Yo lo intentaba, de verdad que sí, pero no se me iba de la cabeza. No podía dejar de pensar en las palabras de Charles. En cómo no me rechazó, sino que pareció apenarse por no poder salir conmigo por culpa de su trabajo y estudios. ¿Y si realmente tenía oportunidades con el chico que me desvela durante las noches? No lo sé... Sólo sé que tenía que concentrarme en lo que tenía frente a la pantalla del ordenador, y que no lo lograba por más que me esforzara.Comenzaba a frustrarme, había perdido media mañana (y por lo tanto media jornada de trabajo) en escribir un simple y estúpido informe sobre el estado de los materiales metálicos de la empresa. ¡Y ni siquiera lograba acabarlo! Me encontraba consternado ante la idea de causar algún problema de retraso para los trabajadores que necesitaban el papelito con todo escrito para así poder avanzar en la fabricación de los objetos requeridos por los varios clientes que tenemos al mes. Decidí que lo mejor sería cerrar los ojos, respirar durante un rato para distraerme del resto del mundo y después terminaría el informe. Funcionó. Durante esos minutos en los que trataba de calmarme a mí mismo no pensaba en nada más que no fuera el ritmo o el sonido de mi respiración, y gracias a eso en cuanto volví a abrir los ojos mi mente estaba en blanco. Fui capaz de terminar y entregar todo a tiempo. Para cuando volví a mi despacho ya se había hecho la hora de salir. Aún me quedaba una hora para ir a recoger a mis hijos, así que podría disfrutar de un tiempo libre para mí mismo. Recogí mis cosas (maletín, chaqueta, etc), las dejé en el coche, y acto seguido me encaminé a la cafetería con la esperanza de que Charles aún siguiera allí por más que ya fuera casi la hora de comer.
Traspasó la puerta de cristal y una enorme decepción se apoderó de él al no ver al chico al otro lado de la barra saludándole con esa energía que sólo él era capaz de desprender. Pero bueno, tampoco iba a desperdiciar el viaje, por lo que se intentaría conformar sólo con la comida aún estando ausente la buena compañía. Escogió como acostumbraba la mesa más cercana a una de las ventanas, pues si hay algo que disfruta Erik era el ver caminar a la gente y analizar con detalle hasta el último rasgo de su personalidad; únicamente basándose en su ropa y forma de caminar. Podría simplemente leer el periódico, pero estaba seguro de que si prestaba atención a todas las desgracias que ocurrían ahí fuera se volvería loco.
En cuanto el camarero se le acercó pidió una cerveza (fresquita) y algo para picar mientras tanto. Después sacó el móvil de su bolsillo y contestó a un par de mensajes de amigos que insistían en quedar para irse de fiesta con él. Cosa que sinceramente, no le apetecía nada. Tenía que cuidar de tres niños, volver borracho a casa no era una opción ni planteable. Y conociendo como conoce a Azazel sería capaz de emborracharse frente a sus inocentes niños y eso sí que no.
-Vaya...-. Como estos últimos días Erik estuvo tan ocupado con el trabajo apenas cogía el móvil, y se olvidó de la aplicación que simulaba un juego de ajedrez online que hace tiempo se instaló en el móvil. Fue una grata sorpresa que logró dibujarle una pequeña sonrisa en el rostro. Le encantaba jugar al ajedrez. Realmente le gustaba todo aquello que supusiera un reto mental, pero en sí el ajedrez destacaba particularmente entre sus preferidos. Sin dudarlo abrió la aplicación y comenzó una nueva partida. Para entonces tanto la cerveza como la comida de picoteo habían llegado a la mesa. Tan solo tenía una media hora al día en toda la jornada de trabajo para descansar y desayunar, y vaya que si se le hacía corta. Más que nada porque entre llegar y volver ya perdía unos diez minutos.Los minutos pasaban y él bebía, comía y jugaba. Más concentrado en el juego que en la hora, hasta que se quedó atascado, sin saber qué movimiento ejercer para asegurarse la victoria. Ya en un punto bastante clave de la partida. Se trataba de un juego online, donde jugabas contra otros jugadores que tampoco tenían nada mejor que hacer. No había ningún tipo de recompensa más allá que la satisfacción de haber ganado, pero Erik la necesitaba. Pecaba de disfrutar ganar siempre, sobretodo en las peleas o retos. Emitió un sonido de molestia, bufando suavemente frustrado y dándole un trago largo a la cerveza.
-Creo que si mueves el peón hacía esa casilla sería una buena jugada...
Habló una voz tras de sí. Una voz bastante conocida que le alegraba las mañanas, no importaba cuán pésimas fueran; cada vez que cruzaba la puerta del local. Rápidamente giró la cabeza, esperanzado y finalmente encontrándose a aquel que tanto había estado anhelando. Charles iba precioso hoy, cargado con una bandeja llena de platos sucios que seguramente llevaría a la cocina. Él le miraba con una sonrisa amplia, algo ruborizado seguramente porque Erik no apartaba la mirada de él.
-No sabía que te gustara jugar al ajedrez
Y no es que Charles tenga poca pinta de inteligente, ni mucho menos. Es solo que tampoco había hablado mucho con el como para conocerle.
-Sí, bueno, me encanta jugarlo. En realidad me gusta cualquier cosa que suponga un reto para la mente
Volvió a sonreír, deslizando un mechón de cabello tras su oreja. Acto que no hizo más que acelerar los latidos del alemán.
-Quizá podamos jugar una partida, que me han entrado ganas de derrotarte
Bromeó Erik intentando no ser demasiado obvio y dejar a flote las ganas que tenía de pasar tiempo con el chico. Quien tras escuchar esa propuesta sonrió de lado, desafiante.
-Mañana mismo si quiere, en mi descanso vienes y echamos una. A ver quien derrota a quien.
-Reto aceptado, pero luego no me vengas llorando cuando pierdas.
Erik guiñó un ojo, levantándose de la silla al darse cuenta de que su descanso había llegado a su fin, y que debía ir a recoger a sus niños del colegio. Acarició suavemente el hombro del castaño y salió por la puerta, aguantando la compostura y las ganas de gritar como un adolescente. ¡Había quedado con Charles! Y lo que él no sabía era que el castaño, tras su ida, quedó con una sonrisa permanente dibujada en el rostro. Sin poder sacarse de la cabeza en todo el día los bonitos y expresivos ojos de Erik.
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Tastes like coffee
RomanceErik es un padre soltero, Charles trabaja en la cafetería más cercana a su trabajo. No saben casi nada el uno del otro, pero Erik nunca esperaría el enorme secreto que oculta Xavier bajo el uniforme y su aspecto de joven promedio.