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Había una vez...

En ese momento, no muy lejos del castillo del caballero oscuro, a la vez que se sumía en su sueño por pincharse en la rueca, en el huerto, en el crudo frio, se abria un capullo lentamente, desafiante del invierno, tan fuerte y rojo, en contra de todo.

No era de Blancanieves.

Era de un príncipe.

De cabello negro como alas de cuervo.

Labios finos y dulces.

Ojos del estanque de la piscina del dragón de jade.

Nacido de un crudo hogar.

Hijo de la reina malvada.

Heredero del caballero oscuro.

Hermano de tres hadas.

Resulto ser su amor no una rosa negra, si una roja, teñida por la sangre del ruiseñor que canto su última tonada, clavándose las espinas.


Y su nombre era Damián Wayne

El petirrojo que se quedo en la jaula, sin volar con el azulejo.






No es mi cuentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora