Capítulo 10

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Anoche casi no pude dormir y ahora me encuentro haciendo el desayuno con el corazón a mil. Henry no se despertó y eso me alivia pero la vergüenza que siento ahora es grande.

Serví dos platos y los puse en la mesa. La mesa está arreglada y todo bien puesto, me gusta cocinar y arreglar.

— Buenos días —la voz de Henry me sobresaltó al principio pero me calmé, no quiero que note lo avergonzada y nerviosa que estoy por lo de anoche, aunque él no se despertó. Le regalé una sonrisa—, todo huele rico —rió acercándose a mi.

Sin previo aviso solo me dio un beso en mis mejillas y luego se sentó. Tardé en reaccionar pero salí de mi trance.

—Buenos... días y ¿gracias? —ya ni siquiera sé que digo—. Ah, eh, quiero decirte que el lunes iré a la universidad, quiero retomar mi carrera y a ver qué me dice el director —no me di cuenta que todavía permanecía parada como una maniquí.

— Me parece estupendo... ¿quieres que te acompañe? —su pregunta me tomo por sorpresa pero no lo hice notar.

— No quiero molestar. Además, eres policía y creo que tienes muchas cosas que hacer —bebí un largo trago de jugo, podía sentir su mirada pero yo no me atrevía a míralo a los ojos.

— No te preocupes, dejaré un espacio para acompañarte —no esperaba eso.

Le sonreí levemente, no quiero hablar porque mi voz tiembla y también todo mi cuerpo de solo recordarlo sonriendo a causa de mi caricias.

— Tuve un sueño muy lindo pero a la vez raro —dijo de pronto haciendo que lo mirara con el ceño fruncido—, soñé que tú me tocabas mi rostro mientras dormía, que trazabas cada rasgo de mi. Pero es raro porque se sintió tan real que todavía puedo sentirlo. —casi escupo lo que tenía dentro de mi boca.

¿Cree que fue un sueño? Que bien, eso es mejor que sepa que no fue así.

— No sabía que... soñabas conmigo.

— Si, lo hago. Y ¿sabes que? Que cuando me levanté estaba sonriendo, fue raro la verdad —no lo miré.

Tengo vergüenza pero no me arrepiento de haber tocado su rostro porque eso me hizo feliz de alguna u otra manera. Todavía siento ese cosquilleo.

Pero esperen... ¿dijo que sueña conmigo? ¿cómo debo de interpretar eso?

— Necesito un poco de azúcar para el café —no esperé su respuesta y me dirigí a la cocina con mi café en mano.

Inhalé y exhalé muy profundo, quizás estoy algo nerviosa.

— Hoy tengo el día libre y pensé que podríamos salir por ahí ya que hoy no irás a la biblioteca —me senté pero no lo miré cuando habló, sin embargo asentí.

Lo mejor es convivir el uno con el otro ya que vivimos en el mismo techo. También me parece una buena idea que salgamos así no me siento tan sola en estas cuatros paredes.

Pero hoy quiero aprovechar para ir a visitar a mis padres y a mi hermanita al cementerio.

— Suena bien pero... —levanté mi mirada para encontrarme con sus brillantes ojos—. Quiero ir... al cementerio —devolví mi mirada a la taza de café y pestañeé hasta que el pequeño ardor en mis ojos desapareciera.

— Me gustaría acompañarte —después de eso nadie dijo nada. Desayunamos en silencio y fue incómodo la verdad pero lo más incómodo es sentir su mirada en ti.

(.....)

Cuando fui al cementerio a acompañada de Harry no pude hablar, aunque él me dio mi espacio mis palabras no salían. O simplemente yo no quería pronunciar palabra porque me rompería ahí mismo pero eso no importa.

Este es mi castigo; llorar sus muertes y ser miserable el resto de mi vida.

¿Y si me hubiera quedado en casa? Estuviera muerta también y ahora estaría con ellos pero no es así, yo estoy sufriendo. Cuando pienso que ya no me afecta no es así, y no es que los quiera olvidar simplemente quiero... dejar de sentir esto.

(.....)

— Vamos, Henry, no pasará nada —llevo un par de minutos tratando de convencerlo de que me acompañe a la pista de patinaje.

Sé que tiene miedo porque lo puedo ver en sus ojos pero a la vez quiere entrar. En palabras simples está  indeciso.

— Yo te veo desde aquí... te prometo que no te quitaré los ojos de encima —¿Acaso cree que me voy a perder como una niña?

— ¡No! No se trata de eso... simplemente esto me gusta y sé que me ayudará a despejar mi mente y además quiero que tú también te diviertas un poco. Pero entiendo si no quieres ir, yo tampoco iré.

— ¿Dime que no estás haciendo eso? —lo miré sin entender con mi ceño fruncido.

— ¿Hacer que? —me miró ladeando la cabeza un poco a un lado.

— Me estás chantajeando y no me gusta. —rió un poco haciendo que yo sonrieran—. Bien, pero desde ya te digo que no sé nada, pero primero quiero que me prometas algo.

¿Qué sería? No tengo ni la menor ideal y además no creo que sea nada malo.

— ¿Qué... qué cosa?

— Que no soltaras mi mano, quiero que me prometas que no importa mi desastre y que siempre sostendrá mi mano.

En El Olvido ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora