Bitácora Asami Sato 9

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Bitácora. Asami Sato. 9

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Nos tomó dos días llegar al río que nos llevaría al mar que alcanza las costas de las ruinas de Ciudad República, el río es la manera más rápida de viajar pero no es la más segura pues el agua se encuentra contaminada y debemos evitar tocarla porque cualquier contacto con la piel puede generar irritación o reacciones alérgicas que son bastante molestas y a veces incluso dolorosas, sin mencionar que llegar a beber el agua puede generar severas infecciones estomacales o causar intoxicaciones o envenenamiento que eventualmente causarían la muerte, pero todos estábamos dispuestos a correr el riesgo con tal de volver y ayudar a Korra cuanto antes así que no nos importó correr el riesgo.

Cerca de la orilla del río nos encontramos con el equipo vigía de la alianza, diez personas que vigilan el río para asegurarse que ningún extraño penetre en los territorios de La Guerrera del Sur sin ser visto, ellos nos brindaron un pequeño embarque en el cual subimos luego de haber tomado un pequeño descanso de dos horas, todos nos encontrábamos cansados pues habíamos tomado pocos descansos hasta el momento pero no podíamos hacer otra cosa más que acelerar el paso para llegar lo antes posible a mi pueblo y reunirnos con Mako y sus hombres.

Una vez en el río comenzamos a tomar turnos para remar, así uno de nosotros podía descansar mientras los otros dos remábamos a través del río. Mientras navegábamos ellos me contaban sobre lo que habían visto y vivido en el Antiguo Reino Fuego, me contaban la manera en que Korra había elaborado un detallado plan para infiltrarse en el calabozo del Loto Rojo al dividir el grupo para ejecutar diferentes tareas al mismo tiempo, unos asistirían a los eventos desde donde vigilarían el estado de Bumi, otros pelearían para ganar dinero que podían ofrecer para extender la tortura de Bumi y mantenerlo con vida mientras Korra permanecía en un escondite subterráneo en las afueras de la ciudad donde había comenzado a hacer un túnel en dirección al calabozo, ella no salía para no llamar la atención y el resto se ocupaba de llevarle comida y mantenerla informada de todo lo que ocurría afuera.

El plan parecía perfecto hasta que se encontró con la dificultad de que el calabozo había sido revestido por platino, en ese momento el plan cambió, la aproximación debía ser más directa, penetrar en los pasillos del palacio para entrar al calabozo por dentro, habría enfrentamientos y la factible posibilidad de ser descubiertos por el enemigo causando una reacción en cadena, era por eso que Korra los había mandado a ellos y otros dos en busca de refuerzos.

También me explicaron como Bumi había logrado engañar al enemigo para que los hombres que habían sido capturados junto a él fueran liberados, claro estaba que estos hombres también se unieron a Korra en un intento por salvar a Bumi y todos trabajaban juntos en aquel lugar en una desesperada carrera contra el tiempo.

Viajando por el río nos tomó tres días llegar a las costas de mi pueblo, nuestro embarque no era nada moderno, una balsa hecha de madera vieja que pensarías que nunca lograría atravesar el mar pero que claramente ya había cumplido con su función al transportar a tres personas hasta las playas de las ruinas de Ciudad República, sin embargo yo no me sentía satisfecha con la velocidad a la que estábamos limitados a viajar y esperaba que la nave en la que los gladiadores habían viajado fuera más rápida pero al preguntar ellos me explicaron que el viaje del Antiguo Reino Fuego a las costas de Ciudad República les había tomado una semana, si a eso le sumaba la otra semana que les había tomado alcanzar Ba Sing Se y la Semana que nos tomó alcanzar mi pueblo más la semana que nos tomaría volver al Reino Fuego nos daría un total de un mes, tres semanas ya era demasiado, un mes era una eternidad, nosotros éramos los refuerzos, no podíamos demorar tanto tiempo en llegar.

7 De Julio.

Al pisar las costas de mis tierras mi corazón se lleno de nostalgia y alegría, era impresionante notar lo bien que recordaba aquel lugar, desde las rocas que rompían las olas hasta el color de la arena, había vuelto a casa pero desgraciadamente no tenía el tiempo para quedarme por lo que no me hice demasiadas ilusiones y me limité a disfrutar de la hermosa vista que proporcionaba el bosque que revestía las montañas en el horizonte, era evidente que la vegetación no había hecho más que aumentar su territorio a un ritmo acelerado lo cual me garantizaba que los espíritus se habían sentido cómodos con la presencia de nuestro pueblo.

Futuro InciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora