two

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Bella aceptó vacilantemente la mano de Shawn, sentía la boca seca como un estropajo. Enlazó sus grandes dedos con los suyos y la condujo hacia el aeroplano privado de la empresa, ni en sueños habría esperado que tuvieran una verdadera luna de miel. Se había sorprendido mucho, y sobre todo se había preocupado cuando una hora después de casarse, su marido le había comunicado que se dirigían hacia la isla tropical que poseía en Costa Rica y que permanecerían allí dos meses.

El plan resultaba excitante, pero también sobrecogedor.

Nadie podría oír sus gritos si él tenía intención de hacerle daño.

Si se dejaba guiar por la lógica, él no parecía el tipo de persona que disfrutase haciendo daño a los demás, pero por otra parte, ¿Y ella qué sabía?. Apenas lo conocía, además, pensó malhumoradamente, Shawn creía que había estado confabulada con su padre, no creía que las escasas palabras con las que había intentado defenderse en su oficina, palabras que habían llegado cinco años tarde, hubieran supuesto alguna diferencia.

Suspiró, preguntándose otra vez qué tendría pensado hacer con ella.

Y, maldita sea, de todos modos, no existía ninguna forma de luchar contra él. Verdaderamente, Edward había convertido su sumisión en una parte legal de su matrimonio, la había obligado a firmar una declaración jurada, en la que bajo pena de expulsar a su familia de la casa familiar, ella se comprometía a obedecerlo ciegamente. Legalmente, recordó apretando los dientes, ni siquiera podría levantarle la voz sin que castigase a los suyos.

Se le ensancharon las aletas de la nariz, había creído que en una semana su familia se encontraría en la calle, al contrario de lo que pensaba Shawn, ella nunca había sido del tipo dulce y sumiso. Las mujeres dulces y sumisas no podrían dirigir con eficacia compañías que manejan millones de dólares y ella lo había hecho eficazmente antes de la absorción. El problema estaba en que su padre antes de su muerte había tomado un montón de decisiones económicas absurdas, y esto casi había agotado el capital.

Aunque seguro que su marido ya lo sabía, se preguntaba si eso no sería parte del aliciente de casarse con ella, la ocasión de someter por la fuerza a una mujer fuerte e independiente que después de haber sangrado sus efectivos hasta agotarlos no podría luchar contra él durante mucho tiempo.

Treinta minutos más tarde, el avión había despegado y les habían servido unos cócteles. Bella se sentó en su asiento frente a su nuevo marido bebiendo una margarita, miró por la ventana, observando distraídamente las nubes que pasaban a su lado, demasiado nerviosa para establecer contacto visual con el hombre que ostentaba semejante poder sobre ella.

-Tienes unos pechos espléndidos-, murmuró Shawn, consiguiendo su total atención, los ojos abiertos como platos. No esperaba que fuera tan directo, aunque ahora ya tenía una pista, ser directo formaba parte de su naturaleza. -Puedo ver cómo tus pezones se yerguen bajo la blusa- observó como ella se despejaba la garganta nerviosamente y apartaba la mirada, -¿Es por el frío, la excitación, o son las dos cosas?-

Excitación, pensó, retorciéndose un poco en su asiento. –Frío-, susurró.

Bella cerró los ojos brevemente, cogiendo fuerzas. Aunque pareciese una idea perversa y estúpida, su cuerpo siempre había respondido naturalmente al hombre sombrío y prohibido que se sentaba enfrente. Era como si los dioses hubieran creado su cuerpo con el único propósito de deleitarse con Shawn. Ningún otro hombre conseguía que se pusiere caliente sólo con unas palabras o una simple mirada, ninguno, sólo él.

Odiaba admitirlo, pero parecía más peligroso y atractivo que nunca, todavía llevaba el mismo traje negro italiano con el que se casaron, estaba tan atractivo con el pelo castaño despeinado y con la corbata suelta colgando descuidadamente de su cuello...

PECADOS PATERNOS; shawn mendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora