18

495 1 0
                                    

pudieron trabajar- alquilaron un departamento chiquito y allí  se fueron a vivir juntos.

Pasaron algunos años más.

Luis y Leandro se casaron y así fue como Lilibeth se quedó solita  en aquel 11 "j", contrafrente, dos ambientes, teléfono, cocina y baño completo, más balconcito a pulmón de manzana.

Lili era vendedora en una tienda y -a partir del atardecer- estudiaba en una escuela nocturna.

Un viernes a la medianoche -no bien acababa de caer rendida en su cama- se despertó sobresaltada.

Una pesadilla que no lograba recordar, acaso. Lo cierto fue que la muchacha empezó a sentir que algo le aspiraba las fuerzas, el aire, la vida.

 Esa sensación le duró alrededor de cinco minutos inacabables.

Cuando concluyó, Lilibeth oyó -fugazmente- la voz de la abuela. Y la voz aullaba desde lejos.

-Liiilibeeeth... Pronto nos veremos... Liiilibeeeth... Liliii... Liiiii... Ag.

La jovencita encendió el velador, la radio y abandonó el lecho. Indudablemente, una ducha tibia y un tazón de leche iban a hacerle bien, después de esos momentos de angustia.

Y así fue.

 Pero -a la mañana siguiente- lo que ella había supuesto una pesadilla más comenzó a prolongarse, aunque ni la misma Lili pudiera sospecharlo todavía. Las voces de Luis y Leandro -a través del teléfono- le anunciaron:

-Esta madrugada falleció la abuela... Nos avisó el encargado del edificio... sí... te entendemos... Nosotros


¡SOCORRO! ( 12  cuentos para caerse de miedo) Elsa BornemannDonde viven las historias. Descúbrelo ahora