"¡Tú puedes Elsa!"
Una sonrisa surcó los labios de la chica de ojos azules al leer el mensaje que recién acababa de enviarle su hermana menor, Anna. La única que desde los inicios había aprobado su enamoramiento por Mérida y la había apoyado de todas las maneras posibles.
Tras agradecerle por su apoyo, buscó en su playlist alguna canción que la animara y calmara sus nervios mientras se dirigía al pequeño pabellón que el club de tiro con arco ocupaba para sus actividades. Bajo esas expectativas puso Silent Scream de Anna Blue, y acabó sumergiéndose en la tranquila melodía con la que tanto se identificaba en innumerables ocasiones.
El trayecto fue corto, apenas le dio tiempo de escuchar dos canciones a parte de la inicial, ya que justo cuando la cuarta estaba a punto de sonar llegó a las puertas del pabellón. Se asomó a través de ellas y buscó rápidamente con la mirada a la joven arquera. Mientras antes terminara, mejor.
Sus ojos no tardaron en hallarla hablando fervientemente con su mejor amiga Mulán, después de todo su melena pelirroja era irreconocible. Tragó saliva, entretanto su mente intentaba buscar alguna excusa que le sirviera para poder entablar una conversación con ella y también interrumpir la que tan animada estaba teniendo en esos momentos.
Estaba a punto de rendirse y dejarlo para otra ocasión, cuando una voz demasiado familiar para ella sonó a sus espaldas.
-¡Capitana, alguien quiere hablar contigo!- vociferó Jack. Acto seguido la abrazó por los hombros y la atrajo hacia él-. Me debes una, Snow- murmuró en su oído antes de separarse de ella.
-J-jack -lo miró incrédula. Incluso lo llamó por su nombre debido a lo sorprendida que estaba.
Él tan solo le guiñó un ojo juguetón y se alejó cuando Mérida llegó al lugar.
-Ah, eres tú, Elsa- asombrada volteó hacia ella, sin creerse todavía lo que estaba sucediendo-. ¿Para que me querías?- cuestionó curiosa, sonriendo.
Sonrió nerviosa, mientras sus mejillas adquirían un ligero tono carmín. Se temía que eso sucedería cuando estuviera frente a ella. Volvió a tragar saliva, mientras en su mente se recreaban todas las escenas que había practicado con Anna el día anterior.
-¿Te encuentras bien?- preguntó Mérida preocupada.
Fue como si su corazón se hubiera detenido al escucharla decir esas palabras, su pulso no tardó en acelerarse a un ritmo descontrolado. Mérida tenía la costumbre de acercarse mucho a las personas con las que hablaba, y cuando sentía preocupación solía acortar más las distancias todavía. Para su desgracia...
-A-ah sí, claro- la joven pelirroja sonrió aliviada-. Y-yo quería preguntarte si...
Miró de soslayo su bolso, donde con tanto recelo guardaba la carta que debía entregarle. Lo haría, se la entregaría. Con cierta timidez dirigió su mano hacia allí y sacó la carta.
Iba a dársela, cuando sintió una sensación muy familiar a sus espaldas. Miró por encima de su hombro hacia atrás. Acción de la que se acabaría arrepintiendo más tarde, ya que al hacerlo pudo fijarse en las innumerables miradas que estaban clavadas sobre ellas dos. Su nerviosismo incrementó, si eso era posible, y pronto comenzó incluso a temblar en el sitio.
-Q-quería preguntarte s-si...- no era capaz de articular palabra por más que lo intentara. Cada palabra que se le ocurría, acababa muriendo en su garganta y apenas era capaz de murmurar palabras inteligibles-...¡podrías dejarle los últimos apuntes de matemáticas que escribieron a Anna! -su voz salió chillona y estridente, pudo notarlo perfectamente al ver la mueca de disgusto que hizo Mérida al escucharla. Su sonrojo aumentó, al igual que su vergüenza.
-Claro. Se los dejaré cuando pueda- contestó sonriendo-. Adiós- dijo antes de irse de regreso con Mulán.
-A-adiós- susurró de forma inaudible, mientras salía del pabellón en dirección contraria.
Mordió su labio cuando ya estuvo lo suficientemente alejada del lugar. Agradeció mentalmente que fuera sábado y no hubiera muchas personas en el recinto. Así nadie le preguntaría el porqué corría ni tampoco el porqué había subido a la azotea del instituto y en esos momentos estaba llorando. Lo cierto es que ni siquiera ella sabría cómo responder a lo último. Cuando quiso darse cuenta las lágrimas ya estaban ahí. Tal vez provocadas por la impotencia de no haber podido declararse, al igual que todas las veces anteriores...
-Comienzas a hacerte sedentaria, Snow. Siempre te encuentro en los mismos lugares- velozmente limpió sus lágrimas.
-No tengo humor para bromas, Frost- respondió toscamente, deseando internamente que se fuera y la dejara sola otra vez.
Contrario a sus deseos se sentó a su lado-. Sing me to sleep- susurró unos segundos después. Elsa se giró hacia él confundida-. Es la canción que yo escucho cuando estoy deprimido.
-La conozco. Es una buena canción, pero no sé si es la indicada para esta situación.
-La grandiosa Elsa Arendelle hablando sobre música, eso es nuevo- dijo sonriendo burlón.
Elsa sonrió de la misma forma-. Bueno, para tu información la música es uno de mis puntos fuertes.
-Lo sé- respondió, para la sorpresa de la adolescente-. Estaba presente cuando cantaste Let it go de Demi Lovato en aquel karaoke. Sinceramente jamás me imaginé encontrar a la más encantadora y ejemplar estudiante de mi instituto cantando una versión pop punk de esa canción cuando fui allí -Elsa se sonrojó avergonzada. Habría jurado que no había nadie conocido cuando subió a cantar al escenario-. Ahora que lo pienso podría haberte chantajeado con el vídeo de la canción todo este tiempo.
-¡Espera un segundo! ¡¿Me grabaste?!- le preguntó desconcertada.
-No, pero deberías haber visto tu cara. No tenía precio- instantáneamente después de decir eso comenzó a reírse, mientras Elsa hacía un puchero abochornada.
-Idiota- masculló molesta, colocándose los auriculares.
Un silencio se formó entre ellos, en el cual solo se escuchaba débilmente la música que provenía de los auriculares de Elsa. Entretanto Jack la miraba de soslayo, intentando descifrar sus pensamientos en esos momentos. Una misión imposible, porque la mente de la chica rubia era un cofre que había sido fuertemente cerrado con una llave que parecían solo tener su hermana y en algunas ocasiones también Rapunzel.
-¿Por qué me ayudaste a confesarme?- le preguntó de repente. Elsa se sorprendió de sus propias palabras, pero no lo dejó ver-. A ti también te gusta, no deberías ayudar a confesarse a tus rivales.
Jack sonrió y se encogió de hombros-. ¿Quién sabe? Tan solo pensé que te haría falta un pequeño empujoncito.
La chica frunció el ceño levemente, acción que a su acompañante le resultó muy tierna -. No respondiste mi pregunta.
-Tú tampoco me respondiste aquel día que te pregunté el porqué te gustaba- Elsa chasqueó la lengua, aunque no le gustaba darle la razón, en ese caso no podía negársela. Era cierto que ella había ignorado esa pregunta, y más de una vez de hecho. Pero no es como si fuera a decir fácilmente que era porque Mérida la había ayudado cuando más lo había necesitado. ¡Era demasiado cliché!
-Es un motivo personal- respondió, dando por zanjado el tema. Mas sin embargo, acabó arrepintiéndose cuando lo vio sonreír de forma burlona. Esa sonrisa suya nunca apremiaba nada bueno.
-Una lástima~ -canturreó. Elsa se sonrojó fuertemente cuando sintió sus labios contra su frente y lo miró confundida-. Sea cual sea ese "motivo personal", te deseo suerte. Te di la oportunidad de confesarte hoy, así que no esperes que sea muy compasivo a partir de ahora- antes de que la chica pudiera decir nada, se fue de aquel lugar.
Cuando ya se hubo alejado lo suficiente se mordió el labio con fuerza.
-Si tanto la amas, ¿a qué esperas para confesarte?- murmuró para sí mismo, sin saber a quién dirigía exactamente sus palabras.
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Recíproco
أدب الهواةLos triángulos amorosos siempre habían exasperado a Elsa. El romanticismo excesivo la sacaba de sus casillas. Sin embargo, allí se encontraba ella, leyendo aquellas historias románticas que tanto aborrecía para poder declararse a la persona que le g...