Esta es la leyenda de Ramón: un pequeño artista de alma grande que quería llegar a lo alto. En su infancia, las cosas eran tranquilas; la comida no escaseaba y sus padres lo querían. Los días en el colegio eran agradables, pues, todos los niños se arremolinaban en torno a su espectáculo en el patio del recreo.
Ramón, ya en su adolescencia, usaba su arte para influir en las personas heridas, desdichadas y solas. La voz corrió de inmediato por la ciudad: Un artista puede salvar con su arte a las almas deprimidas y de inmediato todos acudían a su arte, miles y miles de seguidores lo recibían con amor y alabanzas.
Atraído por el ruido, un hombre alto ya bastante viejo, lo observaba entre la multitud. Notaba lo que causaba en la gente, con una sonrisa de oreja a oreja encendió un habano y con tranquilidad, se acercaba a Ramón. Al llegar a su lado, aplaudía con alegría.
Ramón lo miró de inmediato, sorprendiendose por su altura le preguntó:
- ¿Se le ofrece algo señor?
- Muchacho, tienes un talento único, ¿Qué piensas si te únes a mí? Abandona ese primitivo idioma del alma, yo puedo hacer que llegues hasta lo más alto y todos tus deseos se cumpliran. —le responde el viejo mientras explusa el humo entre sus dientes amarillos—.
- ¿Abandonarlo, señor? Pero si es lo único cuanto tengo, con esto puedo cumplir mi único deseo: que es ayudar a la gente a sanarse y al mundo que está enfermo.
- ¿Ayudar a éstos inútiles? —Preguntó algo molesto el viejo, mirándolo con disgusto—. Ellos no quieren sanarse, sólo quieren vivir engañados, distraidos, quieren ser ignorantes al sufrimiento ajeno, sólo ven conmigo y te daré lo que más quieres. —Ríe mientras fuma del habano—.
Ramón se niega, prefiere seguir con su arte y su espectáculo, pues en él sigue esa esperanza encendida que le hace creer en un mundo mejor. Pasan los años y ya Ramón siendo adulto, nota que la gente ya no le importa su espectáculo. menos gente se presenta, cada vez quedan menos artistas que dan su arte con amor. Los tiempos nefastos llegan, cierran los teatros y los museos y en su lugar, ponen burdeles y bares de mala muerte y las plazas ya no juegan los niños, sólo encuentras borrachos tirados en el piso y alguno que otro drogadicto con sobredosis. Todo va mal, incluso la gente se burla de aquellos que escriben con el alma.
Ramón, lleno de deudas y con el tiempo encima, sin más opciones visita al viejo del habano. Golpea y golpea la puerta hasta que este le abre y de inmediato sonríe. Ramón se deja caer a sus pies, con desesperación abraza sus piernas y le súplica:
- ¡Por favor, AYÚDAME!… ya nadie me comprende, ya nadie viene a mi espectáculo, ya nadie goza de mi arte, no me quiero morir de hambre, ¡NO QUIERO SER OLVIDADO! —le grita al viejo mientras llora—
- te lo advertí, Ramón… la gente no le importa el arte, sólo quieren vivir en un gran mentira. Te propongo un trato: dame tu alma y te enseñaré a alcanzar la gloria, serás célebre de inmediato. —dijo riendo el viejo del habano mientras lo ponía de pié—.
- Esta bien, señor: haré que la gente viva distraida, para que ya no sientan, para que ya no piensen… —ambos estrechan sus manos, cerrando el trato—
El viejo no pierde tiempo, de inmediato se pone manos a la obra y comienza a obligarlo a hacer un espectáculo sin calidad, sin un mensaje, un espectáculo comercial. Pasan los meses y el viejo tenía razón: la gente mientras más distraída está, mejor pags y más reconocimiento consigues.
En un año, ya se volvió célebre: yendo en fiesta en fiesta, bar en bar y burdel en burdel se perdió, su luz se apagó por el alcohol que lo consumió, las drogas lo adormecieron volviendolo más indiferente. No paraba de seguir haciendo su espectáculo, que más y más lo empeoraba a tal punto que sólo importaba mostrar más pechos y culo y emborrachar a su audiencia.
Perdió la gracia de su arte, ya no sabía lo que creaba: su espectáculo se volvía cada vez más morboso y sin gracia, aún así servía, pues la gente pagaba para venir a cumplir sus caprichos y se iban sin alma. El propósito cambió, ya no era sanarlos, era corromperlos y mantenerlos engañados para poder robarles su alma.
Un precio que hay que pagar para no ser olvidado en este mundo dormido, que lo que más importa es estar adormesido por placeres destructivos.
Ramón ya no reconocía su arte, ya no sabía lo que creaba sólo veía cómo la gente después de su espectáculo salía borracha, peleaban en la salida, a veces hasta se disparaban y en otras ocasiones fornicaban en el escenario; todo era terrible, enfermo, cancerígeno y bizarro. Cansado ya de todo esto, enfurecido fue a visitar al Viejo del habano:- ¡Esto no era lo que quería! La gente sale peor de mi espectáculo, inclusos algunos salen en bolsas para cadáveres… Terminó esto, !Ya no voy a trabar más para ti! —Le grita Ramón enfadado mientras camina de un latro a otro—.
- Claro que era lo que querías —Refuta el viejo sonriendole—, tú no querías ser olvidado, querías llegar a lo más alto y mira donde estás, era tu mayor sueño, ¿No es así? —ríe mientras se sirve un trago de Ron—. Y algo más, muchacho… el trato no se puede cancelar, mi ayuda no era gratis y lo que te pedí a cambio, me lo diste; es algo que no se puede regresar, ¿Lo recuerdas?
- Hijo de … ¿Quién mierda te crees?, ¿El diablo?
El viejo comienza a sonreír de manera distinta, al igual que su mirada cambia a una de satisfacción. Ramón lo entiende de inmediato, comienza a retroceder hacia la puerta.
- !TODO TIENE UN PRECIO, MUCHACHO! JAJAJAJA —el viejo ríe de manera sobrenatural mientras la casa se enciende en llamas—.
Ramón escapa y comienza a caminar por las calles, nota cómo todo va en decadencia: gente tiene sexo en las calles y todo parece ser una fiesta que se salió de control; caos total en cada lugar donde pasa, en un callejón violan a una pequeña niña, en la esquina donde camina matan a golpes a un perro, disparos se escuchan en todos lados al igual que gritos. Aceptando que de aquí no hay escape, siguió con su espectáculo durante años, ya viejo y cansado Ramón se presenta en el escenario, conocido por el público cómo: "El Gasta Palabras".
Fin.
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EL GASTA PALABRAS
Short StoryArtista moribundo que, por un pésimo trato, perdió su rumbo.