El Alba y el Ocaso.

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«La Vida y la Muerte han estado enamorados por mas tiempo del que las palabras pueden decir. La Vida le envía incontables regalos a la Muerte... Y la Muerte los guarda por siempre.»

Todo empezó hace siglos, cuando un muchacho aparentemente común y corriente estaba sentado junto al moises de mimbre de un bebé recien nacido. Con su mano derecha sostenía su manito firmemente mientras que con su izquierda acariciaba el cabello oscuro del pequeño; había otras personas a su alrededor, pero no podían verlo. Sus pequeños pulmones no serían capaces de resistir por mucho tiempo, pero se aferraba a la vida... De manera literal.

La Vida lo observaba en silencio, protegiéndolo hasta el último aliento con su manto blanco, al igual que su vestimenta. Lucía, como dijimos, como un joven chico de piel ligeramente bronceada y sonrisa amplia. Su mirada era suave, luminosa, y sus cabellos de un castaño tan claro que con cierta luz se veía rubio. La Vida era hermosa y si alguien pudiera verla definitivamente querría abrazarla.

Sin embargo, y como esperaba, una mano palida y bastante huesuda tomó una esquina del manto de la vida con toda la intención de arrebatarlo. El chico clavó sus orbes en el contrario y este se detuvo al sentirse observado.

La Muerte no era una visión horrible de un esqueleto con una túnica negra y una guadaña como se lo imaginarían. Si bien si vestía de negro, La Muerte era otro chico, mucho mas palido, de cabellos negros y opacos y de apariencia escuálida, cuya mirada parecía no proyectar ningún destello de claridad. La Vida le conocía bien, desde el principio de los tiempos tuvieron ocasión de encontrarse, pero esperaba que esta vez las cosas pudieran ser diferentes.

– ¿Por qué vienes, Muerte, a llevarte un alma que ni siquiera pudo respirar mi aliento por dos horas? – Cuestionó – Le he traído este regalo hermoso a esta familia y entonces tu vienes a robártelo cruelmente...

– ¿Robármelo? – Replicó casi con indignación – ¿Qué te hace pensar que algo de lo que llevo me pertenece? Es muy fácil culpar al mensajero que trae la mala noticia. Tu punto de vista debe ser muy sencillo, Vida; tu eres el comienzo, el regalo y el futuro, ¿Yo? Soy el fin de todo, no hay nada mas que yo y nada despues de mi. He visto a tantos ancianos abrazarte luego de una repentina recuperación, ¿Pero yo? Si quiero abrazar a un humano, se queda frío en mis brazos. Si quiero tomar unas bellas flores, se marchitan y caen al suelo. No, querida Vida, si hay uno entre nosotros dos que es cruel ese eres tu, quien trae el regalo pero no vuelve a intervenir en él, quien deja a los humanos a su suerte y goza trayendo nuevos como si nada. A mi me han llamado justiciero y liberador, pero para muchos tu eres un castigo divino.

Un enorme silencio se formó entre ambas entidades mientras ambos sostenían al bebé, estaba entre la Vida y la Muerte ahora. El muchacho de vestimenta clara dirigió su mano libre a la de su contraparte y en el lazo se formó una extraña aura, que detuvo el tiempo en el mundo entero y que decidiría una parte del destino.

– Entiendo tu antipatía hacia mi – empezó –, pero te lo ruego, deja a esta criatura vivir y que yo lo pueda volver a abrazar...

– Montones de niños iguales mueren a toda hora, ¿Qué te hace pensar que hay algo especial en este? – Hizo una pausa contemplandole – Yo no me llevo a quien quiera, Vida, solo obedezco a Destino quien, cabe resaltar, considero tan cruel como tu.

– Te lo imploro – insistió –, este niño es una de mis creaciones mas hermosas. Si le permites la vida, estoy seguro que Destino le traera grandes designios – hizo una pausa y miró sus ojos buscando algún vestigio de piedad –, por favor Renjun...

La Muerte frunció el ceño, cuestionandose como fué que la Vida se topó con el nombre que le puso un grupo extraño de mortales, pero entonces recordó que él también portaba uno.

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⏰ Última actualización: Dec 27, 2018 ⏰

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