Capítulo 39

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Era demasiado, inaguantable. Kyoko se levantó y salió del estudio de filmación. Necesitaba relajarse después de todo a lo que se estaba enfrentando. No, no, no necesitaba relajarse, mejor dicho necesitaba un exorcismo rápido antes de terminar asesinando con sus propias manos a todo ser existente que encuentre a su paso. El peor mes de su vida, eso era exactamente lo que le sucedía, sí, porque todo su martirio comenzó una quincena de febrero.

De más está decir que el escándalo que se desató en Japón fue tremendo, las especulaciones -y ciertas personas desagradables haciendo algunos de estos- causaron algunos estragos en la psiquis de la inocente Kyoko. Ella, por supuesto, más que nadie estaba acostumbrada al desdén y al odio. No obstante, era la primera vez a la que se enfrentaba a una situación como esta; en la que un grupo numeroso de personas dice cosas feas, y hasta expresa un odio hacia ti tremendo, sin ni si quiera conocerte. Claro que tampoco es como si hubieran sido una multitud poderosa, aunque sería no muy acertado negar que fue una cantidad considerable.

Su madre y su consuelo, tanto maternal como profesional, la ayudó mucho a sobreponerse y tener la seguridad necesaria para encarar el problema; estaba decidida y convencida de que no iba a dejarse a amilanar. También se sintió bastante liberada al contar todo a su madre biológica y a su madre postiza de una sola vez. De más está decir, también, que Saena frunció el ceño como nunca antes al darse cuenta casi de inmediato acerca de la verdadera historia detrás de la que su hija narraba desde una perspectiva fantaseosa y digna de Disney. Tampoco es muy difícil adivinar que en más de una ocasión estuvo a punto de interrumpir a su hija y bajarla de un tirón al mundo real, tratar de abrirle los ojos. No lo hizo, en realidad, no sólo por la intervención oportuna de la mujer a su lado, si no porque se dio cuenta de algo interesante y particular en la mirada de su hija. Y no, no era solamente el brillo del amor, sino que vehemencia en convencerse de algo que en el fondo sabe que no es real.

"Puede que ella no necesite abrir los ojos, parece que los tiene más abiertos de los que me podría imaginar... Así que, quizás la realidad es que ella no quiere ver las cosas tal cual son, no realidad, sí fantasía... Ah, ese tipo de voluntades traen muchas complicaciones y... No falta gente que puede desear aprovecharse de ello."

Saena Mogami estaba intrigada y por sobre todos esos sentimientos encontrados, estaba preocupada. Ella se dio cuenta muy rápido que a fin de cuentas el verdadero peligro nunca fue el pequeño niño engreído que conoció desde los primeros años de vida de este. No, Shotaro nunca fue un verdadero riesgo... Ahora el riesgo más grande para Kyoko, en la cabeza de Saena, era sin duda el actor que, si no es que era un aprovechador, era un mitomano o seguramente alguien con problemas de personalidad múltiple, ¿quién sabe?. Por el momento, de lo único que estaba segura era que quería hablar con ese jovencito, porque ciertamente ni toda esa apariencia madura era suficiente para ignorar el hecho de que él solamente tenía veintiún años de edad. Así que de ser posible, pondría a ese chiquillo en vereda y le daría el ultimátum. Por su parte, la señora del Daruma-ya quedó en un principio confundida pero al cruzar miradas con Saena fue como si todo se iluminase de golpe en su cabeza.

Cuando Kyoko terminó de contar toda la historia encontró en ambas de sus madres una expresión bastante preocupante. Okami de inmediato cambió su expresión a una sonrisa tierna y luego de darle una mirada ligera a Saena se despidió explicando que debía verificar que su marido no está corriendo por las calles de Tokio como un demente con su katana en busca del "amigo" de Kyoko.

- ¿Y bien...? -Kyoko murmuró nerviosa a su madre biológica una vez que quedaron a solas en su habitación, mientras jugueteaba con sus dedos- Ahm, supongo que tú no crees que Corn sea un hada de verdad...

- En efecto. -respondió luego de un ligero silencio, antes de que Kyoko vuelva a hablar, con serena inexpresividad.

- Lo sabía. -suspira y se queda mirando el suelo, no se atreve a mirar a su madre a los ojos- Lo sé.

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