Aunque no puedas verme

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A la chiquilla se le iluminaron los ojos cuando vio el hermoso pastel que adornaba el centro de la mesa. Tenía forma de estrella fugaz y lo habían cubierto con un lustre bicolor entre naranja y amarillo, cual si de una incandescente llama se tratase. Las ocho velitas de color rojo incrustadas en este seguían un caminito zigzagueante hasta toparse con su nombre, el cual estaba escrito con crema chantilly en el centro de aquel asteroide comestible. La niña no podía creer que su madre hubiese recordado el disparate al que ella había hecho alusión varios meses atrás, cuando la señora le preguntó cómo quería que fuese su próxima fiesta de cumpleaños. Y no sólo lo recordó, sino que le cumplió su capricho al pie de la letra. A pesar de que no tenían mucho dinero en casa, la madre se mató trabajando día y noche para conseguir la cantidad necesaria que le permitiese cubrir los gastos del festejo para su amada hijita, y lo logró. Además de la torta decorada, las tres mejores amigas de la rubiecita estaban allí presentes para celebrar con ella. Ese sería, sin duda, un catorce de enero muy especial para la pequeña Chloe.

—Vamos, cariño, cierra tus ojos y piensa en un deseo con todas tus fuerzas. Cuando estés segura de lo que quieres, sopla las velas, ¿de acuerdo? No te tardes mucho, pues no querrás dejar a nuestras invitadas esperando —declaró la mujer, con una afable expresión en el rostro.

—Sí, mami, ya voy. Dame sólo un momento —respondió la homenajeada, al tiempo que cerraba los ojos y entrelazaba sus manos como si rezara.

"Deseo encontrar a un príncipe con cabello de fuego, que me quiera solamente a mí y nunca me abandone. Quiero que siempre me proteja, que venga todas las noches y me cuide como lo hace mi papá, que está en el cielo..." Tras enfocarse en aquel pensamiento, la nena inhaló profundamente y soltó todo el aire que había acumulado en sus pulmones sobre las mechas de las ocho velas, las cuales se apagaron con facilidad.

***

Las voraces llamaradas habían consumido por completo la estrecha y sencilla casita de madera en la cual habitaba Brent junto con su madre. La pobre mujer no tuvo tiempo de reaccionar, pues las espesas nubes de humo renegrido le provocaron un severo ataque de asma que terminó por asfixiarla mucho antes de que la envolviesen las despiadadas llamas. El frágil niño de ocho años de edad en vano intentó levantar a la señora de la cama. No importó cuántas veces la sacudiera ni cuántas veces se desgañitara pronunciando la palabra "mamá". La enfermiza mujer simplemente ya no volvería a respirar.

El chiquillo, cuyos globos oculares lucían cual si fuesen un par de masas sanguinolentas debido al enrojecimiento que les provocaba la densa humareda circundante, no tuvo más remedio que buscar por sí mismo una vía de escape. Atravesó corriendo el zaguán que daba hacia la entrada principal de su humilde vivienda, cubriéndose el rostro con ambos brazos. El gran tamaño que habían adquirido las crueles lenguas anaranjadas casi lo obligaron a rendirse, pero Brent no acostumbraba darse por vencido. Durante los escasos treinta segundos que tardó en llegar a la puerta, una extraña visión le invadió la mente. Una niñita desconocida de cabellos dorados le dedicaba la más dulce de sus sonrisas al tiempo que le extendía su mano derecha, como invitándolo a tomarla. "Ven conmigo, nunca dejes de buscarme. Estaré siempre esperándote", musitó la chiquilla. Aquel espejismo le infundió aún más fuerzas al chico para continuar aferrado a la vida.

Con quemaduras superficiales de segundo grado en sus extremidades superiores e inferiores, algunos de sus cabellos chamuscados y una tos seca incontrolable, el pequeño logró escaparse de las garras de aquella espantosa pesadilla. Por unos instantes, tuvo la cabeza vacía de todo pensamiento y de cualquier atisbo de emoción. Pero los desgarradores gritos de sus vecinos lo hicieron volver en sí. La trágica realidad lo abofeteó con fuerza: ya no tenía familia ni hogar. La conmoción, el agotamiento y sus heridas confabularon para causarle un repentino desmayo. Su rostro manchado de hollín dio de lleno contra el pavimento de la calle. Pasó casi una hora para que los paramédicos acudieran al sitio en donde él se encontraba tumbado, ya que fueron decenas de casas y personas las que perecieron ante la furia implacable de las llamas esa fatídica noche de mediados de enero.

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⏰ Última actualización: Sep 29, 2019 ⏰

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