Capítulo 25: Solos en casa [Jean]

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     Entré a la cocina  tras estar durmiendo en mi habitación tres horas.

     Soy un enorme y completo vago. No encuentro que hacer entre estas cuatro paredes. Aaron se la pasa pegado al móvil, Dylan y Aiden a la Play. Lynn a saber qué hace en su tiempo libre… ¿Y yo qué? Pues nada, matar el tiempo en el quinto sueño.

     —¡Lynn dame la cena que tengo hambre!—miré por toda la estancia y no había nadie.

     Suspiré y me dirigí al salón.

     —¿Lynn?—pregunté antes de entrar.

     Nadie me respondió.

     Vale… esto es un vacile bastante molesto.

     Apreté los dientes controlando mis nervios y corrí a la habitación de mi hermana.

     Abrí la puerta de golpe, sin tocar primero. Pero no me sirvió de mucho, porque estaba vacía.

     —¡Mierda! ¡Qué quiero comer! ¿Dónde demonios se mete la gente cuándo la necesitas? —mascullé frustrado aún con la mandíbula apretada.

     Luego me dolerán los músculos de la cara por tenerlos contraídos todo el rato. Alcé una ceja al darme cuenta de que tampoco había rastro de Dylan, Aiden y Aaron.

     ¿Me estarán tomando el pelo estos idiotas?

     Seguro que se están riendo de mí por andarme paseando por la casa, buscando a Lynn a la desesperada. ¡Malditos! Vaya hermanos mayores me han tocado.

     —¡Lynn me cago en todo ven de una vez que me muero de hambre!—grité y le di una patada a la pared.

     Contraje mi rostro en una mueca de dolor. ¿De qué está hecha la dichosa pared? La próxima vez le daré al colchón de la cama, a duro que esté, no será para tanto.

     —¡Esto no me hace ni puta gracia Dylan, Aaron o Aiden! Sé que estáis ahí—avancé cojeando un poco del pie derecho hacia las habitaciones de los chicos—¡Dad la cara idiotas!

     Usé la pierna izquierda para abrir la puerta de la habitación de los gemelos.

     Aiden se giró sobresaltado por el estruendo y me miró horrorizado.

     Alcé una ceja al verlo sentado sobra una silla enfrente del ordenador, y teniendo unos cascos alrededor de la cabeza.

     Y aquí está uno de los sordos de la familia.

     —¿Estás loco o que te pasa? —me espetó serio. Volqué los ojos—¡Por poco rompes la puerta!

     —¡Es vuestra culpa por imbéciles! Llevo dando gritos por toda la casa y nadie contesta—me tiré sobre una de las camas frustrado—¡Menos mal que somos pocos en casa!—mascullé irónicamente.

     Aiden de echó a reír.

     —No seas tan dramático…

     —Lo que digas—entrecerré los ojos.

     Se puso de pie y me miró inquisitivo.

     —¿Y bien? ¿Qué necesitas?

     Abrí los ojos como platos. ¿De verdad no me ha escuchado? ¡Dije aproximadamente unas dos o tres veces que quiero comer! Oh, esta gente me ignora.

     —¡Comida! —solté con obviedad. El alzó una ceja—A ver… me levanté de la cama tras estar durmiendo unas tres horas…

     —Ahora entiendo lo del mal humor…—se le escapó una risita.

Hermana MayorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora