Un famoso brujo viajaba errante, regodeándose en su propia fama y retando a aquel que se atreviera a enfrentarlo. Las condiciones eran sencillas: el perdedor daría su alma al ganador.
Una joven del pueblo, harta de tener que andar desde su casa al río cada mañana a por agua, le retó a construir un pozo en el patio de su casa antes de que el gallo cantara. El mago, confiado, empezó a cavar tranquilo, pues era de noche, y no pudo ver como la joven tiraba una piedra al gallo, encerrando el alma del mago en el pozo.
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