es en tus ojos, cómo quisiera poder verlos de cerca... cómo quisiera recorrer mis manos por tu rostro y preguntarte cómo estuvo tu día, si ganaste aquella partida, qué hiciste en la escuela, si me extrañaste...
Me animo al pensar que todo ocurre por una causa y que al final el tiempo lo borra todo. Pero lo sé, sé que el tiempo no podrá borrar aquellas sonrisas, aquellos abrazos, aquellas risas, aquellos momentos inolvidables que pudimos compartir. Y también sé, que el tiempo no borrará el hecho de que te quiero. Podré volver a amar, podré volver a sentirme libre de penas. Pero siempre habrá un segundo, un minuto, un día, un mes, en el que piense en ti, porque te quiero.