Cᴏᴍᴇ ᴀs ʏᴏᴜʀ ᴀʀᴇ

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Cada vez que piensa en él se le erizan los vellos de la nuca y una sensación electrizante se mueve lentamente por su vientre bajo. Solo necesita forzar un poco su memoria para recordar exactamente su tono de voz tan bajo, tan ronco y tan lleno de autoridad.

Una se sus manos se desliza suavente por su pecho desnudo, si cierra los ojos aún puede sentir las manos ajenas presionando con fuerza sus delgadas muñecas contra la blanquecina pared del salón de clases. La fuerza es exquisita y el toque es en extremo caliente, Izuku siente que la marca de aquellos dedos podrian quedar de forma permante en aquel lugar, como un tatuaje de por vida y si recorriera las marcas con sus propios dedos aún podria sentir el calor de aquellas firmes manos quemandole la piel por dentro.
 
Su otra mano comienza a acercarse a la parte baja de su plano abdomen donde las pecas lucen salpicadas sin oreden aparente, recorre sus caderas con las punta de sus dedos, deteniendose en el ombligo para delinearlo con calma tiene tiempo y está solo, lo hace con total parsimonia queriendo revivir aquel toque violento.

Siente su aliento pesado y humedo chocar contra su cara, y el olor a menta le inunda las fosas nasales. Él solo puede pensar en como se siente aquel cálido vao sobre la piel desnuda de su cuello y lo mucho que le gustaria saborear la fuente de origen y en ningún momento presta atención a la cantidad de amenazas e improperios que salen de su boca; está  demaciado envelesado en con el sonido de su voz, con el movimiento de sus labios, con su voz cada vez mas ronca, cada vez mas llena de ira, él solo puede temblar en su lugar.

Su mano comienza a rozar uno de sus pezones haciendolo liberar un pequeño sonido; pero Izuku necesita más, entonces aprieta con saña el pequeño botón rosaceo, castigandolo con fuerza mientras con su otra mano comienza a acariciar su miembro con lentitud. La sensación es sobrecogedoramente buena y un gemido con todas las de la ley se les escapa desde su boca entreabierta. El calor de la tarde se encarga de adormecerlo y cubrirle la delicada dermis de entremedio de sus blanquecinos muslos de sudor, la piel virgen es ultrajada con la suvidad.
 
Y es allí, en médio de aquella improvisada y primeriza sesión de autoexploracion, donde frente a el primer atisbo de placer su joven mente sufre el drastico cambio que lo llevaría  a replantearse su verdara naturaleza taciturna.

Años despues, en aquel bar, entre las tenues luces que cambiaban constatenteme de colores, el murmullo ensordecedor de la música, la gente y los tragos excesivamente azucarados frente a aquellos jovenes que lo miraban expentantes a su reacción, con los ojos abiertos de par en par y las rojizas pupilas pendientes de su respiracion acelerada, recordaría aquella calurosa tarde donde luego de ser maltratado por el que consideraba su único amigo, todos sus hilos se rompieron y terminó manoseandose torpemente y restregando su aún pequeño miembro contra una almohada al recordar la presión de sus manos, su voz ronca y su aliento caliente golpeando la piel decubierta de su delgado cuello.