Capítulo 27

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—Bakugō—canturrea la chica de piel rosada, plantandose junto a la banca del nombrado que hasta ahora ha estado hablando con Kirishima mientras guarda sus materiales en su mochila—. ¿Sí vas a acompañarme?

—¿Sigues insistiendo?— gruñe el rubio y la muchacha se limita a sonreír con inocencia a la par que se balancea hacia adelante y hacia atrás.

—Sí. Anda, será divertido.

—¿Adónde quieres ir, Mina?— se apresura a hablar el pelirrojo, evitando que Katsuki le diga algo soez a ésta y poniendo su brazo sutilmente frente a él.

—Oh, hay una nueva cafetería a unas cuadras de aquí y quería que Bakugō fuese conmigo. Dicen que es un buen lugar y que las crepas ahí son deliciosas.

—Prefiero la comida picante.

—Quizás deberías ir— sugiere Eijirō, con una sonrisa dulce que siempre acostumbra a usar—. No sueles salir mucho. Entiendo que quieras ser un estudiante estrella y que practiques siempre para ser el héroe número uno, pero necesitas relajarte también.

—¡Ya está! Hasta Kirishima está de acuerdo. Vamos, Bakugō, hay crepas saladas también, no necesariamente tienes que comer algo dulce.

—Está bien— refunfuña Katsuki, cerrando el zipper de su bolso escolar con rapidez para luego señalar a la chica de cabello esponjoso—. Pero me debes un jodido favor, ¿entendido?

—Síp. ¿Tú no quieres nada, Kirishima? Puedo traerte algo.

—No, muchas gracias. Pero avísenme qué tal es el lugar.

—Ah, ¿por qué? ¿Te gustaría ir después?

—Mh— asiente el teñido, un poco tímido y sobándose la nuca con la diestra—. Quisiera animar a Tamaki-senpai y a él le gustan las cosas dulces.

—¿Sigue mal por la partida de Togata-senpai?

El pelirrojo vuelve a afirmar con un movimiento de cabeza y hace un amago de hablar, pero Bakugō, sin darse cuenta, se le adelanta.

—No debería ponerse decaído— asegura el rubio, dejándose caer contra el respaldo de su silla y cruzándose de brazos—. ¿Cuántos años tiene? ¿Diez? Que sea independiente, no se va a morir por no tener al exhibicionista de Togata con él.

—M-no— admite Eijirō, en voz bajita—. Pero para senpai... No es tan fácil.

—Ya han pasado dos meses.

—Lo sé, pero... Senpai es de nervios frágiles y autoestima débil, Mirio-senpai siempre estuvo ahí para levantarlo.

—Era su soporte, ¿no?— indaga Mina, comprensiva con el estado de Amajiki aún si no ha cruzado palabra con él.

—Pues sí. Siempre ha dicho que Mirio-senpai es como el Sol.

—Está exagerando.

—No podemos decir eso— Eijirō suspira, viendo no muy convencido a su amigo rubio—. Si yo estuviese en su lugar, es decir, si tú te fueras a otro país y nuestra relación no estuviese en los mejores términos, como la de ellos, bueno, yo también me deprimiría, Katsuki. También sentiría que es el fin de mi mundo al menos.

—¡Kirishima, nos toca el aseo del aula, así que ven a ayudarme! —exclama Kaminari, desde el fondo del salón.

—¡Ahí voy!— levantándose, el pelirrojo se despide de los otros dos con una sonrisa—. Diviertanse.

La pelirosa se muerde el labio, contrariada y sus ojos oscuros se dirigen a al muchacho que yace sentado aún en su butaca. Bakugō, aún de brazos cruzados, mueve los labios y la muchacha logra escuchar que de entre éstos sale su agresiva voz en tono bajo, probablemente maldiciendo al chico de dientes cual tiburón.

—Vamonos de una puta vez— espeta él finalmente, poniéndose de pie y colgándose la mochila con brusquedad en el hombro.

—Bakugō...

—Ni una jodida palabra de lo que ha pasado. Anda, muévete o te dejaré aquí.

La chica rosada obedece, toma sus cosas y sigue a Katsuki fuera del salón. No es que aquel chico explosivo se haya avergonzado por lo que dijo Kirishima, ¿verdad?

El pelirrojo, con el palo de escoba en las manos, se queda mirando hacia la puerta del salón por donde Bakugō y Ashido se acaban de marchar. Últimamente los dos están muy juntos y le parece extraño que el rubio ya se comporta muy manso con la chica lanza ácido, cosa que provoca que un millón de preguntas angustiantes se agolpen en su cabecilla. Pero debe de entender, Mina es una chica agradable, simpática y no sería muy difícil para ella el lograr manejar a alguien tan impulsivo como Bakugō. No debería sentirse celoso ni preocupado, mas no puede evitarlo ya que la chica, debe admitir, es atractiva en muchos aspectos y Katsuki no es de "desperdiciar" su tiempo con cualquiera.

Es que todos son amigos. ¿Kirishima no debería sentirse feliz de que Bakugō esté creciendo como persona y que se esté involucrando con sus compañeros? Sí, pero el muchacho de cabello naturalmente oscuro es aún un chiquillo bastante inseguro de sí mismo, cosa que sin duda debería cambiar.

Un suspiro escapa de uno de sus amigos a sus espaldas. Al girarse, ve a Sero recargado en la pared junto al armario de aseo, de dónde Kaminari extrae todos los utensilios de limpiezas necesarios.

—Por Present Mic— expresa el rubio, mirando al chico cintas con mirada fastidiada a la par que deja una cubeta al lado de Eijirō—. Si tanto te molesta que Mina se vaya con Bakugō, pues deberías acompañarlos, duh.

—Ya están muy lejos— se queja Hanta.

—Santo cielo, Sero. Así nunca te va a hacer caso. ¡Haz algo! ¿Verdad, Kirishima?

—Kaminari tiene razón.

—¡Ja!

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué la acose hasta que me haga caso, cómo hiciste tú con Shinsō?

—Sero tiene un punto.

—¡No lo acosé! — sentencia Denki, cerrando la puerta metálica del armario una vez ya ha sacado todo, de manera estruendosa—. Simplemente me hice notar, es distinto.

—Kaminari, lo acosaste— comenta Kirishima, recibiendo una mirada fulminante del más bajo.

—Le coqueteé— dice y los otros dos ríen un poco—. Al menos yo lo he intentado.

—Bueno, sí. Eso es verdad. Va, Sero, no te cuesta nada que coquetees con Mina un poco.

—Y si no puedes, pidenos consejos— habla el rubio, guiñándole un ojo de manera divertida.

—¿A ustedes?

Denki asiente, completamente seguro de sí mismo y, segundos después, Hanta se carcajea durante un largo rato, ocasionando que los otros dos jóvenes se miren como si el azabache se hubiese vuelto loco.

—No creo... No creo que sean buenos dando consejos de amor— dice, limpiándose una lágrima de los ojos.

—Ajá, sí. No te hagas el sabihondo, que de los tres, tú eres el soltero.

Mirándole con suficiencia, Denki casi puede hacer una posee diva y dramática como si fuese Aoyama mientras Kirishima le da un par de palmadas al más alto que se ha quedado sin palabras.

Cuando Hanta puede formular una oración y está a punto de responderle al chico eléctrico, la puerta se abre dando paso al reciente miembro de la clase A; Shinsō, sin darle mucha importancia al grupo de amigos que son los únicos que yacen en el aula, avanza entre las filas de mesas para llegar hasta su asiento y tomar su bolso.

—Shinsō— habla el chico cintas, recibiendo la atención del aludido—. ¿Kaminari te acosó o no?

El muchacho con ojeras mira a cada uno de los demás presentes, deteniéndose un segundo en el rubio que le mira con emoción y un brillito molesto en sus esperanzados ojos.

—Sí— sentencia el de pelo morado, ahora mirando al más alto.

—¡Ja!

—¡Shinsō!

Sentimientos por la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora