El oasis del recuerdo.

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Mi último recuerdo nuestro, no sé, tenía mucho de no saber de ti, ni de pensarte, eras casi inexistente después de tanto. 

Salía de aquella fiesta, entre frases alguien mencionó que te vio con alguien más, compartían sus labios, sus manos se entrelazaban, sus miradas se perdían y finalizaban sonriendo. Suena bonito, pero no es tan bonito desde mi punto, la mente sabe jugar bien a las cartas, aún cuando intentas darle vuelta y meterla en otro asunto, en otro lugar, en otra vida, te muestra sus cartas y te gana la partida. Y ahí, sin más que mis ojos llenos de lágrimas lo retraté todo. El dolor es efímero esta vez, hace mucho no sabía de ti y recordarte así no es mejor, pero estabas ahí.

Llegué a mi casa, entré a mi cuarto, apagué la luz y me paré frente al espejo. Me quité la ropa y comencé a llorar, bajé la cabeza para no ver mi rostro derrotado por los recuerdos, frente al espejo; y entre lágrimas imaginaba que al levantar el rostro me iba a ver al espejo sonriendo, contigo entre mis brazos como la última vez que estuviste conmigo en este lugar, pero no sé si sería grato vernos juntos de nuevo, por eso no levanté el rostro. Me abracé y me senté en mi cama; mi celular comenzó a sonar, lo hice a un lado y cerré los ojos, estabas frente a mi, sonriendo y tus dedos hicieron risos en mi espalda, tus brazos me apretaron fuerte, y tu risa burlona, risueña y sucia estaba en mis oídos. 

Me recosté en mi cama y dormí, era lo mejor que podía hacer.

Estaba frente a las estrellas, en la playa, una fogata me acompañaba; encendí un cigarrillo, era ya el sexto, y de nuevo estabas ahí, en las estrellas. Sí, hace un rato estaba feliz, dentro de una glorieta bebiendo con amigos, pero ¿que pasó?, ¿Por qué este giro? Le preguntas a la persona equivocada, no lo sé, pero es triste vivir de recuerdos. Los recuerdos son fotografías eternas, fotografías hechas en momentos determinados y que junto a sentimientos determinados se convierten en un puñetazo de K.O en el último round, exacto, te mandan a dormir.

De pronto un perro puso su pata sobre mi mano y lamió mis lágrimas, se recostó en mi hombro y a su salud y a la salud de las estrellas que habían soportado tu rostro saliendo de mi pecho como el holograma perfecto, me bebí media botella de Tequila y perdí la cordura.

Caminé hacia la orilla de la playa y la arena rosó mis tatuajes, mis manos estaban muy suaves, extrañamente suaves, como si se tratase de aquella crema francesa que regaste en mis manos hace años, observé al fondo a mis amigos buscándome; en mi vida hubiese querido que me viesen así, uno de ellos me encontró, -Por favor, diles que no me encontraste y ven por mi en 5 minutos, necesito estar sólo. 

Se dio la vuelta y se fue. 

¿Acaso me estoy volviendo loco? hace tiempo debí arrancarte de mi mente y pensamiento y sigues aquí como si ésta fuera tu casa, todos los seres necesitamos que los inquilinos respondan a nuestras necesidades, tienen derecho de estar en nuestras casas si nos cumplen, si nos garantizan la acéfala felicidad. Todos damos permiso si recibimos algo a cambio, y hace años no recibo nada de ti y sigues aquí, no es justo para mi y mucho menos para ti, estás feliz con alguien más y yo estoy a la orilla del mar pensando en que las olas tienen unas curvas parecidas a las tuyas, ¿me obsesioné a caso? quizá era hora de salir de esto. En unas horas pasé de felicidad a angustia, de angustia a tristeza, de tristeza a locura, de locura a obsesión ¿Es acaso éste el experimento perfecto de como una persona puede sufrir la pérdida de otra? porque si es así, díganle al doctor que su hipótesis fue correcta, todos somos capaces de arrancarnos el alma por otras personas, porque hay personas que valen la pena, valen los riesgos, valen la vida; y mi asqueroso caso es ese en el cual lo valía todo.

Me levanté y tambaleando llegué a la glorieta, la mayoría de amigos se habían ido a dormir, a disfrutar en otros lados del rancho y sólo aquel que me encontró en la playa estaba ahí. Prendí mi séptimo cigarrillo, me senté frente a él y lloré; tocó mi hombro, -Vamos viejo, no es necesario morir por otras personas, mucho menos morir por personas que no morirían por ti.

Le conté la fatídica historia y subrayé la parte de la fiesta en la cual volviste a mi pensar. Al vigésimo cigarrillo comprendí que todo iba a estar bien, quizá era la última vez que aparecías en mi, quizá era el fin de todo y me sentía orgulloso, orgulloso de haber sobrevivido al ciclo de la locura, porque no sé como no rodé hasta las olas y me ahogué. Estaba orgulloso de saber que en algún lugar del mundo hay una mano sosteniendo a otras personas, me dí cuenta que en este oasis pude lavar mi cara y darme cuenta que viví en un espejismo causado por el desierto. Amaneció y sonreí.

Hay mucha locura en el ser humano, me parece increíble de hecho. Un día está junto a lo que más ama, al siguiente lo pierde y al siguiente se encuentra ahogado en recuerdos. Todos tenemos fotografías eternas, todos vivimos con esas fotografías en nuestras mentes, algunos las usan como inspiración, otros como experiencia y otros como un problema. Yo creo que el verdadero problema es el ser humano, que no es capaz de darse cuenta que en esta vida todos vamos a sufrir, a sonreír y recordar, todos vamos a ser una mierda con otra persona, pero muchas personas van a ser una mierda con nosotros, el truco se encuentra en no ser muy mierda, evitar a personas de mierda, sufrir lo suficiente para que al sonreír se multiplique todo, y nunca olvidar, porque el día que olvidemos aquello que nos lastimó, volveremos a cometer de nuevo el mismo error.

Ojalá y nunca hayas leído nada de lo que te he escrito, porque me destrozaría saber que a pesar de esto, no me hayas buscado.

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⏰ Last updated: Jan 03, 2019 ⏰

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El ciclo de la locuraWhere stories live. Discover now