Amor entre vagones y carboncillos

1.5K 179 281
                                    

Esto va dedicado a Nina (Agonina) espero que te guste mucho y disfrutes de leerlo como yo de escribirlo 💞

Agoney subía al mismo vagón de la misma línea a la misma hora cada día. Nunca se fijaba mucho en las personas que se cruzaban con él pero, un mes y medio atrás antes de acabar el trimestre, levantar la cabeza fue lo que le trajo los problemas. Un problema con unos ojos miel que le carcomían la cabeza por las noches y para que mentir, durante el día también.
Había coincidido con el chico rubio durante todo el trimestre solo que él, no se dio cuenta hasta pasado un mes y medio después de haber empezado las clases que fue cuando, con la música sonando en sus oídos elevó la mirada y se encontró con el perfil de un chaval rubio, de más o menos su misma edad. La mandíbula se le marcaba y el flequillo rubio caía levemente sobre su frente. Aprovechando que el chico miraba hacia otro lado siguió bajando la mirada y se encontró con las mangas de su Jersey marrón remangado, sus manos aguantaban con cierta fuerza su móvil y eso provocaba que las venas se le marcasen. Los pensamientos impuros que pasaron por la cabeza del chico los desechó en cuanto vio que en la otra mano llevaba sus llaves acompañado de un lobito de peluche, murió de ternura al segundo.
Devolvió la mirada al frente y esta vez no se encontró con el perfil del rubio, sino con sus ojos, clavados en los suyos, mirándolos con cierta curiosidad a pesar de que sus mejillas rojizas gritaban que moría de vergüenza. Unos ojos miel que hizo que un escalofrío le recorriese por toda la espalda.

Lo que el canario no sabía es que Raoul lo había observado desde el primer día que lo vio en el tren y joder si lo había observado.
Había analizado cada rincón de su rostro, al principio con cierto miedo y vergüenza de ser descubierto pero con el paso de los días se percató de que jamás elevaba la mirada del libro que llevaba encima.
El catalán vio cada reacción del chico leyendo, expresiones de dolor, de asco, un pequeño brillo en sus ojos en algunas páginas, en otras se movía incómodo en su asiento y Raoul sabía que, aunque se suponía por qué se movía de esa forma, no quería imaginarse que tipo de escenas estaba leyendo.
En tan sólo un mes y medio le vio con 4 libros diferentes y en cada uno de ellos diferentes reacciones. Se notaba que el chico disfrutaba de un buen libro y sintió envidia de su capacidad por leer en aquel lugar. Él necesitaba un lugar cómodo, con buen olor y silencioso y si le acompañaba un chocolate o café todavía mejor. Un pensamiento voló por su mente. Murió de ternura y de ganas al visualizar una posible escena de ellos dos leyendo juntos en un salón, dándose mimos y regalándose miradas de vez en cuando.
El chico no solo había analizado su rostro en esas semanas si no que también sus manos, observó cantidad de veces como pasaba las páginas, cómo agarraba el libro y cómo cambiaba la fuerza cuando un gesto de enfado le acompañaba en el rostro; su pelo, lo había mirado tantísimas veces que pensó que se lo sabía de memoria, cada hebra y cada reflejo, incluida su barba; su cuello también había marcado fuerte en los ojos del rubio y ya no quería ni comentar sobre las venas que acompañaban al cuello y sus brazos.
Raoul agradeció muchísimo cuando llegó el frío y dejó de llevar camisetas cortas, lo agradeció por sus hormonas y por el autocontrol que un día se esfumaría. El problema llegó cuando hasta en invierno sus hormonas se revolucionaban, porque ver al chico con jerseys de cuello alto y negros tampoco le ayudaba.
Todo se le descontroló cuando en Halloween lo vio disfrazado todo de negro, con una sombra de ojos que acompañaban a su vestimenta. Allí supo que quería ver a ese chico maquillado el resto de su vida. Por otra parte él adoraba sus ojos al natural, con esa mirada dulce que nunca había coincidido con la suya.
Por ese motivo se sentía un acosador con pensamientos de ese tipo pero no podía evitarlos, al igual que no podía evitar fijarse en prácticamente todo lo que hacía, descubriendo nuevos detalles como que tenía un marca páginas dorado decorado con unas mariposas moradas. Más tarde sabría el porqué.
Quizá era por culpa de la pintura por la razón por la que miraba tantísimo al chico cada día a la misma hora, eso se quería hacer creer y es que echarle la culpa al dibujo y al arte era mucho más fácil que admitir que el chico le atraía muchísimo y que agradecía las vistas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 06, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Amor entre vagones y carboncillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora