038 | Canciones

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Mis pasos se amortiguan en las lozas niveas si me quito los zapatos y quedo en calcetines

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Mis pasos se amortiguan en las lozas niveas si me quito los zapatos y quedo en calcetines. Trato de no hacer ruido cuando cierro la puerta y doy un pequeño y último vistazo al cuerpo dormitante de la única persona que Marcell reconoce como su mejor amigo y hermano de corazón.

Se escucha el bullicio a menor intensidad desde esta área.

Quiero decir, las paredes que tienen refuerzo contra sonidos hacen muy bien su trabajo al contener lo que es una celebración de Navidad atrasada.

Es oficialmente sábado y la mayoría de familiares suele venir un sábado, y, para divertirse y relajarse hasta que quiera y se sienta más revitalizado que los linfocitos T4 después de nacer del MOR, tienen el domingo para descansar. El director del centro médico es muy astuto. Sí que sí.

Suelto un suspiro extenuante y me apoyo en la puerta antes de soltar la basta de mi renovada falda de tull agregada a un vestido que Missy me prestó.

Es genial tener un área de manualidades y costura con máquinas de coser. Al fin, una máquina que cuida de mis dedos y está al alcance.

Estoy segura que la madera no me dará toda la valentía así que guio a mis pies hacer un camino; a mi sistema límbico, calmarse y a mi motricidad gruesa, lucirse. Todo con tal de llegar, cruzando primero el patio exterior, al otro edificio.

—Un paso, dos pasos, tres pasos...

Tal vez un poco de aliento me ayude a seguir. No es que no quiera ir a una celebración porque, en realidad, quiero detener mi mente de la conversación que tuve con Fohr y, teniendo la oportunidad de hacerlo rodeada de doctores, familiares y señores de la tercera edad, puedo preocuparme de otra cosa.

Como no ensuciar el vestido que me prestó una amiga de Missy que se adecua a mi talla pero, de igual forma, tuve que hacerle un arreglo: pinzas en los costados de la cintura, alzar la basta y asegurar las tiras, con doble costura, con tela de encaje blanca como mangas.

¡Santo arcoiris! Me siento una Cenicienta.
¿Donde está mi carruaje y ratoncillos?

Derecha, izquierda, derecha, izquierda...

El silencio impoluto solo es perforado por el suave susurro de la calefacción y mi respiración agitada, aunque eso es sólo percepción mía, al igual que mi ritmo cardíaco por las nubes.

Aún recuerdo a mamá esperando en nuestra sala cuando volvimos de la fiesta de un amigo de Marcell, después de salir por la ventana, y el catálogo que tuvimos: comer nuestra sopa en un plato semitendido y con tenedor. Siento que la idea del castigo fue de papá pero quién sabe.

Salgo a las afueras y es una suerte que hayan despejado el camino hace poco y así correr sin dificultad, y tener una bufanda junto con  mi gabardina. Estoy pensando seriamente en comprarme una.

Mis manso descubiertas son absorbidas por el viento frío y las caliento con el vapor de mi aliento. Acabo de lavarme los dientes, antes de engañar a Fohr con la siesta, y el olor a menta brota helado.

Donde está el arcoírisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora