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Día de acción de gracias▪  Nueva York:
Intenté acomodarme de nuevo en el asiento y coloqué bien mis cascos para no continuar escuchando al bebé que llevaba llorando desde que el avión despegó. Miré hacia el lado izquierdo cuando la mujer que se sentaba a mi lado se levantó y comenzó a caminar por el pasillo. Estaba siendo el peor viaje de mi vida. La mujer no paraba de moverse, el bebé llorando y un grupo de 8 chicas hablaban alto y reían. Apoyé mi cabeza sobre el cojín cervical y cerré los ojos intentando descansar lo que quedaba de viaje. La canción de mis auriculares finalizó dejándome oír por unos segundos de nuevo todo el murmullo del interior del avión.
‘’Across the ocean, across the sea, starting to forget the way you look at me now…’’ Oh, stop. ¿En serio? Abrí los ojos y miré mi teléfono. No podía salir una canción mejor. Si ya lo echaba suficientemente de menos como para escuchar su voz cantar en mis oídos.
Habían pasado 22 días desde que hablé con Justin en mi casa y desde esa conversación, una vez por semana hablábamos y nos poníamos al día, como “amigos”. Odiaba tenerlo que llamar así. Y odiaba solo poder hablar con él unas  horas cada semana.
Avisaron por el altavoz que el avión iba a aterrizar y coloqué el cinturón de seguridad. El azafato pasó varias veces por mi lado debido a que la señora que se sentaba en el asiento contiguo al mío no había llegado y al parecer los baños estaban vacíos.

-¿Ocurre algo? – miré al azafato que al escucharme negó y me dedicó una bonita sonrisa.

-¿La conoce señorita? – negué.- No se preocupe, enseguida aterrizamos en Nueva York. -comentó intentando tranquilizar a los pasajeros que nos encontrábamos alrededor. – Guarde sus pertenencias en la mochila, por favor. -volvió a sonreírme. Una sonrisa más de este chico y caigo a sus pies. Asentí y guardé todo lo más rápido posible. Mi libreta cayó al suelo entreabierta. El chico se agachó y la agarró. Al hacerlo, pude observar en su brazo un tatuaje de un oso en forma geométrica. Sonreí al verlo y él se percató de ello. Extendió su mano para darme la libreta. – Bonitos dibujos -sonrió y miré la libreta con diferentes dibujos.

-Bonito tatuaje.-sonreí y asintió.

-Soy Bruno.

-Mía.- asintió y sonreímos. La mujer llegó acompañada de otra azafata y le informó a Bruno que estaba en el baño de la primera clase. Bruno me miró aguantándose la risa y me encogí de hombros sonriéndole.  La mujer se sentó y estos caminaron hasta sus asientos para que el avión pudiese aterrizar.
El chico moreno de ojos azules había llamado realmente mi atención. Alto, aparentemente tatuado y fuerte. Su sonrisa hablaba sola.

El avión aterrizó perfectamente y esperé a que los pasajeros de mi alrededor bajasen pues el grupo de chicas estuvieron mirándome un buen rato y cuchicheando de a saber el qué.
Agarré mi maleta de mano y coloqué sobre mi espalda la mochila negra. Caminé por el pasillo auxiliar que unía el avión con el aeropuerto. Detrás de mi caminaban los azafatos, pues la última en salir había sido yo. Escuché unos pasos acercarse más rápido a mi y pude ver el reflejo del chico moreno en los cristales del pasillo.

-Espero que el viaje haya sido de tu agrado. – sonrió mirándome a los ojos y le devolví la sonrisa. Asentí.

-Excepto por algún rato incómodo con los pasajeros… todo perfecto. -asentí agradecida.

-Las chicas jóvenes no paraban de mirarte… -rió y sonreí tímidamente. 

-Sí…lo noté. -Terminó el pasillo y Bruno se detuvo antes de pasar la puerta.

-Encantado de haberte conocido, Mía. -sonrió y depositó un beso en mi mejilla. – Espero volver a coincidir algún día contigo. -asentí y sonreí.

-Igualmente, Bruno. -caminé y las puertas se abrieron. Me giré y me despedí de él con la mano. Caminé hasta fuera del aeropuerto para coger un taxi que me llevase a casa de mi madre, la cual ya se había mudado a mediados de este mes con Alan.
Le di la dirección al conductor y nos dirigimos hacia allí. Se encontraba cerca de Central Park, una casa familiar con muchos años de antigüedad.
Cuando bajé del taxi, subí las 10 escaleras que me llevaban hasta la puerta de la casa y toqué. Miré a mi alrededor observando las luces y la decoración navideña de la calle. Delia abrió la puerta y se lanzó a abrazarme como si llevase sin verme siglos. Ella era la única que sabía lo ocurrido con Justin.
Me ayudó con la maleta y entramos en la casa. Llevaba casi 10 años sin pisar la casa y estaba irreconocible. Caminamos hasta el salón, el cual habían hecho más grande que el anterior y pude ver a mi cuñado, Sean, jugar a la play con Alan, el cual detuvo la partida al verme entrar por la puerta. Alan me abrazó levantándome y reí ante su gesto. Me agarré fuerte a él y Sean caminó hasta nosotros. Cuando mi hermano me dejó  tocar suelo, Sean me saludó amablemente.

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