Capítulo 18

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Arvel descendió del cielo, aterrizando sobre el suelo de la plaza sin hacer más ruido que el de la corriente de aire que se había formado a su alrededor. Antes de que la tela de su túnica tocase el suelo, sus alas ya habían desaparecido. Caminó hasta la taberna, con el más mínimo susurro de nerviosismo en la cabeza, después de haber dejado a sus compañeros solos durante los últimos días.

En cuanto abrió la puerta, el olor de pan recién hecho y cerveza le inundó la nariz.

—¡Arvel! —exclamó Ebony, dejando lo que estaba haciendo para saltar la barra y apresurarse hasta su compañero—. ¿Dónde has estado? —preguntó, con obvia preocupación.

El joven recibió el abrazo de su compañera sin queja alguna, al igual que el puñetazo que le dio en el brazo en cuanto se separó de él.

—Lo siento —respondió Arvel sin alzar la voz, a pesar de que sabía que el resto de sus compañeros estaban escuchando, a la espera de una explicación por su desaparición. Zafrina, Rhonda y Alessia se encontraban juntas en una mesa al lado de las ventanas, observando a su compañero con curiosidad. Nahuel estaba sentado en una de las butacas al lado de la entrada, con libro en mano y Mael se encontraba todavía sentado en la barra, allí donde había estado hablando con Ebony—. Tuve una emergencia familiar.

—¿De verdad? —comentó Zafrina, alzando la voz para asegurarse de que todos sus compañeros podían escucharla con claridad. Su sonrisa, fina y alargada, reflejaba la misma picardía que brillaba en sus ojos. Arvel reprimió un suspiro de cansancio, manteniendo sus ojos inexpresivos—. ¿Qué tipo de emergencia familiar requiere que pases días paseándote por el Palacio del Cielo? —el joven entrecerró sus ojos celestes, mientras sus pupilas se afilaban—. ¿Qué? ¿No vas a decir nada más?

—No —respondió él, sabiendo que la mejor forma de apaciguar la sed de Zafrina era ignorándola.

Detrás de él los ojos de Nahuel se clavaron en su espalda con curiosidad. ¿Qué asuntos podía tener su compañero en el Palacio del Cielo...? Como si supiese lo que estaba pensando, Arvel ladeó la cabeza para mirarle y le sostuvo la mirada.

Nahuel dejó escapar un suspiro y puso sus ojos en blanco, captando la amenaza sin mayores problemas.

—Bueno, sea lo que sea, no puedes desaparecer sin más... Estábamos preocupados —Ebony volvió del otro lado de la barra, con Arvel pisándole los talones.

Se sentó al lado de Mael, quien le dedicó una sonrisa de bienvenida.

—¿Todo bien? —le preguntó.

—No —respondió Arvel, cerrando los puños debajo de su túnica, donde nadie podía ver el gesto—. Pero no es nada de lo que tengáis que preocuparos.

—Arvel, sabes que estamos aquí para ti, siempre lo hemos estado —le dijo Mael.

—Si necesitas cualquier cosa... —comenzó Ebony, mientras le servía un vaso de agua con hielo sabiendo que no lo iba a tocar. A pesar de los meses que habían pasado conviviendo, sobreviviendo, la joven jamás había visto algo más aparte de sus ojos.

—Lo sé, Bony —la interrumpió el joven, sonriendo debajo de la tela negra. Quiso poner una mano sobre el hombro de su compañera y darle las gracias, pero mantuvo los brazos pegados a su costado, como siempre—. Pero lo arreglaré por mi cuenta.

—Sé que sea lo que sea vas a poder solucionarlo, siempre puedes —dijo ella, bajando la voz lo suficiente como para que solo ellos tres se sintiesen parte de la conversación, creando una atmósfera de sinceridad—. Pero eso no significa que tenga que ser así.

Academia De Bestias (ADB #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora