CAPÍTULO 7

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Ya llevaba tres semanas en la universidad y aunque estaba estresada por la cantidad de exámenes que estaba teniendo, de alguna forma ya se sentía acostumbrada, amaba lo que hacía y el hecho de que día a día la retaran a ir por más, de alguna forma la llenaba, pensaba seriamente que cuando algo era muy fácil de conseguir perdía sentido.

Era viernes 1 de febrero y ese día estaba más cansada de lo normal, acababa de salir de su ultimo parcial y lo único que quería hacer era irse a dormir. Mientras se subía a su auto escucho el ring ton de su celular y al sacarlo de su morral vio que era una llamada de su papá:

-Hola papi ¿cómo estás? – Fue lo primero que dijo Alana al contestar.

-Muy bien cariño ¿y tú?

- Bien, aunque estoy muerta, esta semana era de parciales y me sacaron todo el jugo, lo único que quiero hacer es llegar a mi cama y dormir hasta mañana, comer y seguir durmiendo. – Decía Alana mientras realmente sentía la necesidad de hacer lo que decía.

-Mi amor, lamento dañarte tus planes, pero te necesito en la oficina ya, hay algo que quiero comentarte.

-Papi y no puede ser después. – Refunfuñaba Alana al teléfono.

-No, mi amor imposible, en unos minutos firmamos contrato y mañana se van algunos ingenieros del país a empezar a tomar las primeras muestras de suelo.

-Jum bueno papi, ni modo entonces dame unos 45 minutos y estoy en tu oficina. – Dijo Alana al ver que no tenía otra opción.

-Dale mi amor, aquí te espero y conduce con cuidado, por favor. – Dijo Roberto sin poder evitar dejar evidente su preocupación, cada vez que su hija tomaba el auto, se le ponía el corazón en la boca, pero como no, si Alana aceleraba mucho ese automóvil. - Te amo y aquí te espero, adiós.

-Yo también te amo pa y deja de preocuparte tanto por mí, es que acaso dudas de mis capacidades en el volante. – Decía Alana sonriendo por la actitud de su papá.

-No es eso, es que sabes que detesto como a veces aceleras ese auto. –Decía reprendiendo con cariño a su hija.

-Ok, entonces prometo conducir como abuelita, pero entonces voy a llegar en dos horas. – Decía tratando de darle a entender a su papá que era un exagerado.

- Entonces nos vemos en dos horas. – Dijo Roberto para que su hija no le refutara más, primero era su bienestar. – Te dejo para que puedas arrancar el auto de una vez.

- Bueno papi, tranquiló, ya nos vemos. – Decía Alana porque no lo quería enojado con ella.

- Hasta luego, mi amor. – Dijo antes de colgar, no le gustaba finalizar las llamadas enojado.

Alana decidió hacerle caso a su papá y llevo el auto a un ritmo más moderado, le tomo una hora en llegar, se bajó a comprarse un café para no quedarse dormida en el escritorio de su padre, subió en el ascensor hasta el último piso y siguió derecho a la oficina saludando de lejos a Mary la secretaría. Al entrar vio a su papá detrás del escritorio y corrió a darle un abrazo.

-Hola mi niña, ¿Cómo te fue? – Le respondió su padre mientras la abrasaba de vuelta.

-Bien papi como podrás observar estoy sana y salva. – Dijo Alana sonriendo mientras daba una vuelta frente a su papá.

-No te burles de tu padre. – Decía mientras le pegaba una pequeña nalgada y sonreía. – Bueno, la reunión en la que necesito que estés, es a las 5 de la tarde en la sala de conferencias, si quieres puedes dormir un par de horas en el sofá y yo te despierto un poco antes.

Deseo de venganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora