Un cuenco picante de Gusu

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Cuando tocó la puerta ni un alma le dio un indicio de que había alguien dentro. Esperó un poco y tocó de nuevo la madera con el nudillo, pero nadie le abrió.

Inexpresivo, miró hacia el cuenco sintiendo que los dedos que lo sostenían comenzaban a quemarse. Suspiró y abrió la puerta con cuidado, creyendo que el muchacho se encontraba durmiendo de lo exhausto que debía estar por la fiebre. Y aunque lo primero que hizo fue contemplar el diván en su busca, exhaló otro suspiro más profundo que el anterior.

¿Por qué no estaba Wei Wuxian acostado allí siquiera? ¡No había nadie más que él mismo dentro de esa habitación!

Las palabras pensadas con anterioridad estaban estalladas ahora en su garganta sin poder ser pronunciadas. Totalmente indignado debido a este contratiempo (que en realidad tampoco le sorprendió tanto), dejó el cuenco en una pequeña mesa de madera ubicada cerca del vacío diván. Colocó un paño blanco encima del recipiente logrando que el vapor se retuviera para mantener la sopa caliente, juntó las manos de nuevo y salió de la habitación.

Sus próximos pensamientos se resumieron en deducir el lugar al que Wei Wuxian posiblemente se había escapado. Se alejó del edificio a paso lento, observando el entorno que conocía como la palma de su mano. La paz, sin embargo, no duró mucho.

―¡Ay, ay, ay!

Al igual que le era imposible olvidarse del apacible paisaje de su hogar, tampoco podía olvidar los sollozos lastimeros que habían invadido el Pabellón de la Biblioteca la noche anterior. Mostrando una expresión más suave que de costumbre, siguió el rastro de la voz quejicosa que tan familiar resultaba ya para él. Segundos después vio al travieso discípulo de Yunmeng Jiang, cuya espalda descansaba apoyada en una roca de gran tamaño situada a un lado del camino de piedra.

Aún sin aproximarse, lo llamó en un susurro:

―Wei Ying.

Obviamente no fue escuchado y por ende el muchacho continuó ajeno a lo que sucedía a su alrededor. Lan Wangji entonces se acercó un poco más hasta posicionarse a su lado. Wei Wuxian notó su presencia y forzó una sonrisa mientras su mirada subía hacia el rostro de jade.

―¿Eh?... Segundo Maestro Lan, parece que me pillaste, hehe.

Lan Wangji frunció el entrecejo.

Wei Wuxian lucía peor que durante la otra noche. Gotas de sudor habían empapado la costura del cuello de su uniforme, y, lo que antes era un rostro vivo con una sonrisa risueña, ahora se trataba de uno depauperado y pálido que intentaba sonreír sin ensanchar mucho las comisuras de sus labios. Su respiración también era pesada, casi agitada. La larga melena negra había sido atada de mala gana con una fina cinta roja, la cual intentaba sujetar débilmente aquellos mechones que parecían librar una batalla contra la tela para poder soltarse nuevamente y caer por los hombros del joven.

―¿Qué estás haciendo fuera? Regresa al dormitorio ―le ordenó Lan Wangji. Ciertamente estaba preocupado por su estado, pero por costumbre sonó tan frío y distante como el invierno.

―Es muy aburrido estar allí...

―Ve.

Wei Wuxian resopló, insistiendo.

―Lan Zhan, no importa cómo luzco, ¡no puedo estar quieto!

―Lo estarás.

Sin dejarlo reaccionar lo agarró del cuello del uniforme, casi arrastrándolo de vuelta al edificio. Wei Wuxian ya no tenía la fuerza suficiente como para quejarse o liberarse del agarre, así que se dejó llevar como un papel mojado. Este gesto le recordó a la primera vez que se encontraron en aquel prado perdido entre la espesura de la montaña.

Wei Wuxian fue obligado a sentarse en el diván, viendo con curiosidad palpable cómo Lan Wangji destapaba el cuenco. Inmediatamente se dio cuenta de que ya era hora del almuerzo: Oh, no... ¡Me va a envenenar con la horrible comida de su secta! Jiang Cheng, ¡salva a este pobre hermano tuyo!

―Lan Zha-...

―Ten.

Wei Wuxian tragó saliva. ¡Bien, da gracias al cielo que eres tú porque si fueras otra persona ya te habría mandado lejos!

Asió el cuenco que Lan Wangji le había acercado y lo miró por un momento mientras alzaba las cejas. Su sorpresa fue que aquella sopa, que se suponía que debía ser blanca y sosa como la secta que la proveía, tenía un olor fuerte y un color rojizo. ¡Y era la primera vez que veía una sopa así desde su llegada a Yun Shen!

¿Mmm, hmm? Esto es... ¿Quién le ha añadido picante?

Echó una furtiva ojeada a Lan Wangji. Era imposible que él no se hubiera percatado de ese detalle en la comida, pero su expresión no cambió en absoluto incluso después de ver el tono rojo que contenía la sopa. De hecho, este mismo Hermano Lan examinó después la reacción de Wei Wuxian como si desde el principio hubiera estado esperando ver algo así.

Encima de Wei Wuxian se dibujó una gran interrogación.

Bien, había un par de cosas que lo habían pillado desprevenido. Primero: la supuesta preocupación de Lan Wangji. Segundo: ¿qué trataba de hacer con esto? ¿Acaso él había sido el responsable de ofender la comida de su propia secta, añadiéndole todo el picante visto en la cocina y alterando lo que debería ser una sopa desabrida, cortesía del clan Lan?

Wei Wuxian se rio interiormente. Naah, él no haría algo como eso. Tal vez aprobó que Jiang Cheng le agregara al menos el condimento para no hacerme sufrir tanto. Sí, debe ser eso... ¡No, en realidad es imposible! Jiang Cheng nunca se tomaría la molestia de rogarle a alguien de la secta Gusu Lan. ¿Y meterse en la cocina? Él ni siquiera entra en la de su casa. Entonces... ¿Qué? ¿QUÉ? ¿Cómo llegó esta sopa a tener picante dentro? ¿Cayó mágicamente de algún mueble? Esto, esto debe ser...

―¿Wei Ying?

Además, ahora mismo este joven Lan de pie frente a él... ¡parecía un perro esperando la aprobación de su dueño!

¿Podrías dejar de mover tu cola, Lan Zhan?

Casi se atragantó con el aire.

Ah, es la fiebre, estoy alucinando, pensó. Se llevó una cucharada a la boca, familiarizado con el picor que bajaba por su garganta. Le pareció un sabor suave pese a que realmente había una gran cantidad de picante en la sopa, pero la absorbía felizmente bajo la mirada persistente de Lan Wangji, quien en ningún momento le dirigió alguna palabra. El silencio formado entre ellos era incómodo para Wei Wuxian, tal vez no para el otro que estaba acostumbrado a mantenerse callado en un ambiente como este. No obstante, la mente del discípulo de Yunmeng Jiang permanecía funcionando como un carruaje siendo impulsado por diez violentos caballos, buscando respuestas razonables a lo que estaba sucediendo, por lo que tampoco atendería a la conversación.

Cuando terminó, dijo sonriente:

―Esta sopa... realmente estaba muy buena. Mmm, gracias.

Lan Wangji asintió, recogió el cuenco vacío y giró sobre sus talones. Wei Wuxian parpadeó varias veces.

»¿Ya te vas?

Hm. No salgas. Descansa.

Como siempre, un muchacho de pocas palabras.

―Por cierto, Lan Zhan, hay algo que he querido preguntarte desde hace un momento. ¿Tú le pusiste pican-...? ¡Oye, Lan Zhan! ¡No he terminado de hablar! Eh, ¿por qué te vas tan rápido? ¡Lan Zhan!

Visto y no visto. La figura blanca ya no se encontraba parada en la puerta, y esta tampoco estaba abierta. Ahora estaba solo, sentado en el diván con la mandíbula casi rozando el suelo.

De repente, no pudo evitar empezar a reírse.

»¡Lan Zhan, tan lindo! Aiya, qué fácil es avergonzarte, ¿no? Hahaha, este jade valioso de Lan Qiren y toda una secta entera, gracias a mí está rojo como un tomate. He conseguido lo que nadie, ¡avergonzar hasta la muerte a Lan Wangji! Hahahaha... ¡Ay, ay! Mi cabeza... Haha, ¡ay!, ah...

Al otro lado de la puerta, Lan Wangji rechinó los dientes y con la mano libre ocultó una oreja enrojecida por la vergüenza. Tras el cese de las débiles carcajadas de Wei Wuxian, susurró:

―Pa... Patético.

「Cuarzo cristalino」|  WangXian | Mo Dao Zu ShiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora