Capítulo 1.

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Algo me sigue


El primer recuerdo que tengo es en este orfanato.

Recuerdo que estaba solo, sentado en el jardín trasero del orfanato, apoyado en el tronco cortado de un viejo árbol. Mantenía una animada conversación con alguien, no recuerdo su aspecto, pero recuerdo una sensación cálida. Se sentía bien. Me sentía como en casa.

Nunca supe que les pasó a mis padres ni por qué me dejaron aquí. He pasado toda mi vida encerrado entre estas descascaradas paredes pintadas de colores beige y manchados con la humedad y los años. Normalmente estaba solo, incluso en la escuela que se encuentra a unas cuadras de aquí. No es que haya juntado el valor de preguntar, pues a pesar del inmenso deseo de saber mis orígenes me aterra saber que no me desearon.

—¡Peter!— gruñó Marge, una de las cuidadoras del orfanato. Marge era como Filch y Snape, siempre buscaba situaciones comprometedoras para castigarnos y no se perdía ni la más mínima oportunidad para hacerlo.

Me di cuenta de que estaba de pie en medio del salón sujetando la escoba sin hacer un solo movimiento.

—¡vuelve al trabajo o te quedaras sin cenar! — se escuchó el fuerte estruendo del metal chocando contra el suelo. Marge se volteó buscando al causante de tal disturbio y su mirada cayó sobre Nathan, un chico del segundo piso de cara redonda que siempre parecía asustado.

En el orfanato los niños estamos distribuidos por edades, pues según las cuidadoras así es más fácil mantenernos ordenados. En el primer piso están niños de 0 a 12 años, estando los de menos de cinco años más cerca de la habitación de las cuidadoras. Los del segundo piso son niños de 13 a 20 años. Generalmente los niños se van después de los 20 años, por lo que el tercer piso queda libre para las niñas de 13 a 20 años.

Las habitaciones del segundo y tercer piso cuentan con tres literas cada una, con pintura simple y no se nos deja colocar nada en las paredes.

Al finalizar los deberes de limpieza cenamos en el comedor y pronto nos fuimos a la cama, pues al día siguiente había clases. A pesar de eso no logré conciliar el sueño, pues sentía una mirada constante. De pronto la puerta de la habitación comenzó a abrirse, y por el rabillo del ojo divisé la silueta de una persona. No podía ver de quién se trataba por la oscuridad y porque me encontraba recostado en posición fetal, de espaldas a la puerta. Quería voltearme, sentía la necesidad de hacerlo, pero estaba paralizado.

La figura avanzó hasta mi en completo sigilo y estiró su mano hacia mi rostro, como si quisiera tocarme, estaba a un centímetro de mi mejilla, pero titubeó y la retiró rápidamente. Sentí un sudor frío recorrer mi espalda, y de pronto una sensación familiar me abrazó, cálida.

La luz de la habitación se encendió. Me senté sobre la cama casi como acto de reflejo en busca del intruso que se había metido a la habitación, pero solo me encontré a Nathan y su pijama de cohetes. Con una mano sujetaba un peluche, y con la otra se quitaba una pequeña lágrima naciente.

—¿Qué sucede, Nathan?— Pregunté, enfurruñado por no poder encontrar al verdadero intruso.

—Tuve una pesadilla, Peter— Su labio inferior se estiró haciendo un tierno puchero, que sin dudarlo me quitó el ceño fruncido —¿Puedo dormir aquí contigo?— Sin poder negarme me hice a un lado para dejarle espacio en la cama. Nathan sonrió y corrió a acostarse junto a mí.

Las mañanas no suelen molestarme en lo absoluto. Prefiero levantarme temprano e ir a clases que quedarme en el orfanato sin hacer algo. Pero ese no era el caso hoy. Pues bien, es un poco difícil levantarte de buen humor cuando un intruso entra a tu cuarto la noche anterior y se desvanece en el aire. Después de tal hecho no pude pegar el ojo por más de dos horas, y ni siquiera de largo, pues a ratos me despertaba sobresaltado.

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⏰ Última actualización: Jan 12, 2019 ⏰

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La extraña vida de Peter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora