Una confesión ardiente en la noche

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Fuera llovía un poco. Estaba leyendo en la cama, pero no podía concentrarme.

Había tomado una decisión.

Le había dicho a Darren que necesitaba hablar con él al día siguiente. Le diría que no quería casarme con él.

Quizás se enfadaría, sobre todo por el asunto de la herencia, y lo más probable era que mi padre también se enfadara. Ambos tratarían de hacerme cambiar de parecer.

Pero ya estaba decidido. No podía continuar con aquello. Le pondría fin enseguida.

Y luego sería libre. Libre de decirle a Rupert... La verdad. Que lo quería. Mucho.

Lo quería en verdad. Me gustaba estar con él y disfrutaba nuestro tiempo juntos.

Aquella noche en el campo había cambiado todo. Prácticamente mi cuerpo se derretía entre sus brazos y recordaba a la perfección cómo nuestras bocas encajaban. Parecían hechas para estar juntas.

Mi corazón se aceleró al recordarlo. ¿Cuánto tiempo había dedicado al sexo? Imposible saberlo. Habían pasado varias horas, seguro. Pero habría preferido no acabar jamás.

No había tenido que ver sólo con nuestros cuerpos. Había sido todo. Cada segundo del acto.

La preciosa intimidad entre ambos. La abrumadora cercanía. Nuestras caricias delicadas. Nuestras sonrisas. Y risas.

Antes de conocerlo, no había creído posible reír al hacerlo. Creía que sería algo serio. Nada más alejado de la realidad que vivía con Rupert.

Había sido yo misma. Por primera vez me había sentido cómoda conmigo misma y con la compañía.

Él me besaba con delicadeza antes de hacer tontas bromas y provocarme carcajadas con sus inoportunas cosquillas.

Sonreí al recordarlo.

Desde el momento en que estuve desnuda bajo su cuerpo comprendí que no volvería a casa esa noche, y que no podía importarme menos.

Por eso lo había besado con vigor, y cuando me había preguntado si quería detenerme para regresar, me había limitado a acercarlo más a mí. No tenía intenciones de apartarme.

No debía respetar normas de cortesía, seguir protocolos de modales, cuidar mis comentarios y medir mis opiniones, callar cuando se hablaba de algo "que las muchachas jóvenes no comprenden", ni expresar mi opinión sobre asuntos que no me interesaban.

Era libre de todo tipo de cosas que odiaba de mi vida y el círculo en que me movía. Pero jamás lo hubiera descubierto sin Rupert.

"Quédate conmigo, Emma."

Cerré los ojos rememorando sus besos en mi hombro izquierdo.

"Esta es la mejor noche de mi vida."

También la mía.

Quería con locura a ese chico. Quizás, me atreví a pensar, incluso sentía algo más profundo...

El timbre sonó, logrando descolocarme por completo.

Bajé las escaleras rápidamente, sabiendo que mi misterioso visitante se estaba mojando en la entrada, y abrí la puerta.

Rupert estaba allí. Sonreí de oreja a oreja.

-Hola.-Dije.

Él sacó una mano que ocultaba tras su espalda, con un ramo de margaritas. Estaban un poco mojadas, igual que él, pero el detalle fue muy tierno.

Sus ojos me observaron con expectativa, como analizando si el gesto me había gustado o no. Mi estómago dio un brinco y ensanché mi sonrisa.

-Gracias...

El pintor [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora