Una felicidad que no puedes contener.

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Un día como cualquier otro corría en el ajustado reloj en la tan delgada muñeca de Irene, un día más en que la pequeña mujer se sentía como en un sueño. No podía ser culpada de tener toda la felicidad llenando su corazón, había llegado a un punto de su vida en que todo se había acomodado para hacerla feliz. Desde el momento en que se enteró de su embarazo, uno que podría resultar problemático para alguien en el medio de la música, para ella resultó todo lo contrario.

Ya era algo grande cuando debutó con su grupo. Y había sido víctima de varias (o al menos una que otra burla) por ello, aunque también había recibido elogios por su hermosa cara que lucía aún algo infantil para su edad. Ahora, ella era la primera en adorar su rostro, pero no era porque se considerara la más bonita, era así porque había conocido hace meses a un hombre bastante perfecto que le había hecho apreciar lo bonita que era. Pero, no era alguien de su empresa, de hecho era alguien con un estilo musical totalmente distinto al suyo. No estaba ni siquiera cerca de una colaboración con él.

Irene había desarrollado un cierto "crush" con ese chico desde que lo vió rondando por el inicio de su Instagram, hace ya bastante tiempo.  Y su único pensamiento había sido sobre lo fenomenal que era esa voz, y lo únicas que le parecían sus canciones, para una chica que soñaba mejorar su voz, ver a Dean era un placer tan grande que la hacía sonreír horas con su música.

Pero jamás pensó, ni siquiera estaba en sus posibilidades conocerlo, hasta que en un día en el que seguramente toda la suerte del mundo había estado de su lado, su vida dió una vuelta total cuando lo conoció, cuando poco a poco se fue empapando de su cautivadora personalidad. Tenía todo lo que a ella le gustaba, esa masculinidad indiscutible, su manera tan directa de hablar, el tono de su voz cuando se diría a ella, su risa, joder, Irene amaba esa risa. Cuando la escuchaba parecía que tenía el mundo en sus manos, y lo tenía, lo tenía porque tiempo después, luego de unos coqueteos nada discretos, había terminado de la mano con Dean, y Dean era el mundo de la mayor.

Todos los planetas se habían alineado en favor de Irene, había tenido las experiencias más mágicas a su lado. Su tan anhelada primera vez teniendo sexo había sido a su lado, su tan esperada manera de disfrutarlo porque había sido con el hombre de sus sueños. Dean había sido el indicado para darle aquel tesoro, y sin duda, nunca podría arrepentirse de ello. Amaba a Dean, lo había amado desde que lo conoció, tal vez había sido un loco amor a primera vista, o simplemente el destino.

Pero ahora, varios meses más tarde, Irene tenía todo. Tenía un novio hermoso que tenía una enorme combinación entre lo más dulce y lo más sensual. Una combinación perfecta para derretir a Irene entre sus brazos. Estaba enamorada, y no sabía que el amor podía sentirse así de bien. Sí, habían tenido peleas feas, momentos donde incluso pensaban en soltarse, pero Irene estaba segura de que no lo harían, su amor era más fuerte que eso.

Había recibido cierta aceptación por parte del público luego de que se supiera de su matrimonio con el cantante. Después de todo, formar una familia era lo más hermoso entre dos personas que se aman. Todo estaba a su favor, tenía al amor de su vida con ella, y mejor aún tenía la felicidad creciendo (literalmente) en su interior. El pequeño fruto de ambos crecía poco a poco. Y ver a su prometido tan enamorado de ambas, era más dulce que el algodón de azúcar.

Era en ese momento en que Irene decidió tomar un lápiz, comenzar a escribir y dibujar todo lo que había vivido con Dean hasta el momento, era un deseo que tenía desde hace tiempo, así que comenzó.

Lo primero era un bonito dibujo de su novio, ¿Por qué? Porque su amado era la inspiración de todo.

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⏰ Última actualización: Jan 10, 2019 ⏰

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