Me gustaría tener una pareja normal

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Bostecé y me revolví entre las sábanas de mi cama.

Miré el reloj en mi mesa de noche. Eran las dos de la mañana.

No había visto a mi pintor pelirrojo en todo el día.

Aquella mañana, avergonzada por la forma en que había cedido ante mis instintos y había delatado a Dan, había huido de sus brazos y de su hogar.

Y él no había tratado de contactarme. Ni una llamada. Ni una visita. Ni siquiera una nota. Un mensaje de voz. Un mensaje de texto. Nada.

Me senté sobre el colchón, incapaz de dormir. Había sido maravilloso volver a sentirme parte de él. Experimentar la cercanía íntima, nuestras piernas enredadas, el sudor deslizándose por nuestras pieles, nuestras uñas marcando territorio en la piel del otro, nuestras bocas explorando nuestros cuerpos, el placer estallando entre ambos, las sábanas revueltas a nuestros pies y la luz de la luna inundando la habitación e iluminando nuestra travesura.

Suspiré. Lo echaba de menos. No debí marcharme sin siquiera saludar aquella mañana.

Tomé mi móvil y lo busqué en la lista de contactos. Marqué su número con el corazón en la boca.

Una voz somnolienta respondió del otro lado de la línea.

-¿Qué sucede? ¿Te encuentras bien?

-Sí. Yo... Lamento haberte despertado.

Oí un suspiro.

-No es nada. No lo esperaba, es todo. Además no estaba en la cama. Estaba trabajando y me quedé dormido sobre la mesa de dibujo.

-¿Mesa de dibujo?

-Sí... Sobre la que te follé ayer.

Enmudecí y me volví roja.

-Lo siento. Lo siento, no quise decirlo así.-Se disculpó.-Me salió espontáneamente.

-No es nada.

Silencio incómodo.

-Em, ¿por qué llamaste?

Suspiré.

-Quería disculparme. Porque esta mañana no estuve allí.

-No pasa nada. Seguramente tenías trabajo.

Suspiré.

-En realidad no. Me fui porque...

Dejé de hablar. Ni siquiera sabía qué quería decirle. ¿Para qué lo había llamado?

-¿Sigues ahí?-Preguntó Rupert.

-Sí. Yo... Siento haberte molestado. Debo estar volviéndome loca. Dejaré que duermas tranquilo.

-Bien.

-Hasta pronto.

-Bien.

Colgué sin esperar a oír algo más. ¿Qué me pasaba?

Me levanté de la cama. Quizás si bebía leche tibia me dormiría. Siempre me funcionaba.

Salí de la habitación y bajé descalza a la planta baja. Los escalones de mármol se sentían terriblemente fríos bajo mis pies.

Me abracé para entrar un poco en calor, y me metí dentro de la cocina.

Había bebido ya dos vasos sin ningún efecto cuando tocaron a la puerta.

Me precipité a abrir quizás con más interés del que debería haber sentido.

Abrí con cuidado para descubrir a Rupert allí, con una sonrisa tímida y una almohada bajo el brazo.

-Quizás me equivoque. Si es así, me marcharé. Pero creo que llamaste porque querías que viniera a verte.

Sonreí y tomé el cuello de su camiseta para tirar bruscamente de él hacia mi cuerpo y besarlo.

Rupert cerró la puerta con un puntapié y me sujetó la cintura con tanta intensidad que si hubiera querido salir de sus brazos no hubiera podido hacerlo.

Dejó caer la almohada al suelo y trastabillamos con ella cuando nos movimos hacia las escaleras.

El calor de sus manos se refugiaba en cada centímetro de mi cuerpo, primero por encima de la seda de mi camisón, y luego por debajo, haciéndome estremecer al contacto de sus manos sobre mis costillas, mi vientre y mis piernas.

El beso se volvió intenso en cuestión de segundos. Lo necesitaba tanto o más que la noche anterior. Lo deseaba.

Alcé mi camisón con una mano para quitarme las bragas y arrojarlas a cualquier sitio.

Rupert sonrió contra mi boca y mordió mi labio inferior mientras se abría el cinturón y el pantalón.

Me abracé a él con fuerza y avanzamos hacia los escalones que conducían al piso superior.

Él me cargó contra su cuerpo con prisa. Me descubrí bajando su ropa por sus muslos para que su erección quedara al descubierto.

Una tira de mi camisón resbaló por mi hombro, dejando al descubierto uno de mis senos, y Rupert me sentó en la escalera, logrando que me recostara un poco para besarlo con lujuria.

Ni siquiera pensábamos en lo íbamos a hacer. Simplemente nos necesitábamos.

Levantó mi camisón y separé las piernas para que se acomodara en mi interior.

Gemí con fuerza, primero besándolo, y luego mordiendo y arañando su cuerpo.

-Joder. Me hacías falta.-Murmuró enredando mi cabello entre sus dedos para besarme.

Sonreí. Mi corazón se aceleró bruscamente como si me hallase cerca del punto máximo, y arqueé mi espalda para pegarme a su pecho.

Nuestras caderas se movieron con prisa. Había algo en aquel movimiento que era adictivo. Pero no lograba determinar qué. Sus gemidos mientras lo hacíamos. Su sonrisa. Sus besos entrecortados por las embestidas.

Quizás fuera una combinación de todo.

Perdimos noción de la realidad, de dónde estábamos, de qué hora era... Incluso de quiénes éramos en nuestro entorno social.

En aquellas escaleras, sólo éramos Rupert y Emma, disfrutando del sexo como cualquier pareja normal.

Normal en el sentido de no tener que pedir autorización de nadie para estar junto al otro.

El pintor [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora