Escucha que la visita se instala en la cocina y comienza a hacer ruido mientras mueve objetos de un lugar a otro. La curiosidad le gana y por ende se incorpora en la cama. Por unos largos segundos mira la puerta de su habitación, cerrada, y luego observa las mantas esponjosas y suaves que le cubren. Con todo el esfuerzo del mundo sale de la cama y se dirige fuera de su pieza, hacia la cocina donde aún escucha el bullicio provocado por la persona recién llegada.
Ahí se encuentra con Kirishima.
Tamaki observa como el pelirrojo abre la puerta de la alacena sobre las hornillas y, luego de observar los platos por un rato, toma uno de éstos y, posteriormente, busca un tenedor en el interior de uno de los cajones. El pelinegro mayor entonces se percata de que la tetera se halla sobre la estufa, siendo calentada y brotando vapor por la boquilla, anunciando que el agua en su interior ya está hirviendo por lo que, Eijirō, con rapidez, la toma por el asa y sirve, cuidadosamente, el líquido en una taza de color blanco que ha tomado de otra sección de la alacena.
Haciendo malabares, el de dientes afilados se da la vuelta y sus ojos rojizos se encuentra con los negros de Amajiki; una sonrisa se forma en su rostro mientras deja todo sobre la mesa de la cocina donde descansa una cajita rosa pastel.
—Hola, senpai. Lamento haber entrado sin avisar antes que vendría.
Tamaki no dice nada y únicamente niega con la cabeza, viendo todo lo que ha ordenado Kirishima.
—Está bien— responde el mayor, sintiéndose extraño por oír su voz pues desde hace unos meses que se ha vuelto aun más callado y a penas profiriendo un par de palabras—. No tienes que decirme cuándo vendrás. Sabes que puedes llegar cuando quieras.
—Sí...— una risita apenada sale del menor mientras se soba la nuca—. Supongo que de lo contrario no tendría una copia de la llave. ¡Ah! Senpai, sientese, he preparado un poco de té para acompañar el postre.
—¿Postre?
—Sí. He comprado un par de pasteles para usted.
Amajiki entonces se va deslizando hacia su silla, acomodándose en ésta, y observa como el menor abre la caja y muestra los pastelitos bien adornados dentro de ésta; uno de chocolate, otro de nata y fresas, y uno de algo que no sabe si es café u otra cosa, pero todos se ven apatecibles.
—Pensé que le levantarían el ánimo— explica Kirishima, dejando la caja frente a su supuesta pareja y dándose media vuelta para servirse un poco de té—. Los compré en una nueva cafetería. Dicen que es muy buena.
—Muchas gracias.
—No es nada.
Amajiki coloca el pastel de nata y fresas con mucho cuidado sobre su plato al mismo tiempo en que el de ojos rojizos se sienta frente a él, con una taza verde entre sus manos. Kirishima observa que su acompañante no parece muy entusiasmado con los pastelitos pues se limita a picar la comida con el tenedor, aún sin probar.
—¿Cómo ha estado? — Eijirō sabe que es un pregunta un tanto estúpida pues es consciente y es testigo de lo mal que el mayor se la está pasando—. ¿Qué tal le ha ido con Fat Gum ahora que ya es un héroe oficial?
—Ha estado bien... Es una lástima que ya no tengamos turnos juntos...
—Es verdad. Si teníamos misiones siempre procuraba prestarle atención, ya sabe, para aprender algo más.
—¿Por qué?— los ojos oscuros del mayor dejan de observar el postre y se clavan en el menor que da un rápido sorbo a su té.
—Porque usted es un gran héroe. Yo realmente lo admiro, senpai. Es inteligente y tiene talento. Quisiera ser tan bueno como usted.
Un rojo intenso cambia el color del rostro del mayor mientras una tímida sonrisa se abre paso en sus labios y sus ojos descienden al pastelito. Finalmente, el muchacho corta un trocito y se lo lleva a la boca. Casi suspira con alivio al sentir el delicioso sabor dulce de la nata y la fresa en sus papilas gustativas; no hay nada mejor que té, algo dulce y la compañía de sus seres queridos para sentir que su ánimo mejora.
—¿Cómo te ha ido a ti, Kirishima-kun?
Y entonces un brillo de emoción y decisión se abre paso en el rostro del aludido. Poco después, el pelirrojo comienza a relatar como le ha ido en los últimos días, explicando que ha mejorado en su técnica de combate y que ya puede controlar su quirk de mejor forma. Tamaki se limita a escucharlo, de vez en cuando asintiendo o soltando monosílabos, con orgullo impreso en su mirada y felicidad de ver que al menos a uno de los dos le está yendo bien.
Las horas se pasan amenamente y solo cuando empieza a caer la noche Kirishima supone que debe marcharse. Así, aún charlando, los dos ordenan la cocina y limpian la vajilla usada. Posteriormente Eijirō se encamina a la puerta, donde se calza los zapatos y se acomoda el bolso sobre el hombro.
—No olvide comer propiamente, senpai. Nejire-senpai me ha dicho que suele saltarse las comidas muy seguido.
—No tengo hambre. Solo como lo necesario para el trabajo.
—Senpai, tiene que procurar su salud. No quiero que tenga anemia. Necesita la energía suficiente para actuar como un héroe correctamente.
—Haré lo que pueda— asegura Tamaki, estrujandose los dedos como un niño amedrentado.
—Bien— sonríe Kirishima—. Nos vemos después, senpai. Descanse.
—Ten cuidado al volver a Yuuei.
—No se preocupe— dice el menor, girándose para abrir la puerta principal y haciendo un saludo militar para verse cool—. Puedo defenderme sin problema.
—Adios.
Los ojos oscuros se quedan clavados en la madera de la puerta durante un largo rato para luego bajar y observar sus pies descalzos. Al darse la media vuelta, inspecciona su apartamento y no puede evitar sentirse solo y abandonado. Ya es primavera, pero el sitio se siente frío no por el clima si no por la inexistente presencia de alguien más que él.
Amajiki no puede evitar sentirse un poco vacío.
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Sentimientos por la Luna
FanfictionEl Sol estaba enamorado de la Luna, pero ella no sabía que brillaba por él.