Semba Tsuru

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Semba Tsuru

(Mil grullas)


Saeng se envolvió en sus brazos en un intento de ahuyentar el frío. No volvió la vista atrás. En su casa se quedaban los gritos, los nudos en la garganta y ese temor que se aferraba a su estómago. Se dirigió al parque. El frío mordía haciéndole castañear los dientes, temblar sin control.


Era un tremendo invierno.


Cómo todos los vividos.


*********


El humo se esparció por el cielo, elevándose, haciendo figuras abstractas. Hyun se acomodó el gorro tiritando un poco. Vaya asco. Otra calada a su cigarro y miró a todos lados. Aburrido decidió volver y sus ojos lo descubrieron.


Heo Young Saeng.


El chico más bonito de la cuadra.


Observó el temblor de su cuerpo. Un raído suéter lo ¿protegía? del frío.


Menuda mierda.


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Se meció en el columpio mientras el aire cortaba con hielo sus huesos.


¿A dónde podría ir? No había mucho sitio para él. Y no quería volver a casa.


Algo le cubrió la espalda. Saeng por instinto se encogió dentro de aquél débil, reconfortante calor. Miró a un lado. Kim Hyun Joong. El chico que lidereaba las esquinas de aquél barrio, le había cedido su abrigo.


-Hace frío. -Dijo chupando su cigarrillo. Lo dejó caer pisándolo contra la nieve. -¿Te llevo a casa?


Saeng negó. No entendía. Nunca habían cruzado palabra.


-¿Quieres quedarte aquí? -Preguntó incrédulo. -Te congelarás.


-No quiero regresar.


Hyun entendió. Suspiró un poco metiendo las manos en los bolsillos de sus jeans. -Ven. -Ordenó caminando a zancadas. Se volvió a Saeng descubriendo que no lo seguía. -¿Quieres darte prisa? Mi trasero se está congelando.


Saeng dudoso, se levantó para seguirlo. Caminaron varias cuadras llegando al fin a uno de los departamentos en la zona más peligrosa de aquél rumbo. Saeng entró y el alivio cubrió su cuerpo, Hyun había encendido un viejo calefactor que pese a todo, funcionaba.


Hyun no podía creer su suerte. Saeng, el chico más bonito de la cuadra, el de sonrisa triste, mirada tímida; el que de ninguna forma se relacionaría con alguien como él, estaba ahí, al alcance de sus manos, sollozando bajito. -Oye, no puede ser tan malo.

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