I

1 0 0
                                    

Llego y nos saludamos con un beso en la mejilla como de costumbre. Solo son risas y molestosos comentarios, como siempre.

Te tiendes junto a mi, tu brazo rodea mi cintura y siento tu pecho contra mi espalda, tu respiración en mi cuello y tus dedos entrelazándose con los míos.

Me giro y tus ojos se encuentran con los míos, segundos de silencio que parecen eternidades nos rodean, un hermoso silencio que nos envuelve.

Me besas, siento tus suaves labios, tu lengua y las suaves mordidas de tus dientes.

Tus manos comienzan a recorrer mi cuerpo como alguien que ya lo conoce como la palma de su mano, lo cual no es así.

Tenemos sexo, no podemos romantizarlo. Sin embargo, una vez exhaustos nos abrazamos sudorosos, mi cara contra tu pecho oyendo los fuertes y rápidos latidos de tu corazón.

Justo cuando me siento como en casa a tu lado suena tu teléfono. Es ella.

Me llena de celos el solo ver el corazón junto a su nombre que alguna vez fue mío, aunque algunas veces dudo que tu corazón haya sido mío, fui tuya y algunas veces aun lo soy, soy tu mejor amiga y tu no volverás a ser mío.

Nos levantamos, tomamos nuestras ropas y nos preparamos para salir. Me abrazas, me besas, me dices lo linda que estoy, lo linda que soy y lo mucho que te encanto.

Una vez afuera no recibo un beso, no recibo un abrazo. Sólo un beso en la mejilla para luego volver a empezar.

Su (des)engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora