Quizás lo mejor sea olvidar

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Revolví la comida en mi plato. No tenía hambre.

Mi padre y Darren discutían sobre negocios. Más específicamente, sobre la herencia. La maldita herencia que me había metido en todo eso.

La cocinera había preparado una ensaladilla de caviar de entrante y salmón como plato principal.

Ni siquiera me gustaban esas cosas.

Rupert se había ido esa mañana. Y no volvería a verlo nunca.

Daniel se enfadaría muchísimo conmigo. Esperaba que lo hiciera. Era una idiota. Me sentía terrible.

Lo había lastimado. Nunca había tenido intención de lastimarlo. Ni de usarlo para pasarla bien. Al principio sólo había sido sexo, pero luego había dejado de serlo. Las últimas veces sólo quería verlo. Que habláramos un poco. Que me sonriera. Que me besara. Y si acabábamos en la cama, no iba a protestar. Pero no lo visitaba exclusivamente para eso.

Recordé la noche en el campo. Hacía sólo dos días. Se sentía como si hubieran pasado años desde entonces. No era la misma Emma que había llegado a casa en la camioneta azul con la cabeza entre las nubes. Había cambiado.

Aparté mi plato con suavidad. No podía comer. La culpa me estaba matando lentamente.

Debí habérselo dicho desde el inicio. Desde un primer momento.

Nunca debí mentir. Debí haber hecho caso a Daniel. Mierda. ¿Por qué no había tenido el coraje para decirle la verdad?

Sabía que lo habían lastimado varias veces. Debí tenerlo en cuenta. Él había confiado en mí.

Estaba furioso. Claro que lo estaba. Tenía sus razones y eran muy válidas.

-Hija, come.-Dijo papá con firmeza.-No puedes ir a dormir sin cenar.

Alcé mis ojos hacia ambos. Mamá se veía muy preocupada. No le había contado lo ocurrido aún, pero seguro que ella ya tenía sus sospechas.

-No tengo hambre.-Dije encogiéndome de hombros.

Papá abrió la boca para decirme algo más, pero lo corté en seco.

-Tengo ya treinta y tres años. Deja de mandarme como si tuviera dos, ¿está bien? Dije que no tengo hambre. Con permiso.

Me puse de pie y salí del comedor.

No soportaba verlos. A mis padres, a Darren. Estaba comprometida por su culpa. Por culpa de los tres. Y eso contribuía a hacerme sentir peor conmigo misma.

Nunca me había atrevido a tomar mis propias decisiones. Siempre había dependido de los demás.

Quería subir a mi habitación y no salir de allí jamás. Mi cama olía a Rupert aún. Y quería tener algo de él al dormirme, aunque fuera solamente su aroma.

-Emma.

Darren me tomó una muñeca y me hizo voltear para enfrentarlo.

No parecía lastimado, como habría sido lógico en una situación así. Simplemente estaba serio.

-El abogado quiere que firmemos los papeles de la herencia mañana por la mañana.

-Tengo que trabajar. No puedo.-Me excusé deshaciéndome de su mano.

Caminé de nuevo hacia las escaleras, pero él volvió a detenerme.

-Tenemos que hablar.

-Sí.-Dije amargamente.-Tienes razón.

Darren tiró de mí por la planta baja hasta el cuarto de invitados, donde él dormía.

Oí la puerta principal cerrarse. Mis padres se habían marchado. Estábamos solos.

El pintor [Grintson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora