Prólogo

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Tras una tarde atareada, llegó a casa. Su padre estaba de vacaciones con su madre, por lo cual, la casa estaba completamente abandonada. Lo primero que hizo fue encender las luces del primer piso, y, a su paso, el gran televisor de la sala. Sabía que sus progenitores estaban pasando momentos duros; tantas peleas a libre escucha no eran buenas para nadie en esa vivienda. Por mutua decisión, tomaron ese extraño viaje, no tan lejos de la ciudad. Se guiaron por la común creencia que un tiempo juntos les ayudaría en su malestar. ¿Pero cómo mejorar, si estar juntos era el principal problema? Tony no lograba entender ni el método de alivio ni la raíz del problema, pero por más que los gritos traspasaran las duras paredes de madera, resonando así en toda la vecindad, cuando miraba los ojos de uno, sabía que ese amor no se había extinguido, que todavía había una oportunidad, y que si realmente se querían, tratarían las veces suficientes hasta encontrar la solución indicada. Confiaba en su amor lo suficiente como para siquiera cuestionarse una posible ruptura.

Después de revisar de forma vaga los canales y notar que no había nada verdaderamente cautivador, simplemente subió el volumen (simulando una falsa y múltiple presencia en el lugar), para luego revisar con la vista si todas las ventanas estaban cerradas. Últimamente en el barrio estaba presente una extraña ola de robos. No lastimaban a nadie ni hurtaban cosas con gran valor. Lo principales arrebatos se basaban en herramientas de mecánica o metales. En su hogar no había ninguna de las dos cosas, pero el asegurarse de estar fuera de peligro no dejaba de ser algo importante.

Había comido fuera, con su grupo de amigos, por lo cual, por más raro que fuera (basado en su actitud), no puso ni un pie en la cocina y simplemente subió al segundo piso, donde se encontraba su habitación. Estaba bastante sucia, no podía mentir sobre aquello. La ropa sucia se dividía entre dos tandas: una sobre la cama y otra sobre un pequeño sillón para visitas. Solía enviar las prendas a la lavandería, pero con su mamá fuera del domicilio, el ser limpio dejo de ser una cosa de primera necesidad. Sus prioridades se dividían en tres y estaban muy definidas: Internet, Netflix y los suficientes dulces en la despensa para una larga tarde de juegos. El estudio no dejaba de ser relevante, pero con sus vigilantes lejos, no tenía quién lo apresurara en sus responsabilidades. Se sentía bien, pero no quitaba que los extrañara un poco.

Sostuvo el picaporte y abrió con tranquilidad. No era como si se esperase lo que estaba a punto de pasar. Ambos ojos se miraron con atención. El miedo recorrió el cuerpo de Tony de pies a cabeza. ¿Qué hacía ese chico metido en su mismísima casa, en su habitación? ¿Acababa de interrumpir un intento de robo? ¿Iba a ser secuestrado y llevado lejos, siendo incapaz de ver a su familia otra vez? Estuvo a punto de rezar por una salvación, cuando se dio cuenta que ese chico no parpadeaba, ni se movía, y probablemente no respiraba, por la falta de movimiento de su pecho. ¿Acaso acababa de ser involucrado en un homicidio sin siquiera ser parte de él? Pero el chico no parecía tener ninguna herida importante. Antes de seguir imaginando hipotéticas explicaciones, vio que entre esas pálidas manos, el muchacho sostenía un sobre a su nombre. La pesadilla acababa de empezar, y él sería quien le daría comienzo.

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⏰ Last updated: Jan 07, 2019 ⏰

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MuñecoWhere stories live. Discover now