Lo primero que oyó Sicheng al acercarse a la habitación 599 esa noche, fue la tenue melodía de alguna canción cursi, la puerta entre abierta dejaba ver las paredes negras del lugar y uno que otro cuadro abstracto.
Olor a cigarrillos y comida quemada inundaron sus fosas nasales al entrar y cerrar suavemente la puerta.
El piso estaba adornado con ropas y papeles arrugados, en medio de la habitación estaba un sofá cama con aspecto incómodo y en el balcón de aquel basurero estaba un ángel.
O al menos así lo vio Sicheng.
Dando pasos agigantados se posicionó a su lado, recibiendo una mirada curiosa y una pequeña sonrisa.
—Creí que no vendrias esta semana —Murmuró con tranquilidad.
Sicheng se permitió admirar el brillo de aquellos orbes oscuros y la forma en que su sonrisa se ampliaba al notar su escudriño.
Él estaba tan enamorado de aquel chico, que a veces le costaba respirar estando a su lado.
Un sentimiento abrasador que lo impulsaba a regresar cada semana a aquel basurero que Yuta llamaba hogar.
Nakamoto Yuta era escritor de una sección en el periódico local, en ocasiones era el vocalista de una banda de rock alternativo y en escasas ocasiones era modelo para la universidad a la que asistía Sicheng.
Habían cruzado miradas por primera vez en una clase de Dibujo, Yuta era el modelo para aquella materia y por primera vez en su vida, Sicheng no fue capaz de recrear aquella belleza.
Y es que, por mucho que lo intentara, no lograba plasmar aquellas facciones delicadas ni mucho menos la resplandeciente sonrisa del modelo.
Era demasiado etéreo y él se sintió frustrado.
—No sé porque sigues viviendo en esta ratonera, ganas lo suficiente para mudarte a un departamento.
—Me gustan las paredes negras y el número 599 —Respondió con simpleza—. Además, los vecinos son agradables.
Yuta encendió un cigarrillo mientras hablaba, sin dejar de mirar el cielo estrellado de esa noche, daba caladas con una parsimonia envidiable y nuevamente Sicheng sintió frustración.
Le gustaba, a él realmente le gustaba Yuta, adoraba su forma sencilla de interpretar las cosas, su forma de reír ruidosamente y siempre encontrar el lado bueno a todo, sus aires de adolescente rebelde y sus malos chistes, su excesiva preocupación por el medio ambiente y su culposo gusto por los cigarrillos de menta.
Adoraba cada parte de él, mala o buena.
Y es por eso que sentía tanta frustración, quería ser capaz de plasmar todo sus sentimientos en algún lienzo, en algún poema o en algo similar.
Pero siempre que lo intentaba no resultaba, su mente terminaba en blanco y su corazón no dejaba de latir frenéticamente.
—Deja de pensar tanto —Murmuró Yuta viéndolo con aburrimiento—. Tu nariz se arruga cuando estas muy enrollado con algo.
Parpadeó confundido, ni siquiera él sabia eso. —¿Lo hace? ¿Cómo lo notaste?
—Me gusta observarte Sicheng, ya sabes, apreciar el arte y eso.
El tono coqueto y la exuberante confianza hicieron temblar sus piernas, dando una última calada, procedió a apagar el cigarrillo en el cenicero con forma de oso.
¿Qué clase de cenicero es ese? Pensó distraídamente.
—¿Para qué has venido esta noche? Creí que estabas de exámenes y necesitabas estudiar —Inquirio Yuta.
—Realmente te extrañaba —Abrumado por sus sentimientos, escupió la verdad sin siquiera notarlo.
Yuta sonrió perezosamente antes de estrecharlo en sus brazos, con el rostro enterrado en su pecho, Sicheng se permitió tomar una gran bocanada de aire, tantas emociones parecían estar ahogándolo.
El olor a menta y coco lo embriagaron, aferrándose aún más al japones murmuró unas cuantas incoherencias, intentando expresar lo que sentía en aquel momento.
Lentamente, Yuta lo condujo hacia el sofá cama, obligándolo a tomar asiento y por ende alejándolo de sus brazos.
—Pareces estar en ebullición, respira Sicheng —Dijo con tranquilidad, tomándolo de los hombros.
—Es tu culpa —Acusó—. No puedo exteriorizar lo que siento y esto me esta matando.
Yuta enarco una ceja ante aquello, viéndose aún más guapo de lo que Sicheng podía imaginar. —¿Has probado simplemente diciéndolo?
—¿Vomito verbal? Soy un artista, debería poder hacer esto de otra manera.
Rodando los ojos, Yuta lo empujó haciéndolo caer sobre su espalda y trepó sobre su tembloroso cuerpo, las manos puestas en su cadera y el tibio aliento en su cuello lo volvieron un manojo de jadeos sofocados.
—Sólo prueba diciendo lo que piensas, es muy sencillo —Susurró en su oído, justo antes de comenzar a repartir pequeños besos sobre su cuello.
—Realmente me gusta cuando sonríes, pareces opacar al astro rey —Murmuró enterrando sus dedos en las hebras doradas del japones.
—¿Qué más?
Las manos en sus caderas comenzaron a subir y bajar, distrayéndolo brevemente. —La forma en que me tocas es tan mágica que creo tocar el cielo con la punta de mis dedos.
Yuta sonrió contra su cuello, complacido de escuchar aquello.
—Me encanta cuando escribes un artículo, te ves tan concentrado que sólo puedo pensar en tirar tu laptop y montarte ahi mismo.
La risita suave de Yuta lo hizo darse de cuenta de lo que dijo, sus mejillas ardieron cuando el japones acercó su rostro al suyo y lo besó.
Sicheng aferró sus manos al cuello del contrario, buscando acercarse aún más.
—Cuando me besas me siento muy ido, es como una droga, no lo sé, es confuso —Susurró cuando sus labios se alejaron, Yuta asintió, dejando efímeros besos alrededor de su rostro.
—La manera en que hablas de las cosas que te apasionan mientras fumas algún cigarrillo o simplemente juegas con mi cabello, cuando estoy estresado y me cantas Roger Rabbit hasta calmarme, me haces sentir tan especial que creo estar soñando.
Yuta se alejó un poco, con la intención de verlo mejor. —Sicheng detente, creo que voy a llorar.
—Te quiero tanto Yuta, que ni siquiera sé como demostrartelo correctamente.
Sus respiraciones agitadas acompañadas de una canción lenta eran lo único que se oía, las miradas colmadas de dulzura lo decían absolutamente, y Sicheng sintió una inmensa paz en ese momento.
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Cotton Candy ; yuwin
Short StoryÉl regresaría cada semana, con un nudo en la garganta y un sin fin de sentimientos azucarados. yuta + sicheng. one shot.