El sexo siempre es una buena excusa

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Rupert había estado pintando

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Rupert había estado pintando. Eso me quedó en claro cuando me abrió la puerta con las manos y los brazos manchados de pintura hasta los codos.

Llevaba todo el camino razonando sobre la excusa que le daría para presentarme frente a su casa y había llegado a una conclusión. Si me abría la puerta, se crearía un silencio incómodo entre ambos. Y no tenía intenciones de dejar que eso sucediera.

-Emma.-Su sonrisa fue evidente.-Qué bueno ver...

Tomé su rostro entre mis manos y lo besé en los labios.

Sujetó mi cintura con sorpresa, y me correspondió con determinación, tirando de mis antebrazos para hacerme entrar a su hogar.

Apoyé mi espalda en la pared junto al ingreso y llevé mis manos a mi pecho para abrir los primeros botones de mi blusa.

Mi cuerpo ardía y dolía en el deseo que sentía por él. Imágenes de nuestro momento juntos habían atormentado a mis recuerdos continuamente durante las noches anteriores. Lo necesitaba. Como jamás había necesitado algo.

Él no se hizo de rogar y reemplazó mis manos por las suyas, manchando mi blusa, mi sujetador y mi piel en el proceso.

Me limité a abrir mi jean con idéntica prisa. Cayó al suelo entre besos, y, con la camisa ya abierta, me acerqué a su cuerpo para abrir la suya.

Me besó la clavícula izquierda y me alzó para cargarme por el lugar hacia una puerta lateral.

Tropezó con algo en medio de la habitación y un bote vacío de pintura se volcó, haciendo que los pasteles al óleo que tenía dentro se desparramaran por todo el suelo.

Reí con cierto nerviosismo y él siguió besándome la base del cuello con deseo, sonriendo contra mi piel.

Mi espalda chocó con la puerta y me aparté de su boca para quitarle el pantalón que llevaba puesto y arrojar su camisa al suelo.

Los dos, vestidos sólo con nuestra ropa interior, atravesamos la puerta entre besos. Sus manos me acariciaban la parte baja de la espalda, y sus antebrazos manchaban mis costados con tonalidades pastel de rosa, violeta, amarillo y naranja.

Noté que avanzábamos por un pasillo, pero no dejé de besarlo, ni él de acariciarme. Entramos a su habitación, y me quitó el sujetador por encima de la cabeza antes de hundir su rostro entre mis senos, provocándome gemidos entrecortados.

Jadeé al sentir mi espalda chocando con la pared y mi ropa interior humedecerse sabiendo lo que sucedería allí dentro.

Rupert succionó uno de mis pezones endurecidos con su boca y arqueé la espalda. Una ola de placer me recorrió hasta la punta de los pies, y gemí.

Él interpuso su mano entre mis omóplatos y la pared, y mordió con suavidad mi cuello, logrando que todo el aire de mis pulmones me abandonara.

La cabeza comenzó a darme vueltas y él siguió besándome con deseo, evitando mi boca sólo para provocarme.

El pintor [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora