Doumeki Shizuka, un chico de semblante estoico quién difícilmente sonreía, moreno y excelente arquero, casado, además, con la hermosa Kohane Tsuyuri.
Ambos chicos compartían ya una larga vida de matrimonio, prueba de ello era el peso del tiempo que se marcaba en cada arruga que surcaba por sus manchadas pieles.
Las memorias de todo lo acontecido en compañía del otro, eran rememoradas con dulce nostalgia, algunos más relevantes que otros.
Cómo el embarazo de Kohane, el nacimiento y crianza de sus hijos, la visita de sus nietos...
Todos momentos preciosos para Shizuka, aunque a veces deseara que hubiese sido con otra persona.
No malentiendan, Doumeki Shizuka sí amaba a su esposa y a sus hijos, sin embargo, su relación fue algo más como un compromiso arreglado.
Uno que duró poco más de 60 años.
Sus obligaciones con el templo familiar le llevaron a necesitar descendencia que pudiese hacerse cargo del lugar espiritual, ya que él, había rechazado ese deber.
Era un precio justo, como hubiera dicho esa mujer...
Tsuyuri ya no era la misma joven agraciada de antaño, ya no poseía esos rasgos dulces, ni su cabello era castaño; ahora era cano, siendo comparado constantemente por el joven dueño de la tienda de deseos, con la nieve.
La dulce mujer le respondía con una sonrisa tranquila, llevando una de sus arrugadas y débiles manos a la mejilla de Watanuki.
El chico azabache igualmente sonreía ante la muestra de afecto que le mostraba Tsuyuri y con voz tranquila le decía que, sin importar cuánto tiempo pasase, seguía siendo hermosa y que el idiota de Doumeki tenía suerte de haberse casado con ella.
El chico moreno simplemente extendía su vaso pidiendo un poco más de sake, ignorando los comentarios del mordaces chico azabache.
Necesitaba al menos distraerse con algo, ya que cada vez que iba a esa tienda, se perdía en el misticismo y belleza que el joven de orbes heterocromáticas poseía.
Sus rasgos finos, su nivea piel y su cabello tan oscuro como la misma noche. Todo ello sellado en su inamovible tiempo, mientras que él, se iba demacrando cada día más.
Cada vez un poco más cerca del final de su existencia.
El tiempo siguió fluyendo y con ello vino el deterioro en la salud de Doumeki, primero fue un leve dolor en las rodillas y eventualmente sus piernas dejaron de funcionar.
Postrado en el futón, siempre al cuidado de Tsuyuri, totalmente incapaz de regresar a esa enigmática tienda donde Watanuki se hallaba atrapado por el fin de su tiempo.
Estaba condenado a nunca más volverlo a ver.
Una pequeña parte de él estaba tranquilo, ya que había encomendado al mayor de sus hijos la responsabilidad de cuidar del mago, de llevar los alimentos para la Mokona, llevar licor y lo más importante... Le otorgó la responsabilidad de cuándo usar el poder del huevo y hacer que los recuerdos de la bruja de las dimensiones desaparecieran de la memoria de Watanuki.
Sin embargo, estaba la parte que contradecía a la primera.
Doumeki necesitaba ver a Watanuki, confirmar con sus propios ojos que el mago estaba bien.
Ya no era suficiente lo que el azabache le permitía ver a través del ojo que compartían. Era una visión limitada a lo que Watanuki quería.
Y el mago era un idiota, nunca mostraría sus problemas a los demás.
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Last dream
FanfictionNo todos los deseos pueden ser cumplidos... Doumeki x Watanuki. [One-shot]