¿Adios? ||J.V.||

Vivir de recuerdos.

A la mañana siguiente los ojos de el rubio se abrieron de golpe, su vista se clavo en el blanquecino techo de su habitación.
Una lágrima se deslizó por su mejilla hasta llegar a la almohada en la que el rubio se encontraba recostado.
Los rastros de esta fueron retirados de su rostro casi de inmediato.
El chico se levanto de su cama rápidamente y se dirigió al baño, no sin antes tomar de su buró una foto de su fallecido novio.

—No puedo más—hablo, miro la foto como si esta pudiese escucharlo—ya no soporto más todo esto, estoy cansado de tener pesadillas todas las noches, de soñar que aún estas aquí, y que al despertar todo sea solo eso, sueños—sus ojos empezaron a llenarse de agua—odio que tengan que sedarme cada noche para poder dormir, odio no tener apetito, estoy cansado de llorar todos los días, no puedo más, no puedo más, odio mi vida sin ti—lágrimas empezaron a bajar por sus mejillas—lo siento.

Salio del baño dejando aquella foto en su lugar, tomo un frasco de pastillas que se encontraba en un pequeño cajón que estaba algo oculto, se sentó en el suelo y miro aquel frasco con detenimiento aún llorando.

Lo abrió y con manos temblorosas vacío en una de ellas la mayoría de las pastillas que este contenía, se quedó mirándolas por algunos segundos y lentamente las acerco a su boca.
Apretó los ojos y justo cuando los medicamentos iban a entrar a su boca alguien apareció dentro de su habitación.

—Alonso ¡NO!—el chico se lanzó sobre él provocando que aquellas pastillas cayeran al piso.

—¡Dejame! no quiero seguí aquí, no quiero esta vida, no la quiero—lloraba desesperadamente, y gritaba intentando zafarse del agarre de aquel chico.

—Alonso esa no es la solución—lo abrazo con fuerza tratando de evitar que se hiciera daño.

—Tú no lo entiendes—se rindió —es muy difícil vivir de recuerdos.

—Entonces no lo hagas—le miro con tristeza—deja de vivir de los recuerdos, vive el presente, crea nuevos recuerdos para el futuro.

—No es tan fácil Alan, no lo es—se aferro al cuerpo de su amigo en un fuerte abrazo.

—Se que las cosas parecen ser difíciles, se que no hay más que oscuridad en tu vida porque perdiste a tu estrella, pero ahí no se acaba todo, porque te haz olvidado de que tú también eres una estrella, una que tienes luz propia y que tu brillo puede terminar con toda aquella oscuridad—beso la cabellera del menor—y con el tiempo descubrirás a algunas otras estrellas que te ayuden a iluminar tu cielo por completo.

El rubio lo miro y sonrió, era la primera vez que sonreía en meses, la primera vez que lo hacia de verdad, era una sonrisa sincera que simplemente se escapo sin que él lo quisiera.

—Ahora, ¿qué te parece si limpiamos un poco tu habitación?, no esta muy ordenada que digamos—miro a todas direcciones.

—Esta bien—sonrió de nuevo.

Ambos chicos se pasaron la mayoría del día limpiando, hasta que todo quedó recogido.

—Que cambio tan grande—dijo el menor.

—Si—dijo riendo—ahora veme—se puso frente a él mirándolo a los ojos—quiero que cierres los ojos y recuerdes cada  objeto que levantaste y acomodaste en su lugar.

El rubio obedeció.

—Listo—dijo el más chico.

—Ahora abrelos—coloco sus manos en los hombros de el menor—tú eres esta habitación, cada objeto que acomodaste es una pedazo roto de tu vida, y así como limpiaste tu habitación con paciencia harás lo mismo con tu vida, yo te ayudare como lo hice hoy, pero quiero que sepas que lo de reconstruir tu vida sera más difícil que arreglar tu habitación y al igual que no pudimos reparar el espejo que rompiste habrá partes que no podrás sanar por completo, pero tendrás que aprender a vivir con ellas, ¿de acuerdo?—el menor solo asintió con una leve sonrisa, y los ojos cristalizados apunto de llorar.