El viento soplaba con fuerza, el oscuro pavimento se encontraba totalmente vacío, y la luz titilante del cártel de la pequeña tienda abierta las veinticuatro horas del día seguía levemente inclinado iluminando parte de la calle.
Aquél barrio solitario de Busan no era muy habitado. A duras penas las personas que lo poblaban salían de sus pequeñas casas solo a trabajar. No había movimiento de automóviles muy seguido, no habían fiestas legendarias, tampoco ferias coloridas en la plaza. Era un lugar lleno de monotonía y rutina, era un sitio desolado y vacío.
No había nada especial más que los perritos calientes del señor de la plaza y el viejo en el parque tocando su destartalada guitarra.
En eso se definía el angosto barrio donde vivía Jeon Jungkook.
El chico era alguien bastante sencillo, nada superficial ni alocado, por lo que para él ese barrio era su santuario. Se sentía tranquilo, en paz.
Le gustaba poder salir a las tres de la madrugada para comprarse en la tienda sus adorados chocolates. Total, el barrio no era para nada peligroso, las pocas personas que lo habitaban eran mayores y nada malas. Incluso, los pocos jovenes que rondaban, eran chiquillos de colegios a los que solo se le veían por las mañanas.
Y así era mejor, vivir en un sitio tranquilo era lo que un estudiante de fotografía necesitaba. Tenía lindos paisajes pacíficos que inmortalizar, ningún peligro a que le robaran su costosa cámara, ni sonidos de ciudad civilizada que lo distrajera.
Era un lugar perfecto para una persona tan rutinaria y serena como Jungkook.
La campanilla justo arriba de la puerta de cristal de la tienda timbró al cerrarse la puerta a sus espaldas.
La noche estaba bastante fresca, por lo que justo a las tres y cinco de la madrugada Jungkook había decidido ir a la tienda a comprar chocolate de taza. Tenía antojo de algo dulce, pero también caliente para saciar su mente fría y estancada.
Era finales de semestre, por lo cual el azabache tenía miles de proyectos qué entregar. Por suerte siempre encontraba buenas fotografías y les daba un sentido profundo y sentimental, haciendo que su promedio fuera excelente en su carrera. Ese día había salido a tomar alguna que otra foto, pero lamentablemente no había encontrado nada que llamara su atención.
Tomando de la estantería su chocolate de taza preferido, fue a pagarlo. El cajero -conocido como Namjoon- amablemente cobró su compra, deseándole buenas noches al chico que cada madrugada iba a comprar con su cámara colgada al cuello.
La campanilla, que nunca molestaba a Jungkook, volvió a sonar al salir de la tienda con su compra en mano. La brisa de repente sopló más fuerte, revolviendo sus cabellos oscuros, haciendo que cubriera ambas manos en los agujeros de su amplia campera.
Ya no era extraño para el azabache que la calle se encontrara totalmente vacía, era más bien confortador. Así que sin más y disfrutando el frío de la noche chocar contra sus mejillas, emprendió camino hacia su pequeño y acogedor departamento.
Prácticamente quedaba a una cuadra girando hacia la derecha. Era tan rutinario que ya sabía cuántos pasos tendría que dar de la tienda hasta su hogar, y sabía cuántos minutos tardaba en recorrer esos pasos. Salir cada noche en pijamas y pantuflas al mismo mercado se había vuelto una costumbre para él.
Una sonrisa suave y boba se asomó en sus labios cuando a lo lejos visualizó el edificio donde vivía. Pero algo, o mejor dicho, alguien llamó su atención por el rabillo de su ojo.
Cruzando la calle se encontraba una vieja casilla de teléfono, de esas donde añadias monedas para hacer una llamada. ¿Quién utilizaría una de esas cuando la tecnología era avanzada y existían celulares móviles? Al parecer ese chico de baja estatura.
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Addict ➳ Kookmin •☽•
FanfictionJimin vendía drogas en la solitaria esquina de aquél barrio donde su miserable vida se acababa de arruinar. Mientras Jungkook solo las compraba para ayudar al chico y poder ver esos lindos ojos diferentes una vez más... Por que su adicción era el ch...