Salvar la vida de un cuervo cambio la vida totalmente de Hinata Hyuga, conocida como la sacerdotisa errante.
Encarnación de la pureza y de la bondad.
¿Podría ella sanar el corazón de un Yokai?
Las temperaturas cada vez eran más bajas, Kioko se había encargado de cubrir adecuadamente a Hinata y a sí misma con pieles especiales de los jabalíes de fuego, resultaban sumamente ligeras y calientes, apropiadas para el descenso de temperatura.
Los cinco miembros del equipo caminaban con los sentidos alerta, el ambiente era terriblemente pesado, resultaría difícil respirar para cualquier humano ordinario y afortunadamente las humanas que acompañaban a los espectros no tenían nada de ordinarias, sus pasos al avanzar por el bosque eran cautelosos, los sentidos estaban al máximo, apenas observaron unas luces alzándose por lo alto del bosque, Hinata abrió la boca como intentando contener un alarido de sorpresa y dolor de lo que aquello significaba.
— Son almas...- La voz ronca de Itachi cortó el silencio, todos observaban las luces alejarse desde un sitio que estaría más adelante.- Quizá nos encontremos pronto con una aldea...
— Pero esa cantidad de almas...- Kakashi se retiró la mascara de zorro y olfateó el ambiente.- No huele a sangre o muerte...- El ceño del Kitsune se frunció.- No hay razones por las cuales esas almas tuvieran que estar desprendiéndose, mucho menos esa cantidad, sin una guerra o ataque de espectros es completamente incomprensible.
— Hinata ¿Puedes notar algo?- Obito dio un par de pasos para acercarse a ella, bajó el rostro a la altura de su oído y murmuró.- ¿Alguna presencia?
Las almas comenzaban a desaparecer en lo alto de un monte lejano, la oscuridad parecía devorarlas sin piedad alguna.
— No, salvo por ustedes tres no hay ninguna clase de presencia sobrenatural... No hay nada... ¿Qué significa esto?- Giró el rostro para ver a Obito mejor.
— Creo que deberíamos avanzar a esa aldea, si Orochimaru soltó a alguno de sus subordinados deberemos terminar con él.- Kakashi colocó nuevamente su mascara.
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En la aldea sólo reinaba el caos, había un hombre que parecía rondar los 30 años y de cabellos negros dando ordenes a algunos hombres, otros más sollozaban junto a los niños pues ante ellos había mujeres desplomadas en sus hogares, en los campos de cultivo y en cualquier parte de la aldea, Hinata se acercó con cuidado al hombre que dirigía a las personas.
— ¡Que todo el mundo acomode a las mujeres en la sala principal del patriarca!- Exclamó y en grupos de dos varios hombres levantaban a las mujeres en sus brazos.
— Disculpe...- Hinata habló con timidez.
— ¿Quienes son ustedes? ¿¡Qué hacen ustedes aquí!?- El tono inquisitivo en su voz hizo a Hinata retroceder, al voltear su vista hacía las personas que venían tras ella se irguió irritado para lucir amenazador.- ¿¡Por qué traes espectros contigo!?- Se acercó a ella de modo amenazador, desconfiaba en los espectros a espaldas de la sacerdotisa.- ¿¡Acaso eres tú quién invocó al Tsuchigumo devorador de almas!? ¡Sacerdotisa oscura!- Pasó su mano tras su propia espalda para comenzar a buscar algo.
