La parte más difícil de los recuerdos es mantenerse quieto, con los ojos cerrados, respirando, inmóvil, mientras toda esa sucesión de escenas invade tu cabeza, y te das cuenta, despacio, de todo lo que pudiste hacer, de todo lo que estaba ahí frente a ti, y dejaste pasar.
A veces cuando miro a los más pequeños, entiendo profundamente esa soledad de los secretos, que no puedes abandonar. Mi padre o tal vez era mi madre la que siempre decía "eres dueño de lo que piensas, y esclavo de lo que dices", así que solo me queda esperar, y poder hacer algo para ayudarles.
El primer amor, el primer amor siempre pega fuerte, y no hablo del primer novio de una quinceañera, aunque en estos tiempos supongo que se empieza antes, no hablo del primer beso robado o de la primera vez que tomaste una mano sudorosa y caminaste por la plaza. Hablo del primer verdadero amor, el sentimiento real de la dopamina invadiendo tu cerebro y dejándote drogado, de ese que te dejó llorando semanas sin poder levantarte de tu cama, de la primera vez que sentiste que el alma se iba de tu cuerpo con él o ella, de la primera vez que creíste que era para toda la vida.
Pues de ese primer amor vengo a hablar hoy, más como advertencia, más como una bandera roja, para que tú ahí fuera notes las señales, y no cometas los mismos errores que yo, antes que me olvide, quiero dejarlos aquí, como un bonito regalo, como una historia, que puede marcar o ser olvidada, pero al menos, ha sido contada.
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Bryan
Teen Fiction4 años de una terrible relación, 4 años de una hermosa y desastrosa historia de lo que NO es amor...