Capítulo 6 Creencias

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No tenía un reloj, pero por la posición de la luna sabía que era de madrugada. El profundo e infinito azul estrellado flotaba sobre sus cabezas. Aries había estado despierta durante mucho tiempo, se sentía mareada y con un ligero malestar estomacal por el cansancio. Pensaba en lo que había pasado los últimos días, intentaba asimilarlo. Y lo único a lo que pudo llegar, es que si no aceptaba la realidad, por cruel o extraña que fuera, no podría a avanzar.

La mente se le desbordaba de los pensamientos que iban y venían a una velocidad vertiginosa.

–¿Qué estás pensando?

Leo se sentó junto a ella. Estaban puestos en la orilla del balcón que daba hacia el patio delantero de la escuela, la había visto mirar fijamente a la lejanía de la noche durante ya varios minutos. Leo parecía ser el más joven, por largos ratos guardaba silencio, su rostro derrochaba inocencia, era amable. Havy, en cambio, era el mismo demonio en persona. O en fantasma.

No obtenía respuesta de la chica.

–Disculpa a Havy por lo de hace rato.

–Es un pesado.

–Lo sé-–la miró, su rostro serio daba una sombría imagen– tiene miedo.

-¿Miedo?

–Sí, eres una extraña que ha llegado a invadir nuestras tierras, nuestro reino.

–¿Te refieres a las ruinas?

–Yo diría más bien que son nuestro hogar. Tiene miedo, la última vez que creímos que alguien nos liberaría fue hace nueve años, nos equivocamos de persona, y teme que pase eso de nuevo contigo.

Hace unas horas, Raúl les había explicado de la manera más sencilla que Aries, para bien o mal, era quien los liberaría. Raúl había hecho una promesa por ella, pero Aries dudaba de su capacidad para lograr lo propuesto.

Suspiró.

–¿Tesla era tu mascota?– preguntó al mismo tiempo que alzaba el rostro para observar las estrellas.

–¿Te lo dijo Raúl?

–Le pregunté, no quería molestarte.

Aries miró a Leo.

–Era mi vida–movía sus dedos para calentar sus manos-–no le di de comer ese día, y no tenía dinero–Aries mordió su pulgar, no quería llorar– escuché a mi madre decir que alguien puso veneno con comida en el patio de su casa.

Leo intentó tocar el brazo de la chica, pero incapaz de consolar, decidió sólo escucharla.

–¿Podré verlo? – miró a Leo mientras limpiaba sus ojos-–¿El me está buscando?

–Aries,Tesla no está aquí. El volverá a nacer, una mascota, en especial cuando amó tanto, siempre estará en un lugar mejor. Pero tienes que encontrar una forma de despedirte de él.

–¿Cómo hago eso?

–No lo sé, pero debes averiguarlo, y no decirselo a nadie, ni siquiera a Raúl.

Leo sonrió. De alguna forma Aries le recordaba a él, cuando aún tenía vida.

–Es curioso– confesó Aries.

–¿Qué cosa?

–Creí que al llegar aquí, la primera cosa con la que me encontraría sería Dios.

Se miraron, Aries se avergonzó, un poco.

–Pero quizá pienses que es algo tonto– la chica se resignó.

–¿Por qué creería eso?– río, con un gesto de confusión en el rostro.

–Las personas dicen que creer en estas cosas es estúpido.

El silencio entre los dos se prolongó durante un par de minutos.

–Sabes, llevo muchos años en este mundo, quizá unos veinte– con los dedos arrancó un pedazo de pintura, y lo arrojó– y podría estar veinte años más. He visto muchas cosas, Aries, pero jamás podré contarlas porque ya no tengo otra oportunidad. Algo que jamás entenderé, es por qué las personas piensan que tener fe es incorrecto.

>Es verdad, daría todo lo que sé por la mitad de lo que existe. Quizá la sabiduría no se encuentra en un Dios, pero, tener creencias, es lo que mantiene viva a la gente, alguien que no tenga fe simplemente no sería humano. Creer en Dios, no te hace capaz o incapaz. Aries, nunca permitas que alguien te diga en qué creer o no, porque una vez que lo hagan, te quitarán no solo la conciencia, sino también la vida.<

Aries reflexionaba las palabras de Leo. Después de todo, era verdad que ella también se negaba a creer en cosas que sus ojos no podían ver.

–Yo quiero un Dios que ayude, no un Dios que sólo exista.

–Eso dependerá de ti, Aries.

Ecos nocturnosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora