Había una vez un pequeño soñador que nacía allí donde la tierra no está asfaltada por todas partes, allí donde las gargantas se secaban por la falta de agua y no por el aire acondicionado del centro comercial. Este soñador crecía abrazado a su madre con unos bracitos huesudos y cada día más pesados; venciendo batallas que por la suerte de nacer le tocaba encarar; aún innecesarias, aún inhumanas y totalmente evitables eran sus guerras en un día a día de hambre, sed, enfermedades y miedo.
Pero, llegó al colegio. Sí, ese al que entraba tras hora y media de campo que desgastaba suelas y torcía tobillos. Aprendió, y supo que la vida no era igual en todas partes, que el globo estaba pintado de oro al norte y de sangre al sur.
Al final, con 20 años, no podía evitar soñar como buen soñador que era. Soñaba con el mar, el Mediterráneo, lo que se escondía tras la barrera que formaba entre su país y sus sueños. Se despidió de su madre, de su padre, de su hermana, de sus vecinos, y partió.
Una carta tenía que ser la que explicara las alegrías de su llegada a Europa. Pero la carta que llegó parecía ficción en la realidad que creían conocer. La familia del soñador lloraba leyendo las líneas del texto, asustados. Ni el peor de los pensamientos imaginarian que el mundo de oro fuera tan terrible, incluso más, que el mundo de sangre. Pero su hijo describía la maldad con la que se habían aprovechado de su pobreza de camino al mar, y en él ya, los gritos que se ahogaban a la deriva, la separación de familias tragadas por las olas, el frío que cortaba la piel. Un leve alivio al pisar las playas de Cádiz, al fin; también a su llegada a Almería con otro grupo de soñadores que le habían contado que había trabajo en los campos del mar de plástico. Había podido escribir la primera carta en esos días. Tras tanto ajetreo.
La segunda carta llegó tres meses después con 400€ dentro de ella, un dineral. El soñador contaba que ahora vivía en una habitación pequeña con colchones húmedos en el suelo, con 4 hombres más. Trabajaba mucho, aunque hubiera hecho mucho calor. Se pasaba 12 horas cultivando, arando, recogiendo, recolectando y almacenando bajo esas telas de plástico del invernadero. Su sueldo era de 200€ al mes. Cuando no tienes nada todo puede parecer mucho. La desesperación vende almas y cuerpos, y el dueño de los invernaderos era su amo. El soñador sabía que estaban esclavizados, pero no quería rendirse, y tampoco se atrevía a huir.
Había un grupo de chicas marroquíes trabajando con ellos. Había escuchado a sus compañeros dar gracias a Dios por no ser mujeres en esos campos, y al preguntar por qué, estos le respondían que ellos vendían su alma y sus manos, pero que esas pobres mujeres eran violadas día sí día también por el monstruo que les tenía ahí encerrados y que si en algún momento intentaban levantar la voz, las vendían como simple mercadería a puteros y proxenetas. Condena a una vida de abusos y maltratos constantes, violaciones y más que posibles asesinatos si no cumplían.
"Jamás pensé que acabaría esclavizado por otra persona, menos en el mundo de oro."
Y llegó la tercera carta. Con otros 400€. Esta explicaba que poco después de la segunda carta, se habían hecho elecciones. Había un hombre blanco con barba que no paraba de acusarnos por ser negros de que éramos unos violadores, como el amo, unos violentos, como el amo, unos asesinos, como el amo, unos ladrones, como el amo. Decía que debíamos de desaparecer de su país porque no teníamos hueco y no valíamos nada para él y su pueblo.
"No podía creer lo que escuchaba de la boca de ese... No hay palabra que lo defina, pero en el momento en el que me contaron que en el día de las elecciones le habían votado más de medio millón de personas, comprendí cosas. Todo tenía sentido; mi situación, mi dolor, el de mis compañeros, el de las mujeres. Tengo miedo. Llevo encerrado meses, no he hecho nada de lo que dice ese loco. A nosotros no han parado de hacérnoslo. Mamá, papá, hermana. Tengo miedo. Lo siento mucho."
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De las Cenizas al Fuego
Short StoryDe las Cenizas al Fuego es una historia que quiere poner de relieve la situación de un indeterminado (al que llamo soñador) y que representa la realidad de mucha gente en España, que se ve en situaciones de extrema necesidad y a merced de personas d...