Capítulo I

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Había que ser un tonto para poder enfrentarse a un soldado elfo, en especial si eras un simple esclavo humano. Sin embargo, lo que veía nuestro sabio Número Cero era valentía, audacia y la mejor guía para el futuro para la humanidad. Con una gran astucia, en venganza, Número XXXIII no pudo contener la rabia que sentía al ver un acto de injusticia y repulsión, por lo cual golpeó con un palmazo al guardia en la cara para aturdirlo, luego con una agilidad impresionante le arrebató su lanza, ocasionando una zancadilla que lo hizo caer y con la punta de arma desarmó la parte de la armadura de la cintura, provocando una situación embarazosa; cuando el guardia se paró enfurecido, no se dio cuenta que su vestimenta interior había caído y todos vieron sus genitales expuestos. Su miembro estaba lleno de líquidos pegajosos rojizos—producto de la violación contra la humana— y se veía un tierno trasero como el de un bebé: blanco y suavecito. Por eso las risas se soltaron a carcajadas gigantes y eso dolió mucho más que el ataque que le propinó la muchacha: dañó su orgullo.

Acto seguido de subirse su traje, el hombre pensó dos veces antes de atacar a la esclava, no solo la presencia de muchos esclavos lo avergonzaba, sino que se encontraba con una de las luchadoras favoritas del rey elfo y experta en combate. Aun así, sabía que las reglas eran las reglas y no debía dudar ante lo que debía hacer, por lo que sacó su espada corta con la intención de matarla. No obstante, antes de dar el primer paso, una espada atravesó el lado izquierdo de su espalda, dejándolo incapacitado por culpa del dolor, quedó paralizado al sentir como el metal desgarraba de a poco su carne y lo mantenía ahí, parado como un pobre animal aceptando su muerte. El escenario de cómico pasó en un segundo cambió a uno escalofriante, las risas se ahogaron de manera inmediata al presenciar el acto macabro y la imponente imagen de uno de los generales más grandes del reino que atemorizaba a cualquiera con su vigorosa espada de cristal: Sir Rodrick.

—Dos leyes rotas merecen la muerte. Violar a un esclavo siendo un Elfo y tratar de asesinar a una de las luchadoras especiales de nuestro rey, solo para hacerla callar de tu acto impuro —el caballero sacó el arma con elegancia de la carne, dejando caer el cuerpo a los pies de la chiquilla, luego extendió su mano hacia a un lado para recibir un pañuelo de parte de sus guardianes y tranquilamente limpió los rastros de sangre que ensuciaban su espada.

«No pude sentir su presencia...»—pensó sorprendida la muchacha.

—¡Qué asco! —gritó Número X al escuchar semejante atrocidad e impureza— ¡Un elfo nunca debe caer en las bajezas de...

Sir Rodrick interrumpió de manera inmediata al esclavo, con una mirada atemorizante hizo que nuestro Número X chocara su cabeza contra la pared y debido a ello se mordió la lengua. Un gemido de dolor reprimido salió de sus labios y nada más salió por la boca del lunático: lo mejor no era hacer enfadar al Gran Gigante de Cristal.

Tiró su larga cabellera azabache hacia atrás, se giró para que, sus ojos verdes se cruzaran con los de la chica, por unos segundos quedó hipnotizado, como si estuviera rodeado del mismísimo cielo. A pesar de los labios resecos de la joven muchacha, un rostro cansado y magullado, existía algo que le hacía sentir que estaba a punto de tocar el cielo, un sentimiento ahogado le invadía, no sabía del por qué, pero prefirió ignorarlo y cumplir su trabajo.

La mano derecha del rey se acercó a la esclava, le dio la vuelta y le destrozó el trapo que llevaba. La puso a la vista de todos, exhibiendo su espalda desnuda y ella solo pudo cubrirse los pechos con vergüenza, odiaba sentirse sometida ante cualquier ser, en especial un traidor de la raza humana.

—¡Recuerden todos ustedes! —su voz fue lo suficientemente energética para llamar la atención de los humanos—. Les hago memoria, que solo son esclavos y el próximo ser que golpee a un elfo de guardia será castigado. ¿Me han entendido?

Número XXXIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora