MOONCHILD

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Desde antes de que el mundo fuera creado, la historia de unos amantes que serían los más grandes de los tiempos, ya se murmuraba

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Desde antes de que el mundo fuera creado, la historia de unos amantes que serían los más grandes de los tiempos, ya se murmuraba.

Con el tiempo, la historia pasó a ser contada como leyenda en todo el Olimpo hasta después de la llegada de la humanidad. Sin embargo, debido a que nada ocurría entonces, fue olvidada. Y en la tierra, dicha historia nunca llegó a ver la luz.

Cuando nació Afrodita, diosa de la belleza y el amor, no quedaban ni vestigios de aquella historia que había sido escrita desde antes de Caos, por lo que ella, bondadosa, les otorgaba el don del amor a los mortales como muestra de benevolencia.

Bajo dicha gracia, un chico llamado Sol conoció a una joven llamada Luna.

Él, alto y de cabellos dorados, se enamoró perdidamente de ella, de su piel blanca como la nieve y su cabello negro como la noche. Y se amaron como nunca nadie se había amado antes. Y ese fue su pecado.

En el Olimpo, el rumor de que unos mortales se amaban con tanta intensidad, llegó a Afrodita. Y ella, llena de envidia y embravecida, bajó a la tierra a seducir a Sol. Sin embargo, y a pesar de los dotes de seducción de la diosa, Sol le confesó estar fielmente enamorado de Luna, por lo que no cedería a la lujuria y engañaría a su amada.

Éste desprecio por parte de un mortal hizo enfurecer aún más a la diosa, provocando que los tomara a ambos, Sol y Luna, y los elevara al cielo otorgándoles un castigo que les impidiera estar juntos por los siglos de los siglos. Así es como Sol fue condenado a salir solo por las mañanas e iluminar el cielo y desaparecer justo cuando Luna saliera por las noches.

Sin embargo, y después de ver el castigo cruel de Afrodita, Zeus se apiadó de ambos y, hablando con Sol, le dijo: Podrás reunirte con ella una vez cada tanto. Ella vendrá hacia a ti o tú iras hacia ella, no importa cómo. Pero estarán juntos y podrán amarse como cuando estaban en la tierra.

Afrodita, satisfecha con su castigo, hizo caso omiso a la oportunidad que Zeus les otorgó. Creyó que aún si volvían a encontrarse, el amor se les acabaría de a poco.

Pero no fue así.

Y entonces, el primer eclipse oscureció el cielo.

Para los mortales, aquél suceso no duró más que unos minutos, pero para ellos, Sol y Luna, aquél reencuentro duró siglos. Y como fruto de su inconmensurable amor, nació un varón. Hijo de la Luna.

La Diosa del Amor, montó en cólera por segunda vez y, para hacer sufrir a Luna, se metió en el lecho en el que Sol dormía por la noche, disfrazada de su amante, y, bajo la luz de la Luna, quedó encinta.

Y otro varón nació. De brillantes cabellos dorados y bellos ojos color miel.

Luna, sin poder contener el dolor, se escondió en la oscuridad de la noche junto a su hijo y lloró la traición amarga de su amado. Destrozada, acudió de rodillas a Zeus y le pidió que le dejara a su hijo volver a la tierra. Zeus, benévolo, se compadeció de la mujer por segunda vez y le dijo: Él podrá volver a la tierra; bajará. Pero renacerá del vientre de una mortal y crecerá como hijo suyo y olvidará quién eres.

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